sábado, 29 de marzo de 2014

EL EDICTO DE TESALÓNICA Y LA INTOLERANCIA RELIGIOSA

Por Armando Maya Castro
Los edictos de Milán (313) y de Tesalónica (380), promulgados por Constantino y Teodosio, respectivamente, colocaron a la Iglesia católica en una posición de privilegio. Desde entonces, las demás religiones fueron acosadas y perseguidas por el Estado y por la misma Iglesia católica

El 27 de marzo del año 380 d. C., el emperador Teodosio I promulga el Edicto de Milán, que decreta el catolicismo como religión oficial del Imperio romano. En dicho decreto, conocido también como "Cunctos Populos", el emperador ordenaba: "Mandamos que todos los pueblos sujetos a nuestra autoridad observen la religión que el apóstol Pedro anunció a los romanos, la religión profesada por el pontífice Dámaso y el obispo Pedro de Alejandría" (José Orlandis, La conversión de Europa al cristianismo, Rialp, Madrid, 1988, p. 20).

Tras la promulgación del citado edicto el poder de la Iglesia católica se extendió y la intolerancia religiosa se incrementó a lo largo y ancho del imperio romano. En junio de 391, Teodosio prohibió mediante otro decreto la apertura de los templos paganos, así como la realización de sacrificios y cultos religiosos en honor de los dioses de la antigua religión romana.

Las nuevas disposiciones imperiales abrieron el camino para la destrucción y/o clausura de los lugares de adoración que en la vigencia de la religión romana fueron dedicados a la práctica del culto pagano. A partir de los edictos de Teodosio a favor del catolicismo, la religión pagana de la antigua Roma se convirtió en un delito de Estado y comenzó a practicarse –por temor a los severos castigos que se imponían a los no católicos– en la más absoluta clandestinidad. Los adoratorios que no fueron demolidos comenzaron a ser utilizados en actividades de carácter secular.

La antigua religión romana comenzó a perder algunos de sus privilegios en junio del año 313. En esa fecha, el emperador Constantino el Grande firmó con el tetrarca Licinio el Edicto de Milán, en el que los dirigentes de los imperios romanos de Occidente y Oriente proclamaron: "Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no debe ser cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas conforme al parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto todos los demás, cuanto los cristianos, conserven la fe y observancia de su secta y religión [...] A los cristianos y a todos los demás se les conceda libre facultad de seguir la religión que a bien tengan; a fin de que quienquiera que fuere el numen divino y celestial pueda ser propicio a nosotros y a todos los que viven bajo nuestro imperio. Así, pues, hemos promulgado con saludable y rectísimo criterio esta nuestra voluntad, para que a ninguno se niegue en absoluto la licencia de seguir o elegir la observancia y religión cristiana. Antes bien sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión que estimare convenirle" (Juan Carlos Rivera Quintana, Breve Historia de Carlomagno y el Sacro Imperio Romano Germánico, Nowtilus, Madrid, 2009, p. 21).

¿Fue éste en realidad un edicto de tolerancia? Diversos autores sostienen que no. Y no lo fue porque a partir de su promulgación se otorgó a la Iglesia católica –por encima de las demás religiones– una serie de prerrogativas y privilegios especiales. Al respecto, Edward Gibbon escribe en su obra Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano: "El edicto de Milán, la gran cédula de la tolerancia, había confirmado a todo individuo del mundo romano el privilegio de elegir y profesar su propia religión. Pero este inestimable privilegio pronto fue violado: con el conocimiento de la verdad el emperador asimiló las máximas de la persecución, y las sectas que discrepaban de la Iglesia católica fueron acosadas y oprimidas por el triunfo del cristianismo".

La historia demuestra que Constantino y Teodosio se dedicaron –cada uno en su tiempo y gestión– a favorecer a la Iglesia católica. El escritor Manolo García Álvarez sostiene que Teodosio creó la figura del hereje y decretó que “el propio Estado debía ocuparse de hacer cumplir la voluntad celestial. Esto es, instauraba el principio por el cual el Estado actuaba en nombre de la Iglesia. Si con Constantino la Iglesia se había romanizado, con Teodosio el Estado se cristianizaba. La Edad Media había comenzado".

Y ya que el autor antes mencionado nos sitúa en el medievo, aprovecho para evocar los excesos que en ese tiempo se cometieron en nombre de la fe y la religión. Me refiero, evidentemente, a la inquisición, a las cruzadas, al antisemitismo y a muchas otras prácticas que hicieron de la Edad Media un periodo de crueldad, oscurantismo, intolerancia religiosa y tiranía papal.


Lamentablemente, después de mil seiscientos treinta y cuatro años de la promulgación del Edicto de Tesalónica, la intolerancia religiosa sigue generando lamentables episodios en varios países del mundo. Aunque la Edad Media pertenece a un pasado distante que no volverá, la intolerancia que inauguraron Constantino y Teodosio sigue ocasionando segregación, dolor y muerte en varios países de la tierra, incluido nuestro querido México.


Twitter: @armayacastro

1 comentario:

  1. Hola Armando,

    muy bueno el artículo, acabo de encontrarlo por casualidad.

    Un saludo y gracias por la mención.

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