viernes, 28 de diciembre de 2012

UN MÉXICO LIBRE DE INTOLERANCIA RELIGIOSA

Armando Maya Castro 

La intolerancia religiosa sigue produciendo dolor en Nigeria y en muchas otras naciones del mundo

El año 2012 está llegando a su fin con graves manifestaciones de intolerancia religiosa. En México tenemos el caso de Huejutla, Hidalgo, así como la delicada situación que este flagelo ha provocado en varias comunidades de Chiapas, donde prevalece un conflicto que no tuvo solución en la administración de Felipe Calderón Hinojosa ni en las administraciones que le antecedieron.


En muchas ocasiones he señalado en este espacio que la intolerancia religiosa se encuentra presente no sólo en México, sino también en muchas otras naciones del mundo. En Nigeria, al menos 12 personas acaban de perecer víctimas de ataques perpetrados contra dos iglesias que se hallaban celebrando sus servicios religiosos de Navidad.

Respecto al tema de la intolerancia religiosa en Nigeria, Navi Pillay, la alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, declaró en enero del presente año: "Los actos deliberados que conducen a la 'depuración' de la población sobre la base de la religión o de la etnia serían también equivalentes a crímenes contra la humanidad". Estas declaraciones no frenaron las acciones intolerantes del grupo radical islámico Boko Haram, quien “sigue sembrando el terror en las calles de los estados del sur, de mayoría cristiana, e incluso del norte, pese a ser de mayoría musulmana, a través de atentados en iglesias cristianas o centros públicos cristianos como universidades”. Esta escalada de violencia, derivada de la falta de respeto a la diversidad religiosa, impide que los nigerianos practiquen en paz sus creencias religiosas.

Debe reconocerse que la "Declaración sobre la Eliminación de todas las formas de Intolerancia y Discriminación fundadas en la Religión o las Convicciones", proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de noviembre de 1981, significó un trascendental avance para la práctica de la libertad religiosa; sin embargo, lo estipulado en dicha Declaración no ha podido neutralizar las acciones fanáticas de las personas y/o grupos intolerantes.

Este documento considera que la discriminación por motivos religiosos constituye una ofensa a la dignidad humana, la cual debe ser condenada como una violación a los derechos humanos y a las libertades fundamentales. Esto es lo que nos dice el artículo primero de la citada Declaración: “Nadie será objeto de coacción que pueda menoscabar su libertad de tener una religión o convicciones de su elección”. El problema de una Declaración de la ONU es que “no tiene valor vinculante para los Estados firmantes, es decir que no es un Tratado u otro documento internacional que obligue a los miembros a respetar lo allí estipulado”.

En nuestro país, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece, entre otras cosas, que “todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade, y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo…” (Artículo 24). Este ordenamiento jurídico ha permitido que en México existan diversas religiones y convicciones, sin que se haya logrado erradicar por completo la intolerancia religiosa.
La Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público (LARCP), reglamentaria de las disposiciones de nuestra Carta Magna en materia de asociaciones, agrupaciones religiosas, iglesias y culto público, establece que el Estado Mexicano garantiza en favor del individuo el siguiente derecho: “Tener o adoptar la creencia religiosa que más le agrade y practicar, en forma individual o colectiva, los actos de culto o ritos de su preferencia”.

A pesar de estas leyes, en México sigue imponiéndose la intolerancia religiosa sobre la libertad de creencias y de culto. Prueba de ello es el acoso que se ejerce contra aquellas personas que, en uso de sus libertades y derechos, decidieron separarse de la religión mayoritaria para abrazar otra creencia religiosa.

La intolerancia religiosa es un problema grave, al que lamentablemente no se le ha dado la necesaria atención. Esta es la razón por la que sigue presente en estados como Chiapas, Hidalgo y Oaxaca. En éstas y otras entidades del país, la intolerancia religiosa continúa produciendo asesinatos, lesiones, expulsiones, destrucción de casas, cortes de agua y energía eléctrica, amenazas y despojos en agravio de los no católicos.

A tres días del inicio del año 2013, es bueno preguntarnos: ¿logrará solucionar la Segob en el próximo año los conflictos religiosos que no pudieron resolver las pasadas administraciones federales? Quienes queremos un México en paz y armonía deseamos que el próximo año cesen los casos de intolerancia religiosa que permanecen sin solución en varios estados de la República. Los mexicanos nos merecemos un país donde el respeto a la diversidad religiosa ponga fin al flagelo de la intolerancia. 


@armayacastro 

sábado, 22 de diciembre de 2012

EL MUNDO SIGUE SU CURSO



Por Armando Maya Castro

El supuesto fin del mundo generó diversas reacciones


Transcurrió el 21 de diciembre de 2012 y el mundo sigue en pie; no se ha acabado ni ha sufrido el daño catastrófico que algunas voces –fundamentándose en una errada interpretación del calendario maya– pronosticaron que ocurriría el día de ayer. 

Las profecías que anuncian el fin del mundo no son nuevas; son tan antiguas como la humanidad misma. Vaticinios así abundaron estando próxima la llegada del año 1000 d. C. Muchos religiosos, convencidos del inminente fin de todas las cosas, anunciaron que al acabarse el último minuto del primer milenio de nuestra Era, se acabaría también el mundo y todo lo que en él habita. 

En la Edad Media, el papa Silvestre II, instruido en filosofía, matemáticas y astronomía, le entró también al juego de las predicciones, afirmando que la humanidad llegaría a su fin apenas iniciara el primer milenio. De esa manera soslayó lo que Jesucristo el Hijo de Dios enseñó a sus apóstoles acerca del fin del mundo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles, sino sólo mi Padre” (Cfr. Mt. 24:36). 

Ante la supuesta inminencia del fin que entonces se anunciaba, el pontífice romano y el emperador Otón III suspendieron sus diferencias de carácter político. Mucha gente de la época se trasladó a Jerusalén, vendió sus propiedades y las regaló a los pobres, dejó sus tierras sin arar, pensando que no tenía sentido trabajarlas si el mundo se iba a terminar. A partir de entonces, comenzó a llamarse milenaristas (por los mil años) a quienes, basados en determinados cálculos, predecían el fin del mundo y anunciaban el comienzo de una nueva era. El año 1000 llegó y nada sucedió.

A través de los tiempos, adivinos, astrólogos y religiosos han fijado diversas fechas para el fin del mundo. Luego de los fallidos vaticinios del año 1000, algunos teóricos explicaron que el cálculo del fin para el año 1000 se había hecho mal, "pues los mil años habrían de pasar desde la fecha de la muerte de Cristo y no desde su nacimiento. Por tanto, el fin del mundo ocurriría en el año 1033”. 

El mundo no se acabó en esa fecha, como tampoco las predicciones en ese sentido. En 1179, el astrólogo Juan Toledo hizo circular panfletos que señalaban que el mundo llegaría a su fin el 23 de septiembre de 1186, fecha en la que –según el pronosticador– los planetas conocidos se reunirían en la constelación de libra. La predicción impactó tanto que terminó por convencer al emperador bizantino y al arzobispo de Canterbury, quien llamó a un día de recogimiento. 

Tiempo después, el abad italiano Joaquín de Fiore afirmó que el fin del mundo estaría previsto para el año 1260. A medida que se acercaba la fecha predicha por el monje cisterciense, se volvieron frecuentes las autoflagelaciones colectivas y se multiplicaron las inquietudes escatológicas, en particular entre los mendicantes. En el libro “Fraudes, engaños y timos de la historia”, escrito por Gregorio Doval Huescas, se afirma que "en junio de 1523, adivinos y astrólogos londinenses profetizaron que un diluvio destruiría la ciudad de Londres el 1 de febrero de 1524. Esta predicción provocó la huida de más de veinte mil londinenses al llegar esa fecha".

Espiritistas y líderes religiosos de diversas iglesias, como los adventistas y testigos de Jehová, han  anunciado el fin del mundo sin que se cumplan sus predicciones. El caso concreto de los testigos de Jehová es peculiar, ya que esta organización completó en 1984 su record de 9 predicciones falsas. Las anteriores fechas fueron: 1874, 1878, 1881, 1910, 1914, 1918, 1925 y 1975. En 1984, esta organización declaró que dejaría de hacer este tipo de predicciones.

Las personas y grupos –religiosos o no– que han anunciado el exterminio de la raza humana han cometido el error de ir más allá de lo que está escrito en las Sagradas Escrituras, quebrantando así una importante regla de interpretación bíblica recomendada por el Apóstol Pablo: “para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito” (Cfr. 1 Co. 4:6). Cuando se piensa, se dice y se enseña más de lo que quedó asentado en las Sagradas Escrituras, el hombre se equivoca y hace que quienes creen en sus palabras y predicciones se equivoquen de la misma manera. 

Una cosa debe quedarnos clara a todos: lo que el Señor Jesucristo enseñó hace cerca de 2 mil años, en el sentido de que el día y la hora del fin únicamente las sabe Dios, sigue vigente. Atreverse a ir más allá de las palabras del Hijo de Dios es una altivez que invade la esfera exclusiva de Dios. 

@armayacastro




@armayacastro

viernes, 21 de diciembre de 2012

PERVIVENCIA DE LA INTOLERANCIA RELIGIOSA



Por Armando Maya Castro


El pasado 19 de diciembre se cumplieron 450 años de la derrota de los protestantes a manos de los católicos, en el marco de las llamadas Guerras de Religión. Esto sucedió en Dreux, en 1562, año en que la Iglesia católica desencadenó la primera de ocho guerras de religión, en el transcurso de los cuales fueron asesinados decenas de miles de protestantes. 


Encarcelados por sus convicciones
El 24 de agosto de 1572, tuvo lugar en París la masacre conocida como la “Noche de San Bartolomé”, en la que miles de protestantes franceses, incluidos los principales líderes de éstos, fueron asesinados bárbaramente. Esta terrible matanza, que se extendió rápidamente a lo largo y ancho de Francia, marca el inicio de la cuarta guerra de religión.

La “Historia General del Cristianismo, del Siglo I al Siglo XXI", escrita por John Fletcher y Alfonso Ropero, refiere así los pormenores de esta masacre: “Asesinaron a sangre fría al almirante Coligny, guerrero intrépido y hugonote firme, y por una ventana arrojaron su cuerpo al patio. Durante siete días con sus noches, corrió por las calles la sangre de los protestantes; fuera de la capital, la matanza fue súbita y horrorosa; las aguas del Loire y del Ródano se tiñeron de la sangre y se pusieron espesas con los cadáveres de las innumerables víctimas. En centros de persecución se convirtieron las ciudades de Meaux, Orleáns, Bourges, Lyón, Rouen, Tolosa y Burdeos. Perecieron a fuego y espada por lo menos treinta mil hugonotes”.

Acciones como estas terminaron debilitando considerablemente al protestantismo francés, pero no lo aniquilaron. Tampoco pudieron librar a Francia de la influencia protestante, como pretendía la Iglesia católica de la época. Lograron, eso sí, prolongar aquellas persecuciones hasta abril de 1598, fecha en que el rey Enrique IV promulgó el Edicto de Nantes, garantizando mediante el mismo cierto grado de libertad religiosa.

La promulgación de este importante decreto, que ha pasado a la historia como el Edicto de Tolerancia de Nantes, tuvo lugar durante el pontificado del último papa de la contrarreforma: Clemente VIII. Este documento –que concedía parcial libertad religiosa a los protestantes y que ponía fin a las guerras entre éstos y los católicos– jamás gozó de la aceptación de las autoridades de la Iglesia católica. Clemente VIII lo desaprobó, calificándolo como “la cosa más maldita del mundo”. 

Es justo reconocer que, a partir de la proclamación del mencionado edicto, “se hicieron muchas concesiones a los protestantes, que, además de la libertad de conciencia, gozaban de libertad de culto. En el plano jurídico, una amnistía devolvió a los protestantes todos sus derechos civiles. En el aspecto político, tenían derecho a desempeñar todos los empleos y a formular advertencias u observaciones (remontrances) al rey”. Estas permisiones no pusieron fin a la persecución ni a las limitaciones que había para los protestantes franceses, cuyos cultos no podían celebrarse en cualquier parte, sino sólo en determinados pueblos y en los suburbios de las ciudades. ¿Podía llamarse a esto plena libertad religiosa? 

En 1629, el cardenal de Richelieu, Armand Jean du Plessis, secretario del rey Luis XIII, anuló las formalidades políticas del edicto. De esta forma se privaba de nueva cuenta a los hugonotes (calvinistas franceses) de sus derechos políticos. Lo más grave ocurrió en 1685, año en que el rey Luis XIV revocó el edicto completamente, “pensando” que ya no quedaban protestantes en Francia.

Esto sucedió en el pasado –afirman muchos católicos en defensa de su Iglesia–, ahora nada de eso sucede. Aunque no se quiera admitir, en la actualidad los evangélicos siguen siendo perseguidos todavía por causa de su fe. Hace dos días, un importante diario de circulación nacional publicó un lamentable caso de intolerancia religiosa en la nota titulada “Católicos retienen a 30 evangélicos en Hidalgo”. Se trata del atropello a los derechos humanos de un grupo de personas que, por razón de sus convicciones religiosas, se  niegan a cooperar para las fiestas patronales y la realización de diversas faenas.

Es lamentable que casos como el de Huejutla, en los que se secuestra y priva de la libertad a un grupo de personas adultas y ancianos, las autoridades de la Segob opten por privilegiar la vía del diálogo y la conciliación, pasando por alto que se trata de delitos que merecen ser sancionados con todo el peso de la ley. Ojalá que la nueva administración federal esté a la altura de las circunstancias y sancione con rigor estos casos de intolerancia religiosa, poniendo fin a este tipo de impunidad. 


 @armayacastro



martes, 18 de diciembre de 2012

¿ES EL “ANTISIONISMO” UNA VELADA FORMA DE ANTISEMITISMO?



Armando Maya Castro


Los nazis, con Hitler a la cabeza, pusieron en marcha una política antisemita de persecución y eliminación de los judíos


El Diccionario de la Real Academia Española define el término “antisemita” de la siguiente manera: “enemigo de la raza hebrea, de su cultura o de su influencia”. El antisemitismo es un conjunto de sentimientos, prejuicios y prácticas xenófobas en contra de los judíos; alcanza su máxima expresión en el holocausto nazi, llegando hasta el exterminio de aproximadamente 6 millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial.

El pasado 10 de diciembre leí en el sitio web “enlacejudío” un artículo firmado por Claudia Prieto, publicado bajo el siguiente título: “Antisemitismo en México: una silenciosa realidad”. En dicho artículo se señala, entre otras cosas, que “el antisemitismo se manifiesta en diversos ámbitos de la vida del mexicano, sin que, a veces, se reconozca”.

El investigador Roberto Blancarte, al referirse a esta forma de discriminación que es el antisemitismo, escribía hace poco más de dos décadas: “…ese claro signo de la intolerancia está, desafortunadamente, presente entre nosotros: el antisemitismo es un sentimiento común entre muchos mexicanos”.

Algunos actos de antisemitismo perpetrados en nuestro país han sido denunciados en tiempo y forma al Conapred, organismo que se ha encargado de documentar y denunciar dichos atropellos a las autoridades competentes, sin que los responsables hayan recibido las sanciones correspondientes. Esta impunidad, lejos de contribuir a la erradicación de este tipo de discriminación, la fomenta.

En el artículo de Claudia Prieto se mencionan tres formas de antisemitismo: 1) el que nace de la ignorancia; 2) el que se basa en prejuicios típicos; 3) y el antisemitismo “moderno”, que “se esconde bajo la careta del anti israelismo”. Al explicarnos los detalles de esta última forma de antijudaísmo, la autora nos dice: “Logros científicos, culturales, relaciones comerciales se olvidan, los muertos israelíes no se cuentan y los ataques de grupos árabes se justifican. Y entonces el antisemitismo ya no se condena, pues ser anti israelí es políticamente correcto y se justifica fácilmente «no es que tenga algo en contra de los judíos sólo estoy a favor del boicot a Israel»”.

En esa misma dirección se pronuncia el periodista Egon Friedler, quien afirma que “la  falacia de que el antisionismo no es antisemitismo sólo convence a los antisemitas que creen no serlo”. Las diversas expresiones de violencia musulmana,  sostiene Friedler, no provocan manifestaciones en Occidente, ni editoriales, ni pronunciamientos de partidos o intelectuales. “Pero si Israel después de meses de ataques con cohetes contra su población civil decide contraatacar a quienes la atacan, se desata una furia cósmica. Israel es el diablo universal, el genocida, el culpable crónico de todos los males del mundo. Las condenas se multiplican”.

Algunas voces sostienen que no puede calificarse como antisemitas a quienes condenan por diversos medios la política de Israel contra los palestinos. Tal vez prefieran el término “antisionista”, que alude a quienes se oponen al “sionismo”, movimiento político surgido a finales del siglo XIX que propugnó por establecer un Estado nacional judío en Palestina. 

Aquellos que ven en el “antisionismo” una velada forma de antisemitismo, se preguntan: “¿Qué tienen de especial los judíos que no merecen la autodeterminación? ¿Acaso no todos los pueblos merecen esto? Es decir, el antisionismo, al menos conceptualmente, no deja de ser una forma encubierta de antisemitismo, dado que el pueblo judío recibe un tratamiento diferencial y discriminatorio en relación con su derecho a la autodeterminación”.

En mi opinión, son dignos de condena los excesos cometidos por los judíos en el conflicto Palestino-Israelí, como aquellos que cometen los musulmanes en el mismo marco. Lo que me parece incorrecto es que haya personas que en lugar de condenar los actos de violencia cometidos por Israel en ese lamentable conflicto, se dediquen a denostar e incitar de manera irresponsable el odio en contra de toda una raza, la judía. 

Si estamos interesados en disminuir la violencia que lacera al mundo actual, debemos comenzar eliminando la discriminación contra los judíos, así como contra los musulmanes y demás pueblos que, por su raza o religión, han sido violentados en sus derechos humanos. El fin de la discriminación en cualquiera de sus formas es lo único que puede ayudar a que los humanos podamos construir un mundo en paz, libre de barreras raciales, ideológicas, económicas, culturales y religiosas.
 


@armayacastro