martes, 31 de diciembre de 2013

PERSEVERANCIA Y BUENOS PROPÓSITOS EN LA LUZ DEL MUNDO

Por Armando Maya Castro



“Las grandes obras son hechas no con la fuerza, sino con la perseverancia”. Esta frase célebre de Samuel Johnson habla del poder de realización y del alcance de la perseverancia, que es la clave del éxito en la mayoría de los emprendimientos humanos.

El año nuevo, próximo a comenzar, es una nueva etapa de nuestro camino. Al iniciarlo, los seres humanos acostumbramos elaborar una lista de planes y buenos propósitos, buscando modificar a través de ellos los malos hábitos y las deficiencias conductuales, causantes de muchos de nuestros problemas. Para llevar a feliz cumplimento todos y cada uno de estos propósitos, la perseverancia es básica.

Si nuestra felicidad dependiera de los buenos propósitos, en estos momentos no tendríamos que estar preocupados por lo que nos depara el 2014, ya que la mayoría de nosotros comenzaremos el año nuevo con las mejores intenciones. El problema es que sin perseverancia los propósitos de año nuevo se evaporan fácilmente y se convierten en una lista de cosas irrealizables. 

Experiencias pasadas nos demuestran que para ver realizadas nuestras aspiraciones es necesario suprimir de nosotros la inconsistencia y echar mano de la perseverancia, que unida a la disciplina nos permite conquistar grandes metas y realizar los propósitos más encumbrados. La perseverancia mantiene activo nuestro ánimo y nos permite avanzar en la dirección correcta y en la consecución de las metas planteadas. 

Mirando en retrospectiva recordamos que en los últimos días del 2012, muchos de nosotros nos propusimos cambiar y ser mejores a lo largo del 2013. Resolvimos, asimismo, aprovechar al máximo cada hora, cada día, cada semana y cada mes del año que hoy terminará. Lamentablemente la no perseverancia ocasionó que esos buenos propósitos se desvanecieran rápidamente y alcanzaran la muerte en los primeros días del 2013. 

¡Qué distintas hubieran sido las cosas con disciplina y perseverancia! Estoy totalmente convencido que estas cualidades nos habrían ayudado a dar seguimiento constante y puntual a nuestros propósitos, en lugar de quedarnos estancados en el terreno de las buenas intenciones.

A pesar de las frustraciones, pérdidas e infortunios que algunos experimentamos en el agónico 2013, se nos presenta la oportunidad de comenzar un año nuevo con lícitos anhelos de prosperidad, paz y justicia, elementos que deben traducirse en inquebrantable esfuerzo por alcanzar las metas propuestas.

Cada año viene acompañado de múltiples sorpresas: unas agradables, otras no tanto. Adolfo Robleto compara al año nuevo como "la Caja de Pandora de los antiguos griegos, que contenía sorpresas de toda clase", por lo que es necesario comenzarlo preparados para las cosas positivas y negativas que pudieran presentarse en el transcurso del mismo.

Este tema obliga a mencionar el grado de espiritualidad con que la Iglesia La Luz del Mundo recibe el año nuevo. A los fieles de esta institución también se les desea salud, bienestar y prosperidad, pero se les proporcionan, además, los elementos espirituales necesarios para convertir ese cúmulo de buenos propósitos en buenas y permanentes acciones.

Las buenas obras de los miembros de esta comunidad se deben en gran medida a la doctrina predicada por el Apóstol de Jesucristo, Doctor Samuel Joaquín Flores, quien en fechas como estas demanda de la feligresía un balance constructivo de los propósitos no realizados durante el año, recordando a los fieles de la Iglesia las imperecederas palabras de Jesucristo: “…sin mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Con estas palabras el Hijo de Dios dejó en claro que nada es posible sin su valiosísima ayuda.

Con consejos de esta naturaleza, el Apóstol de Jesucristo enseña a los fieles de la Iglesia a comenzar el año con la conveniente compañía del Señor Jesús, cuyo poder de realización ha sido reconocido por millones de personas, entre ellas el Apóstol Pablo, quien así se expresó de lo que este Santo Ser producía en su vida: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

Los anteriores textos bíblicos dejan en claro dos cosas: 1) sin Jesucristo nada se puede hacer; 2) con Él, todo, absolutamente todo, es posible.

La doctrina apostólica, aparte de inducir a los fieles de La Luz del Mundo a perseverar en los propósitos que Dios ha puesto en sus corazones, cumple la función de ahuyentar de ellos los miedos, las fobias y las incertidumbres, aspectos considerados como los grandes limitantes de la perseverancia. 

Para los miembros de esta comunidad, despedir un año y darle la bienvenida al otro recibiendo la instrucción apostólica es garantía de perseverancia y éxito en los buenos propósitos; éxito que será manifiesto no sólo en los primeros días del enero que ya se asoma, sino a lo largo de todo el año. Debo aclarar, por último, que la enseñanza cristiana no es garantía de éxito por sí sola; el éxito dependerá de que los receptores de esta doctrina muestren voluntad inquebrantable, esfuerzo persistente y disposición paciente. ¡Feliz año 2014!



sábado, 28 de diciembre de 2013

LOS SANTOS INOCENTES

Por Armando Maya Castro


Hoy es el Día de los Santos Inocentes, festividad católica cuyos orígenes se remontan a principios del siglo IV. Se trata de una celebración que rememora a los niños asesinados por Herodes el Grande, un rey sanguinario y terriblemente celoso contra cualquiera que quisiera reemplazarlo como monarca de los judíos.

El relato bíblico sobre este suceso nos dice que “cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle (Mateo 2.1-2).

Las palabras de los magos fueron de turbación para los habitantes de Jerusalén y para Herodes, quien se preocupó y convocó a los principales sacerdotes y escribas del pueblo, preguntándoles dónde había de nacer el Cristo. Los escribas le respondieron que en Belén de Judea, apoyándose en lo escrito por el profeta Miqueas.

Tras escuchar a los escribas, Herodes llamó secretamente a los magos e indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella.  Luego, envío a éstos a Belén, diciéndoles: “Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore” (Mateo 7:8).

Los magos, guiados por la estrella que habían visto en el oriente, arribaron al pesebre de Belén, donde se hallaba el niño recién nacido. Impulsados por su reconocimiento lo adoraron y le hicieron entrega de sus presentes: oro, incienso y mirra.

El Altísimo, que conocía las perversas intenciones de Herodes, les avisó que no volviesen a Herodes, sino que regresaran a su tierra por otro camino. Tras la partida de los magos, “un ángel apareció en sueños a José y dijo: levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo” (Mateo 2:12-13).

Después de estos acontecimientos sobrevino la tragedia, que no fue una inocentada del rey, sino algo real, cruel y doloroso. Herodes, que quería acabar la historia de Jesús a las pocas semanas de haber comenzado, se enojó mucho al sentirse burlado por lo magos y tomó la decisión de “matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos”.

Son estos niños asesinados, justamente, a los que el catolicismo llama “santos inocentes”. Que quede claro: no es un calificativo que les haya asignado la Biblia, sino la Legenda Aurea, una compilación de relatos hagiográficos reunida por el dominico Santiago de la Vorágine, arzobispo de Génova, a mediados del siglo XIII. El relato de la Leyenda Dorada –como también se le conoce– "comienza comentando el nombre de Inocentes, y dice que son inocentes por tres motivos: inocentes por su vida, inocentes en sus padecimientos e inocentes por la victoria alcanzada".

Antes de referirme a la forma en que actualmente se celebra este día, quisiera señalar que la Biblia es clara al relatar el orden de los acontecimientos: primero fue la llegada de los magos al pesebre de Belén, luego la matanza de los niños por mandato de Herodes. Sin embargo la Iglesia católica, invirtiendo el orden de los acontecimientos, celebra primero (hoy) la matanza de Herodes y luego la adoración de los magos en el pesebre (6 de enero).

Respecto a la forma en que los católicos celebran actualmente este día, el libro Precisiones conceptuales y algunas opiniones de un filósofo inspiradas en noticias destacadas y en la vida cotidiana, escrito por Luis E. García, nos lo explica al definir el término inocentada: “La palabra inocente alude tanto al infante que aún carece de malicia como al adulto cándido y fácil de engañar. Según cuentan, una extraña asociación de estos dos sentidos de la misma palabra, unido a la "fiesta de los locos" que se realizaba entre navidad y año nuevo durante la Edad Media, condujo a que la conmemoración religiosa del 28 de diciembre de la matanza de niños inocentes ordenada por Herodes con el fin de evitar ser destronado por el anunciado Mesías, se convirtiera en el día de los 'adultos inocentes'”. 

Al abundar en el tema, Luis E. García explica: “Durante esta fecha [28 de diciembre] se buscan víctimas del ingenio ajeno mediante bromas llamadas inocentadas, y los noticieros de televisión lo aprovechan para divulgar situaciones jocosas, divertidas y ridículas sucedidas durante el año e impropias para las programaciones regulares".

Así es que este día conviene tener bastante cuidado con los titulares de la prensa y demás medios de comunicación, así como con las palabras que brotan de los labios de nuestros semejantes. Este día no podemos creer en todo lo que nos digan, no sea que por nuestra credulidad tengamos que escuchar la clásica frase: “inocente palomita que te dejaste engañar”.

jueves, 26 de diciembre de 2013

FIESTAS DECEMBRINAS Y CONSUMISMO



Por Armando Maya Castro


La semana anterior a navidad la gente compartía comida y bebida en las posadas, fiestas populares que se efectúan cada año del 16 al 24 de diciembre. Se realizan supuestamente en memoria del "peregrinaje de María y José desde su salida de Nazaret hasta Belén, donde buscan un lugar para alojarse y esperar el nacimiento del niño Jesús". 

Al término de las posadas llegó la navidad con toda su parafernalia: adornos, foquitos, regalos, cenas, buenos deseos, etcétera. Antes de esta festividad de origen católico, la gente le restó importancia a sus problemas económicos y se dedicó a comprar para regalarse y participar en el intercambio de regalos, práctica noble que debería realizarse conforme a nuestras posibilidades.

La gente tiene en puerta un motivo más de celebración: la llegada del 2014, en el transcurso del cual seguiremos teniendo serios problemas económicos, más allá de los cálculos de los expertos en economía y de las virtudes que se le atribuyen a las llamadas reformas estructurales, en particular a la energética.

Nuestra sociedad, hay que reconocerlo, es una sociedad consumista, que no se limita a felicitar y desear buenas cosas a sus familiares y amigos en una época como esta. Somos, además, una sociedad sin cultura del ahorro, que cede fácilmente al ofrecimiento de préstamos especiales que los bancos suelen hacernos desde la última semana de noviembre.

Lamentablemente, la televisión y los demás medios de comunicación deslumbran y convencen a la gente que quiere vivir por encima de sus posibilidades, haciéndole creer que una navidad feliz solo puede ser posible con una buena cena y con regalos costosos. 

La costumbre de tener mucho y de recibir cada vez más es algo característico de la gente de hoy, cuyo objetivo principal es tener más para disfrutar más, aunque a veces esto termine complicándole la existencia. 

Pese a nuestras manifiestas limitaciones económicas, tenemos la inclinación de adquirir irracionalmente para deslumbrar a las personas que nos rodean, pensando –sin ningún sustento– que lo importante en la vida es tener, viajar, disfrutar, ganar, etcétera.

Esta costumbre nos ha llevado a convertir las fechas festivas de nuestro calendario en oportunidades para el derroche y el consumismo, prácticas que nos convierten en víctimas recurrentes de las estrategias de mercadotecnia, tan de moda en nuestro tiempo. 

Así lo demuestra el inquieto transitar de los buscadores de novedades y gangas que al término de las festividades navideñas y de fin de año resultan seriamente afectados por fuertes síndromes depresivos, ansiedad, angustia, estrés y fatiga, resultado de haber dilapidado, sin control ni perspectiva, el patrimonio personal.

El 15 de enero del presente año, Lucía Amelia Ledezma, psicóloga clínica del Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, del ISSSTE, explicó la manera en que nos afectan emocionalmente los gastos decembrinos y la llamada cuesta de enero: “El componente ansioso se eleva, dado que se incrementan también los gastos de enero. Las presiones que se van añadiendo pueden incrementar la sintomatología tanto ansiosa como depresiva en las personas".

El asunto es que diciembre es un mes que trae consigo importantes ingresos como el aguinaldo, que proporciona euforia en quienes se saben poseedores de un poder adquisitivo que los expone al consumismo. El problema se presenta con la llegada de enero, mes en el que muchos consumistas caen en angustia al sentirse incapaces de cubrir sus expectativas personales o familiares. 

Estos problemas podrían evitarse siendo cautos al gastar. Se evitarían también pensando que tras la recepción del aguinaldo llegará enero y, con él, el alza tradicional en los precios de los productos de la canasta familiar, así como el pago de las compras decembrinas, la luz, la renta y el teléfono.

Ojalá fuera diferente, pero tenemos que admitir que la celebración del año nuevo viene también de la mano de una connotación consumista, ya que la gente ha olvidado que una ocasión tan especial es mucho más que cena, brindis, dádivas y regalos. 

Me uno al sentir de quienes consideran este acontecimiento como la ocasión propicia para reflexionar seriamente en lo que hicimos o dejamos de hacer durante el año. Nada justifica la omisión de un balance de esta naturaleza, que nos indique si hubo avances a retrocesos en lo personal, familiar y laboral. 

Todas las personas, incluso aquellas que carecen de poder adquisitivo para comprar presentes en esta temporada, tenemos la capacidad de dar amor, virtud que proporciona cosas reales e imperecederas; cosas mucho más valiosas que las que se adquieren en los establecimientos comerciales. Estará de acuerdo conmigo que las cosas materiales son transitorias y perecederas, mientras que el amor –como dijera el Apóstol Pablo– nunca deja de ser.

Aprovecho este espacio para desear a mis lectores un feliz y próspero año nuevo.

martes, 24 de diciembre de 2013

NAVIDAD, HOY Y SIEMPRE



Por Armando Maya Castro
Navidad, la fiesta del consumismo y del capitalismo; la que hace más rico al rico y empobrece más de la cuenta a los pobres, quienes para celebrar la llamada Nochebuena gastan lo que no tienen, endrogándose para dejar sus recursos económicos en manos de los grandes empresarios. Son éstos los que venden todo y de todo, contando con el fiel apoyo de los bancos y de la televisión, cómplices permanentes de los empresarios voraces. Los primeros  comienzan a ofrecer préstamos especiales en la última semana de noviembre, atrapando en sus redes a los ingenuos consumistas. La televisión y demás medios de comunicación hacen también su aporte, deslumbrando y convenciendo con su atrayente publicidad a los espectadores, quienes creen que una feliz navidad sólo puede ser posible con una buena cena y con regalos costosos. 

¿Piensa acaso que soy un Grinch o enemigo acérrimo de la navidad? De ninguna manera; siempre he sostenido que el nacimiento de Cristo y el de sus apóstoles son sucesos especiales, generadores de gozo y alegría. Tampoco me opongo a los regalos y convivios navideños, sino al establecimiento de fechas que han sido cambiadas varias veces a través de los siglos, sin que ninguna de ellas pueda ser probada a la luz de la Biblia, tampoco de la historia. 

Rechazo, asimismo, la distorsión del significado de tan memorable suceso, que tuvo un propósito que el Señor Jesús declaró a los suyos: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Juan 18:37).

Lo importante, entonces, no es la fecha, sino que Cristo nació para dar testimonio de una verdad que es capaz de hacer libres a las almas. El no saber cuándo nació Jesucristo nos ha permitido darle importancia al hecho en sí, no a la fecha. Esto hace que podamos celebrar diariamente el nacimiento de Cristo en nuestros corazones.

El nacimiento de Cristo fue un paso necesario para la realización de su obra redentora. Si Cristo no hubiera nacido, tampoco hubiera podido consumar la reconciliación de nuestras almas a través de su sacrificio en la cruz.

En la antigüedad pagana, el 25 de diciembre era celebrado el nacimiento de Mitra, deidad persa protectora de los soldados. Esta divinidad fue introducida en Roma antes del nacimiento de Jesús. La época invernal era cuando todos los dioses solares, desde Osiris hasta Júpiter y Mitra, celebraban su cumpleaños. ¿A qué otros dioses se les celebraban sus nacimientos el 25 de diciembre? A Orus, Hércules, Baco, Adonis, Tammuz, etcétera.

Surge entonces la pregunta: ¿cuándo comenzó a celebrarse la navidad? No existe una fecha exacta, pero se cree que fue durante el pontificado de Silvestre I (314-337), en los días en que Constantino se esforzaba por establecer el catolicismo en lugar de la antigua religión romana. El papa Julio I (341-352) fue quien oficializó esta festividad en el seno de la Iglesia católica. 

En Constantinopla la navidad se celebró por vez primera en el año 379; en Antioquía en el año 388.

¿Qué determinó que la navidad comenzara se celebrarse el 25 de diciembre?

El sincretismo católico, que se entiende como la acción de conciliar doctrinas o religiones diferentes. No olvidemos que en el mundo pagano el 25 de diciembre era celebrado como un día de fiesta especialmente importante en honor del Natalis Solis Invicti, el Nacimiento del Sol victorioso. El interés que tuvo Constantino en unir el culto solar con el culto católico fue determinante en el establecimiento de la fecha. De ese modo, sin cambiar ni siquiera su nombre (Natalis = Natividad o Navidad) el 25 de diciembre se transformó en una fiesta católica.

La Biblia no menciona la fecha del nacimiento de Cristo. Por eso, hasta transcurrido algún tiempo, la Iglesia oriental acordó que la Navidad fuese celebrada el 6 de enero. Esto duró hasta el siglo IV en que la Iglesia occidental -que nunca aceptó el 6 de enero como la del nacimiento de Jesús- instauró el 25 de diciembre como fecha real de su nacimiento. Esta idea surgió del papa Julio I en el año 350, siendo aprobada y decretada en el 354 por el papa Liberio.

Antes de que el 25 de diciembre se estableciera como fecha del natalicio de Jesús, algunos teólogos católicos “propusieron datarlo en fechas tan distintas como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 de mayo y algunas otras”. 

También hubo teólogos que se opusieron a la celebración navideña, algo que se le oculta a la feligresía católica. “Tertuliano (n. 160-m.240), san Agustín (n. 354-m.430), o el papa san León I (440-451), se muestran contrarios a dicha celebración”, lo mismo que el papa Fabián (236-250), quien “calificó de sacrílegos a quienes intentaran determinar la fecha del nacimiento del nazareno”.

Este 25 de diciembre podemos desear feliz navidad a nuestros semejantes y amigos; pero también podemos hacerlo en los demás días del año. Y lo podemos hacer porque el Señor Jesús, en su soberana e indiscutible voluntad, se propone nacer cada día en nuestros corazones.