Por Armando Maya Castro
Este martes, todos los Estados
y organizaciones en el mundo celebrarán el Día Internacional de los Derechos
Humanos, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre
de 1950.
Se celebra en esta fecha porque
un 10 de diciembre de 1948 fue promulgada la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, el primer documento redactado por la Comisión de Derechos
Humanos, órgano normativo que se creó en 1946 para elaborar los documentos
relativos a la defensa y protección de los derechos humanos de todos y cada uno
de los hombres en el mundo.
Tras el Holocausto Nazi, en el
que fueron exterminados metódicamente seis millones de judíos, la Asamblea
General proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos “como ideal
común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que
tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en
ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos
derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional
e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto
entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios
colocados bajo su jurisdicción”.
Esta resolución, que consta de
30 artículos, surgió no sólo por el rechazo generado por la política nazi de
exterminio de razas que incluía a judíos y gitanos, así como a testigos de Jehová,
homosexuales, vagabundos, comunistas, etcétera, sino también para poner freno a
los abusos perpetrados por algunos Estados en agravio de sus propios
ciudadanos.
Al hablar de esta Declaración conviene
destacar que se trata del primer documento que logró abordar en detalle “la
noción de que existe un conjunto de derechos internacionales y libertades
fundamentales que los gobiernos están obligados a garantizar a sus ciudadanos”.
El tema obliga a plantearnos
las siguientes preguntas: ¿Cómo estamos en materia de derechos humanos 65 años
después de la proclamación de la citada Declaración? ¿Han cesado del todo las
violaciones a las libertades fundamentales en los últimos tiempos, de tal
manera que la humanidad pueda considerar superada la amenaza de nuevas
violaciones a los derechos humanos? Veamos las respuestas a estas interrogantes.
En las últimas seis décadas se
han dado avances importantísimos en materia de derechos humanos. Nadie en su
sano juicio puede negar esta verdad, como tampoco nadie puede negar que a pesar
de dichos avances los derechos humanos contemplados en la Declaración Universal
están lejos de convertirse en realidad para millones de seres humanos.
El artículo 18 de la
Declaración Universal garantiza el derecho a la libertad de pensamiento,
conciencia y religión. Además de la importancia del artículo antes mencionado, en
materia de derechos religiosos destacan dos hitos principales en la historia de
los esfuerzos de las Naciones Unidas para impulsar la libertad religiosa en el
mundo. El primero de ellos es el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, de 1966, especialmente el artículo 18. El segundo es la Declaración
sobre la Eliminación de todas las formas de Intolerancia y Discriminación
fundadas en la Religión o las Convicciones (1981).
Este último documento considera
que la discriminación por motivos religiosos es una ofensa a la dignidad
humana, por lo que debe ser condenada como una violación de los derechos
humanos y las libertades fundamentales.
Los esfuerzos de los últimos
tiempos encaminados a proteger y promover los derechos humanos son innegables,
como también es innegable que en las últimas décadas se han producido diversos
atropellos en agravio de las minorías religiosas. Estas violaciones han sido perpetradas
por los católicos en los países donde el catolicismo ha alcanzado el estatus de
religión mayoritaria, pero también en agravio de los católicos en las naciones donde
la iglesia católica es un grupo minoritario.
La importancia de los esfuerzos
realizados por la comunidad internacional en materia de derechos humanos es que
a través de ellos se intenta corregir la larga, dolorosa e interminable historia
de atropellos y violaciones, atribuible a la falta de respeto de las personas y
grupos cuyo fanatismo los lleva a excluir y maltratar a quienes profesan una fe
diferente a la suya.
Estará de acuerdo conmigo,
estimado lector, que este día es de celebración por lo que la humanidad
conmemora, pero también de reflexión en cuanto al futuro de los derechos
humanos.
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