Por Armando Maya Castro
El próximo 25 de
diciembre el mundo occidental celebrará la navidad, festividad que pretende
conmemorar el nacimiento de Jesús de Nazaret. Para los primitivos cristianos,
la fecha del suceso ocurrido en Belén de Judea era irrelevante, “además de que
desconocían cuando pudo haber acontecido”. Lo importante para ellos era
preservar el legado doctrinal de Jesucristo e imitar su inmaculado ejemplo.
Antes que se definiera
el 25 de diciembre como fecha fija de su nacimiento, algunos teólogos
“propusieron datarlo en fechas tan distintas como el 6 y 10 de enero, el 25 de
marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 de mayo y algunas otras”. A la polémica le
entró también Clemente de Alejandría, quien postuló el 25 de mayo. El papa
Fabián (236-250) cortó por lo sano tantas especulaciones y “calificó de
sacrílegos a quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento del
nazareno”.
Algunas iglesias no
católicas presentaron otras fechas para situar el natalicio en comento. La
Iglesia armenia fijó “la conmemoración de la Natividad en el día 6 de enero ya
que, según su deducción, aunque no es posible situar el relato de Lucas en la
estación más fría del año en las tierras de Judea, sí puede ser creíble situando
el nacimiento de Jesús un poco más tarde, en enero y en el Oriente Medio, un
tiempo y un lugar donde es muy probable la existencia de cielos nocturnos
claros y sin borrascas, aunque todavía haga frío, eso sí”.
Entre las iglesias
orientales, “egipcios, griegos y etíopes propusieron fijar el natalicio en el
día 8 de enero”. El escritor Pepe Rodríguez afirma que “Eutiquio, patriarca de
Alejandría, en el siglo X aun defendía esta fecha como la única verdadera”. El
6 u 8 de enero fue la primera que la catolicidad celebró, hasta que “entre los
años 354 y 360, durante el pontificado de Liberio (352-366), se tomó por fecha
inmutable la de la noche del 24 al 25 de diciembre, día en que los romanos
celebraban el Natalis Solis Invicti, el nacimiento del Sol Invicto”. De esta
manera, el sincretismo religioso incorporó una fecha de celebración pagana con
una festividad que entre los primeros cristianos era inexistente.
Me queda claro que lo
importante del evento no es la fecha como tal, sino el suceso, uno de los más sublimes
en la historia de la humanidad. Lamentablemente, las celebraciones navideñas de
hoy se realizan sin tomar en cuenta los mandamientos y el ejemplo del Hijo de
Dios, quien dejó una doctrina que es infringida por millones de hombres y
mujeres que celebran el nacimiento de Cristo. Los de nuestro tiempo son
festejos huecos y presuntuosos, en los que regularmente prevalece la indolencia
y la insensibilidad, resultado de la crisis de valores que caracteriza al mundo
actual.
Mientras que en la
llamada Nochebuena algunas familias golpeadas por la crisis económica no
tendrán lo necesario para la tradicional cena de navidad ni para la compra de
algún regalo para sus seres queridos, muchos otros dilapidarán de manera
dispendiosa en gastos superfluos y en manjares de alto costo, sin pensar en las
necesidades y carencias de sus semejantes.
En la próxima navidad la
insensibilidad del rico (Epulón) hacia el mendigo Lázaro volverá a reproducirse
en muchas partes, sin que en el corazón de los ricos insensibles haya remordimientos
al saber que esa noche muchos de sus semejantes se irán al lecho sin tener nada
que llevar a sus vientres. Salvo honrosas excepciones, la mayoría de los ricos olvidarán
que Jesucristo nació para brindar amor y esperanza de vida a los pobres.
Por ese incalificable
grado de insensibilidad, no todas las familias vivirán su navidad de la misma
manera: unas cuantos tendrán holgura, mientras que muchas más no podrán
celebrar nada en medio de su miseria. Al señalar esto último vienen a mi mente los
niños en situación de calle, quienes querrán pero no podrán estar sentados en
una mesa con variedad de manjares y platillos. La mayoría de ellos lo harán
durmiendo debajo de los puentes, cubiertos con cartones y en el olvido total.
David, el segundo rey
israelita, se refirió en los siguientes términos a una bienaventuranza que Dios
ha puesto al alcance de todos: “Bienaventurado el que piensa en el pobre”,
decía. Aunque esta es una verdad incuestionable, muchos de nosotros dejamos de
alcanzar esa bienaventuranza por nuestro egocentrismo. No pretendo caer en
generalizaciones, pues sé muy bien que existen personas e instituciones que desde
hace días han estado abriendo sus corazones y bolsillos para proporcionar alimento,
calzado, juguetes y prendas de vestir a muchas familias de escasos recursos.
Una de esas
instituciones es la Fundación Eva García de Joaquín, A.C., dirigida por la
hermana Eva García, cuyos nobles sentimientos la han impulsado a coordinar y
dirigir los esfuerzos de un grupo de mujeres sensibles que han estado llevando
alimento, alegría y regalos a miles de personas de escasos recursos. Con
acciones así estas mujeres de la Iglesia La Luz del Mundo siguen las
directrices y el ejemplo del Apóstol de Jesucristo, Doctor Samuel Joaquín
Flores, un hombre que se ha caracterizado por pensar siempre en sus semejantes.
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