Por Armando Maya Castro
Navidad, la fiesta del consumismo y del
capitalismo; la que hace más rico al rico y empobrece más de la cuenta a los
pobres, quienes para celebrar la llamada Nochebuena gastan lo que no tienen,
endrogándose para dejar sus recursos económicos en manos de los grandes
empresarios. Son éstos los que venden todo y de todo, contando con el fiel
apoyo de los bancos y de la televisión, cómplices permanentes de los
empresarios voraces. Los primeros
comienzan a ofrecer préstamos especiales en la última semana de
noviembre, atrapando en sus redes a los ingenuos consumistas. La televisión y
demás medios de comunicación hacen también su aporte, deslumbrando y
convenciendo con su atrayente publicidad a los espectadores, quienes creen que
una feliz navidad sólo puede ser posible con una buena cena y con regalos costosos.
¿Piensa acaso que soy un Grinch o enemigo acérrimo
de la navidad? De ninguna manera; siempre he sostenido que el nacimiento de
Cristo y el de sus apóstoles son sucesos especiales, generadores de gozo y
alegría. Tampoco me opongo a los regalos y convivios navideños, sino al
establecimiento de fechas que han sido cambiadas varias veces a través de los
siglos, sin que ninguna de ellas pueda ser probada a la luz de la Biblia,
tampoco de la historia.
Rechazo, asimismo, la distorsión del significado
de tan memorable suceso, que tuvo un propósito que el Señor Jesús declaró a los
suyos: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar
testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Juan
18:37).
Lo importante, entonces, no es la fecha,
sino que Cristo nació para dar testimonio de una verdad que es capaz de hacer
libres a las almas. El no saber cuándo nació Jesucristo nos ha permitido darle
importancia al hecho en sí, no a la fecha. Esto hace que podamos celebrar
diariamente el nacimiento de Cristo en nuestros corazones.
El nacimiento de Cristo fue un paso
necesario para la realización de su obra redentora. Si Cristo no hubiera
nacido, tampoco hubiera podido consumar la reconciliación de nuestras almas a
través de su sacrificio en la cruz.
En la antigüedad pagana, el 25 de diciembre
era celebrado el nacimiento de Mitra, deidad persa protectora de los soldados.
Esta divinidad fue introducida en Roma antes del nacimiento de Jesús. La época
invernal era cuando todos los dioses solares, desde Osiris hasta Júpiter y
Mitra, celebraban su cumpleaños. ¿A qué otros dioses se les celebraban sus nacimientos
el 25 de diciembre? A Orus, Hércules, Baco, Adonis, Tammuz, etcétera.
Surge entonces la pregunta: ¿cuándo comenzó
a celebrarse la navidad? No existe una fecha exacta, pero se cree que fue
durante el pontificado de Silvestre I (314-337), en los días en que Constantino
se esforzaba por establecer el catolicismo en lugar de la antigua religión
romana. El papa Julio I (341-352) fue quien oficializó esta festividad en el
seno de la Iglesia católica.
En Constantinopla la navidad se celebró por
vez primera en el año 379; en Antioquía en el año 388.
¿Qué determinó que la navidad comenzara se
celebrarse el 25 de diciembre?
El sincretismo católico, que se entiende
como la acción de conciliar doctrinas o religiones diferentes. No olvidemos que
en el mundo pagano el 25 de diciembre era celebrado como un día de fiesta
especialmente importante en honor del Natalis Solis Invicti, el Nacimiento del
Sol victorioso. El interés que tuvo Constantino en unir el culto solar con el
culto católico fue determinante en el establecimiento de la fecha. De ese modo,
sin cambiar ni siquiera su nombre (Natalis = Natividad o Navidad) el 25 de
diciembre se transformó en una fiesta católica.
La Biblia no menciona la fecha del
nacimiento de Cristo. Por eso, hasta transcurrido algún tiempo, la Iglesia
oriental acordó que la Navidad fuese celebrada el 6 de enero. Esto duró hasta
el siglo IV en que la Iglesia occidental -que nunca aceptó el 6 de enero como
la del nacimiento de Jesús- instauró el 25 de diciembre como fecha real de su
nacimiento. Esta idea surgió del papa Julio I en el año 350, siendo aprobada y
decretada en el 354 por el papa Liberio.
Antes de que el 25 de diciembre se
estableciera como fecha del natalicio de Jesús, algunos teólogos católicos
“propusieron datarlo en fechas tan distintas como el 6 y 10 de enero, el 25 de
marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 de mayo y algunas otras”.
También hubo teólogos que se opusieron a la
celebración navideña, algo que se le oculta a la feligresía católica.
“Tertuliano (n. 160-m.240), san Agustín (n. 354-m.430), o el papa san León I
(440-451), se muestran contrarios a dicha celebración”, lo mismo que el papa
Fabián (236-250), quien “calificó de sacrílegos a quienes intentaran determinar
la fecha del nacimiento del nazareno”.
Este 25 de diciembre podemos desear feliz
navidad a nuestros semejantes y amigos; pero también podemos hacerlo en los demás
días del año. Y lo podemos hacer porque el Señor Jesús, en su soberana e
indiscutible voluntad, se propone nacer cada día en nuestros corazones.
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