martes, 30 de julio de 2013

LOS EVANGÉLICOS EN LA MIRA DEL PAPA

Por Armando Maya Castro

¿Qué métodos pensará emplear el papa Francisco para intentar que los católicos que se han ido con los evangélicos vuelvan a la Iglesia católica?

Las actividades y el discurso del papa Francisco en Brasil evidenciaron que en su pontificado buscará contener el éxodo de católicos a otras religiones y lograr el retorno de que quienes han abandonado la Iglesia católica.

Jorge Mario Bergoglio, que lamenta la deserción de católicos en ese país sudamericano, está convencido que aún es posible el retorno de los evangélicos al catolicismo. Este pensamiento lo impulsó a pedir a los obispos que reflexionen “por qué miles de católicos han abandonado la Iglesia [católica] para afiliarse a congregaciones protestantes y pentecostales, que han crecido exponencialmente, particularmente en las favelas”.

Al referirse a los motivos del declive católico, el pontífice argentino expresó: “A veces perdemos fieles porque no comprenden lo que estamos diciendo, porque hemos olvidado el lenguaje de lo simple e importamos un intelectualismo extraño a nuestro pueblo”.

Antes de ascender a la silla papal, Joseph Ratzinger se refirió a este tema en los siguientes términos: “El declive de la Iglesia que vivimos es en buena medida debido a las rupturas espirituales, la desorientación y la desmoralización". Aunque el alemán no mencionó en ese tiempo los desatinos doctrinales ni los escándalos financieros y de abuso sexual asociados a la Iglesia católica, lo cierto es que estas desviaciones han sido la principal causa de la severa crisis por la que atraviesa la Iglesia romana.

En su libro El gato en la sacristía, el escritor Francisco Pérez de Antón, de origen español y nacionalizado guatemalteco en 1965, nos regala "un largo catálogo de causas que han venido cortando los lazos de la sociedad con los ministros de la Iglesia católica". Para el citado autor, además de las causas mencionadas por Ratzinger, el declive católico ha sido atribuido "al vertiginoso cambio experimentado por la conciencia humana a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Al inexorable avance del humanismo secular, debido a la revolución bolchevique, primero, y a la capitalista, después. Al abaratamiento de los viajes y a las migraciones masivas que han venido rompiendo los estados monoculturales y los ha transformado lentamente en territorios de múltiples credos. A la revolución tecnológica y científica que, a partir de los años cincuenta, difunde una teoría del cosmos muy distinta a la sustentada por el credo católico. A la sociedad de consumo, por su propensión al hedonismo y su falta de tiempo para asistir a los ritos. Y por último, aunque no menos importante, a la evolución y desarrollo de la biología molecular, las computadoras, los nuevos medios de información, la medicina y algunas profesiones subsitutas de las funciones tradicionales de la Iglesia, como el siquiatra o el asistente social”.

Las señales del decremento en cuestión se manifiestan de diversas maneras, entre ellas las siguientes: en la disminución de la población que afirma ser católica; en la constante declinación del número de sacerdotes, prueba irrefutable de la crisis vocacional que afecta a la Iglesia romana; en el notorio distanciamiento de las prácticas morales sancionadas por el catolicismo, (comportamiento sexual, anticoncepción, aborto, divorcios, etcétera), en la disminución del número de practicantes en ceremonias como la misa y la práctica de los sacramentos.

Pérez de Antón, tras hablar de homosexualidad y pederastia clerical, así como de las penas insignificantes –por no decir inexistentes– que por mucho tiempo se “impusieron” a los sacerdotes pedófilos, se pregunta: “¿A quién le puede extrañar, vistos los hechos, el creciente desafecto de los fieles, la falta de asistencia a los templos, la migración a otras religiones y el declive del catolicismo en todo el mundo?".

El papa está resuelto a buscar a quienes abandonaron la fe católica. Así lo indica su llamado a los sacerdotes y el mensaje que dirigió a los jóvenes que se reunieron en la pasada Jornada Mundial de la Juventud. Tan decidido está, que en su estancia en Brasil acudió a un templo evangélico de la comunidad de Varginha, en el Complejo de Manguinhos. En ese lugar, el papa rezó con el pastor y los miembros de la Iglesia Asambleas de Dios, según informó el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi.


No es la primera vez que el papado procura el retorno de quienes han abandonado la fe católica. En el siglo XII, diversos predicadores católicos intentaron frenar el crecimiento de los albigenses y volverlos al “redil”. Vanos resultaron los esfuerzos que en 1145 realizó Bernardo de Claraval, quien arribó al Languedoc convencido de que persuadiría a los cátaros. Para lograrlo, organizó una misa en Albi, en donde reunió únicamente a diez personas. En Verfeil tuvo llenó total, aunque las personas que asistieron lo hicieron para increpar su predicación. Infructuosos fueron también los esfuerzos que seis décadas después realizó Domingo de Guzmán en el mismo lugar. Tras estos fallidos intentos, el papa Inocencio III ordenó la sangrienta cruzada contra los albigenses. El objetivo: reducir mediante el uso de la fuerza el crecimiento cátaro. La humanidad espera que la empresa de Bergoglio no contemple acciones intolerantes en contra de la comunidad evangélica. Por nada del mundo debemos permitir que algo así vuelva a suceder. 

miércoles, 24 de julio de 2013

FOX Y SU BROMA DE MAL GUSTO

Por Armando Maya Castro
Vicente Fox Quesada, uno de los peores presidentes que ha tenido México, habla de la inexistente traición de Benito Juárez, olvidándose que la verdadera traición fue consumada por él cuando se humilló en su condición de Jefe de Estado ante el papa Juan Pablo II. Este acto, aparte de violentar los ordenamientos jurídicos en materia de Estado laico, representó la sumisión del pueblo de México ante el pontífice romano, ya que Fox no asistió a la recepción papal como un creyente más, sino como Jefe de Estado y representante de un pueblo que dejó de ser, desde hace muchas décadas, cien por ciento católico 


La figura de Benito Juárez se agiganta con el correr del tiempo. A 141 años de su muerte, su figura se mantiene viva y sigue siendo admirada por propios y extraños, aún "sin comprender en toda su magnitud lo que hizo por su patria y por la libertad de todos los pueblos oprimidos", escribió en vida Vicente Lombardo Toledano.

En su tiempo, Juárez fue un hombre amado pero también odiado. Lo amaron aquellos que saben que su obra "brinda numerosos y profundos argumentos para ponderarlo como héroe nacional por su actuación y desempeño en la toma de decisiones, enfrentando obstáculos locales e internacionales como la intervención francesa, el imperio , el mantenimiento de la república itinerante, la fidelidad de las fuerzas militares republicanas...". Lo odiaron –y lo odian aún– los grupos conservadores y clericales que califican a Juárez como un impío que persiguió a la religión y despojó sacrílegamente a la Iglesia de sus propiedades.

Han sido éstos, justamente, los que han lanzado las más absurdas calumnias y las injurias más soeces en contra de quien tuvo el mérito de levantar a la nación por encima de la Iglesia católica, algo que logró a través de la promulgación de las Leyes de Reforma. Hoy se une a los detractores de Juárez la voz de Vicente Fox Quesada, quien aseguró que se lleva de calle a todos los presidentes que han gobernado México, “incluido (Benito) Juárez”.

Esta declaración, que se antoja como una broma de muy mal gusto, produjo un alud de críticas que el ex presidente de México respondió asegurando que no puede respetar a un presidente que casi traiciona a México intentando vender el país a través del tratado Mc Lane-Ocampo. El ex presidente de México, como buen católico, recurre a una vieja calumnia, la misma que utilizaron hace 150 años los conservadores y algunos miembros de la jerarquía católica.

Al respecto, Gastón García Cantú apunta: “El tratado Mc Lane-Ocampo fue, primero, un argumento para apodar de traidores a los liberales: después cayó en olvido y cuando porfiristas de segunda, como [Francisco] Bulnes, se dieron a la tarea de “revisar” la historia de la Reforma, fue desempolvado para que la figura de Juárez no borrara la de [Porfirio] Díaz. El porfiriato hizo de la Reforma un culto a los muertos, después de haber derogado sus leyes: no fue ajeno a las calumnias contra Juárez, de ahí la respuesta de Genaro García, por ejemplo, a los episodios imaginarios de Bulnes”.

Respecto al mismo tema, Manuel Aguilera Gómez, ex regente de la Ciudad de México y ex director general del  ISSSTE, opinó: “…el proyecto final del tratado complementario del correspondiente a la Mesilla comprendía sólo derechos de transportación por diversas vías de las ciudades fronterizas norteamericanas hacia el Océano Pacífico, pero nunca implicó cesión territorial alguna, como lo pretendía la Casa Blanca (Impacto.mx, 23 de marzo de 2013).

Lombardo Toledano, mencionado en el párrafo primero de esta columna, se refirió a esas voces que, de manera infundada, calumnian la figura del Benemérito de las Américas: "Las calumnias y las injurias que durante más de un siglo han volcado contra ella los elementos conservadores de México, no han afectado su personalidad, a semejanza de la espuma de la marea que sólo llega a los pies de la montaña que domina el océano".

Tras explicar los motivos por los que el pueblo ama al ex presidente de raza indígena, Lombardo Toledano explica las razones que tienen los mexicanos ilustrados para amarle: “El intelectual –el que usa la inteligencia para conocer la verdad y captar la belleza ofreciéndolas a sus semejantes– ama a Juárez porque sabe que puso fin a la Edad Media, como concepción de la vida en América, inició la época moderna, formuló el alegato más vigoroso hasta hoy contra el imperialismo, y dio confianza a los pueblos débiles en la fuerza invencible de su derecho a vivir libres si saben defenderlo".

¿Qué le hacen a la enorme figura de Juárez las atolondradas declaraciones de quien ha sido juzgado como uno de los peores presidentes de México? Absolutamente nada. El único perjudicado es el guanajuatense, pues, aparte de quedar ante los ojos de todos como un ignorante de la historia de México, se granjea la antipatía de quienes tienen el mejor concepto del oriundo de San Pablo Guelatao, Oaxaca. La decisión de los regidores de Oaxaca, que el pasado martes declararon a Fox persona non grata, demuestra mi afirmación.


Alguien debería aconsejarle a Fox que ponga fin a sus desatinos, que no hacen sino deshonrar la memoria de un mexicano de excepción, ofendiendo de paso la inteligencia de los mexicanos y extranjeros que tienen a Juárez –como afirma Fox– en un pedestal. Es una pena que su ignorancia no le permita entender que Juárez es mucho más que frases brillantes, y que está en un sitio encumbrado no porque “todo mundo” lo haya puesto ahí, sino por su comportamiento humilde, su trabajo honrado y su innegable nacionalismo.

Publicado el sábado 20 de julio de 2013 en El Mexicano de Tijuana

martes, 23 de julio de 2013

EL BULLYING Y EL ARTÍCULO 24 CONSTITUCIONAL

Por Armando Maya Castro
Las protestas de miles de niños mexicanos, amantes de la paz social y de la convivencia armónica en las escuelas públicas, fueron ignoradas por el Poder Legislativo, quien prefirió aprobar la reforma del artículo 24 constitucional, satisfaciendo así las demandas de la Iglesia católica, interesada en suprimir el carácter laico del Estado y de la educación pública
El pasado mes de mayo, un estudio realizado por Plan Internacional reveló que actualmente el acoso escolar afecta al 70% de estudiantes de Latinoamérica, región que la citada organización calificó como la más violenta del mundo.

En el caso concreto de México, las cifras son también alarmantes. A través de uno de sus comunicados, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) dio a conocer el año pasado que cuatro de cada 10 alumnos sufren bullying. Los números de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) son similares: el 40 por ciento de los 18 millones 781 mil 875 alumnos de primaria y secundaria son víctimas de bullying. Estas cifras, hay que reconocerlo, son dolorosas y muestran la terrible realidad que tiene presencia en un sinnúmero de escuelas.

Por ello, me parece una magnífica noticia la capacitación que un especialista de Bosnia otorgará a 300 maestros jaliscienses “en temas de la cultura de la Paz para mitigar el impacto de la violencia entre iguales o bullying, informó la Comisión Nacional para la Cultura de la Paz y no Violencia. El objetivo de esta capacitación es contar con líderes sociales que empiecen a hablar y capacitar en el tema de la educación para la paz.

El presidente nacional de la Comnapaz, Hiram Valdez, destacó la capacidad del especialista bosnio, afirmando que la experiencia de éste en el conflicto de Bosnia-Herzegovina fue aplicada en las escuelas, lo que contribuyó de manera importante a la consecución de la paz.

Este tipo de acciones contra el acoso escolar son bienvenidas en un país que, de acuerdo con la OCDE, ocupa el primer lugar en casos de bullying entre estudiantes de secundaria. Dignos de reconocimiento son, asimismo, los cursos especiales que está impartiendo la CNDH, a fin de que se conozca, entienda, prevenga y combata el acoso escolar.

Ahora que la Secretaría de Gobernación ha publicado la reforma del artículo 24 constitucional, las minorías religiosas establecidas a lo largo y ancho de nuestro país han expresado su preocupación de que la modificación en cuestión incremente el bullying por motivos religiosos en las escuelas públicas.

Este tipo de acoso escolar no es nuevo. Tiene presencia en las escuelas desde hace mucho tiempo, ejerciéndose en contra de los niños y adolescentes que llegan a exteriorizar sus creencias en el entorno escolar. En Puebla, la Federación Nacional de Padres de Familia señaló que tanto en las escuelas públicas como en las privadas se han presentado casos de hostigamiento en agravio de los menores de edad que no profesan el catolicismo. Esto a pesar de que la discriminación religiosa está prohibida por la Constitución General de la República, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público y la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación.

En el año 2011, el presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco, Felipe de Jesús Álvarez Cibrián, dio a conocer que en algunas escuelas jaliscienses se han presentado casos de bullying ejercido por algunos maestros que han reprobado y exhibido a los menores de edad que se han negado a participar en la celebración del Día de Muertos, festividad católica que se ha instalado en las escuelas públicas bajo la fachada de tradición mexicana. En esta misma entidad, la Secretaría de Educación realizó una encuesta que, en lo relativo a discriminación religiosa, arrojó el siguiente resultado: el 51% de los alumnos de entre 15 y 19 años rechazan a compañeros con una religión distinta a la que profesan.


Tenga usted la seguridad que este tipo de discriminación se multiplicará en las aulas si permitimos que la Iglesia católica –apoyada en la nueva redacción del artículo 24 constitucional– implante la educación religiosa en las escuelas públicas. Permitir que prospere el proyecto educativo de esta institución es permitir que los docentes al servicio del Estado realicen el trabajo evangelizador que le corresponde hacer a los clérigos de la Iglesia católica; es permitir, asimismo, que la religión se convierta en un factor de división entre los alumnos que profesan distintas religiones, lo que con el tiempo se traducirá en un elemento de polarización social que dañará gravemente nuestra convivencia. 


Esta columna fue publicada en El Mexicano de Tijuana, el 23 de julio de 2013

jueves, 18 de julio de 2013

POLÉMICA CANONIZACIÓN

Por Armando Maya Castro
A pesar de haber conocido los crímenes sexuales del sacerdote Marcial Maciel, Juan Pablo II le otorgó siempre su amistad, bendición y protección. Las víctimas del fundador de los Legionarios de Cristo no aceptan que Jorge Mario Bergoglio eleve a los altares al papa que habiendo tenido conocimiento de las perversiones del clérigo michoacano no hizo absolutamente nada en su contra

Con el anuncio de la canonización de Juan Pablo II, diversos grupos y personas han protestado por la decisión del papa Francisco, quien muestra de esta manera su insensibilidad al dolor de miles de niños y adolescentes que fueron abusados sexualmente por un importante número de clérigos que aquél protegió en sus 27 años de pontificado.

José Martínez de Velasco, directivo de la Asociación de Víctimas de los Legionarios de Cristo (AVL), habló así de esta polémica canonización: “El pontificado de Juan Pablo II ha sido un papado excesivamente largo y, precisamente por ello, hubo sombras que deberían haberse considerado e investigado más”. En vez de ello, los promotores de la causa de canonización del pontífice polaco le dieron más importancia a las supuestas luces de su papado.

John Pilmaier, de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés), se refirió a este tema en los siguientes términos: “Esta movida (la canonización de Juan Pablo II) embarra el profundo y aún fresco escándalo de las víctimas de abusos sexuales”. Al abundar sobre la decisión papal, el  mencionado activista añadió: “A pesar de haber sido papa durante décadas, Juan Pablo II no hizo nada para proteger a esta gente”.

La decisión de canonizar a Karol Wojtyla contradice la reforma del papa Francisco, que supone “la continuación” de la lucha contra la pederastia clerical. Por una parte endurece las penas contra la pederastia en el Vaticano, y por la otra resuelve canonizar a quien protegió a varios sacerdotes pederastas, entre ellos al extinto fundador de la congregación de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado.

Aunque algunas voces del Vaticano han señalado que "Juan Pablo II no estaba en conocimiento de la doble personalidad del padre Maciel", lo cierto es que siempre estuvo enterado de los abusos sexuales de aquél. Tal vez haya desconocido la relación que sostuvo con Blanca Estela Lara Gutiérrez y el abuso en agravio de los dos hijos que procreó con ella, pero nada ignoraba sobre los abusos cometidos por Maciel en contra de los jóvenes seminaristas.

¿En qué se basan quienes sostienen que Juan Pablo II tenía conocimiento de estas inmoralidades? En la carta abierta que ocho ex Legionarios de Cristo enviaron al papa en noviembre de 1997. En ella, las víctimas del clérigo michoacano declaraban “la terrible y dolorosa verdad del oscuro mal oculto (…) durante más de cuatro décadas, acerca de la encubierta conducta inmoral del mismo fundador y superior general de la Legión de Cristo, el Padre Marcial Maciel Degollado”.

Por esta carta, Juan Pablo II se enteró que su protegido era adicto al demerol, un potente tranquilizante que “conseguía gracias a sus seminaristas, que se lo administraban regularmente…”. Félix Alarcón, una de sus víctimas, asegura que su superior se inyectaba, además, una sustancia derivada de la morfina. Estas drogas –refiere Alarcón– las conseguían los seminaristas por indicaciones de su líder.

A pesar de estas evidencias, el concepto de Wojtyla sobre este siniestro personaje siguió siendo el que tenía de él desde 1994, año en que lo calificó como “guía eficaz de la juventud”. Observe usted el porqué de mi aseveración: el 30 de noviembre de 2004, con motivo del 60 aniversario de la ordenación sacerdotal del entonces líder de la Legión, Juan Pablo II le impartió una bendición apostólica especial: “Mi afectuoso saludo se dirige ante todo al querido padre Maciel, al que de buen grado acompaño con mis más cordiales deseos de un ministerio sacerdotal colmado de los dones del Espíritu Santo”.

Aparte de la carta abierta antes mencionada, dos de las víctimas denunciaron “por las vías y protocolos canónicos oficiales, establecidos por las instancias vaticanas pertinentes, parte gravísima de los males” que ese año habían revelado a un diario norteamericano (Hartford Courant, 23 de febrero de 1997). Estos datos dejan en claro que el futuro santo del catolicismo sabía demasiado sobre las perversiones del pederasta Maciel.

Pese a toda esta información, no se abrió ningún proceso canónico ni se ordenó ninguna investigación a fondo en contra de Maciel, quien siguió siendo, como sostiene el investigador Bernardo Barranco, “un referente obligado y (…) un consultor de todas las confianzas del pontífice polaco en temas relacionados con vocaciones, clero y diferentes frentes en América Latina”.

La canonización de Juan Pablo II no logrará borrar el estigma que pesa sobre él desde hace mucho tiempo. Lo que sí logrará es que Francisco no pase a la historia como el gran reformista que pretende ser, sino como el papa que elevó a los altares al pontífice romano que dejó en la impunidad los actos delincuenciales de cientos de sacerdotes, en especial los de su amigo Marcial Maciel. 

sábado, 13 de julio de 2013

LOS POLÍTICOS Y EL ESTADO LAICO




Por Armando Maya Castro


Desde la llegada de Vicente Fox a la presidencia de la República, los atropellos al Estado laico se han multiplicado
Hasta hace algún tiempo, los atentados contra el Estado laico eran perpetrados únicamente por los políticos del Partido Acción Nacional, que se ha caracterizado por su animadversión a la laicidad del Estado mexicano. El triunfo electoral de Vicente Fox Quesada, el 2 de julio de 2000, generó temor en millones de mexicanos con relación al tema religioso, porque por primera vez en muchas décadas nuestro país sería gobernado por un presidente declaradamente católico.

Desde el arranque de su campaña presidencial, en septiembre de 1999, Fox se asumió cristero y enarboló el estandarte de la guadalupana. Tiempo después, en busca del voto católico y de la simpatía del clero, entregó a la jerarquía católica un “decálogo” de compromisos “que contemplaba con formulaciones eufemísticas aspectos como la política antiaborto, la educación religiosa, así como el acceso a medios y a instituciones hospitalarias”, sostiene el investigador Edgar González Ruiz.
Aunque prometió respetar el Estado laico, sus excesos religiosos fueron una constante a lo largo de su administración. Contra lo que establece la Constitución y la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, el primer día de su mandato acudió a la Basílica de Guadalupe a implorar la ayuda de la guadalupana. En la quinta visita de Juan Pablo II a México besó el anillo de éste, exhibiendo un desprecio absoluto hacia el Estado laico.
Esta historia de atropellos a la Carta Magna se repitió en la administración de Felipe Calderón Hinojosa, quien tuvo la osadía de declarar guadalupanos a todos los habitantes de México, hiriendo así los sentimientos de más de 18 millones de mexicanos que no se identifican ni con el catolicismo ni con el guadalupanismo. Su fe en la virgen de Guadalupe y su intención de imponer dicho culto al pueblo de México no le favorecieron en su guerra contra el crimen organizado, que dejó un saldo preliminar de 70 mil muertos, según cifras proporcionadas por la Secretaría de Gobernación (Segob).
Calderón creía que los altos índices de violencia en México disminuirían con la visita de Benedicto XVI. Convencido de ello lo invitó hasta en tres ocasiones a nuestro país. La última de estas invitaciones tuvo lugar el 1 de mayo de 2011, en el marco de la visita que el michoacano realizó al Vaticano con motivo de la beatificación de Juan Pablo II. Esta invitación, por los términos en que se efectuó, fue calificada por Adolfo Sánchez Rebolledo como “un desesperado llamado de auxilio, impropio entre jefes de Estado”: “Santo padre, gracias por su invitación, gracias a usted y a la Iglesia. Le traigo una invitación del pueblo mexicano […] Estamos sufriendo por la violencia. Ellos lo necesitan más que nunca, estamos sufriendo. Lo estaremos esperando”.
Esto se volvió tan frecuente y común en los sexenios panistas, que los mexicanos prefirieron guardar silencio en vez de exigir respeto a la Constitución y a las leyes que establecen derechos y obligaciones en materia religiosa. Hoy ya no está el PAN en el poder, pero muchos políticos de nuestro tiempo –panistas, priístas y perredistas– siguen violentando con cinismo el Estado laico. Veamos los hechos.
El 15 de diciembre de 2011, los diputados de los tres principales partidos políticos de México aprobaron la reforma del artículo 24 constitucional, cuya intención es la eliminación del carácter laico en el sistema educativo y en la función pública.
Desde entonces, los antiguos defensores del legado de Benito Juárez han puesto en jaque la laicidad del Estado mexicano. Varios políticos del PRI y del PRD han actuado como procedían en el pasado los políticos de Acción Nacional. Se trata de políticos que defienden discursivamente el principio histórico de la separación del Estado y las iglesias, la laicidad estatal y la educación laica, pero que en los hechos demuestran lo contrario.
La organización República Laica, que prometió denunciar a 12 de ellos ante la Segob, debería de añadir a su lista de infractores al gobernador del estado de Morelos Graco Ramírez, quien acudió esta semana a la toma de posesión de monseñor Ramón Castro Castro como nuevo obispo de Cuernavaca. En el citado evento, al que acudieron el cardenal Norberto Rivera y el nuncio apostólico Christopher Pierre, el mandatario morelense –en abierta violación al Estado laico– dijo ver en el nuevo obispo “un aliado” para salir adelante en temas como la seguridad y la paz.
Por ello, me parece digno de elogio el punto de acuerdo que presentó el diputado federal Andrés Eloy Martínez Rojas ante la Comisión Permanente para exhortar a la Segob a investigar y sancionar a las autoridades estatales y municipales que han transgredido el principio de laicidad del Estado mexicano. Ojalá que esta acción prospere y que la Segob se decida a intervenir en defensa del Estado laico.

DISCRIMINACIÓN RELIGIOSA



Por Armando Maya Castro
 
Las leyes de México no han logrado erradicar la discriminación religiosa, un flagelo que el Estado y la sociedad deben combatir con mayor firmeza
Aunque el derecho a la libertad religiosa está consagrado en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la discriminación por motivos religiosos sigue siendo un problema grave en nuestro país. La Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (Enadis 2010) reveló que “cuatro de cada diez personas que viven en comunidades mayoritariamente católicas, consideran que la religión es un importante factor de división en la comunidad”.

La discriminación en general es un problema que se halla presente en todo el mundo, y que se niega a desaparecer a pesar de las leyes y de los esfuerzos que los Estados despliegan en su afán por erradicarla. Su gravedad es de tal magnitud, que en 1995 la UNESCO se manifestó alarmada ante “la intensificación actual de los actos de intolerancia, violencia, terrorismo, xenofobia, nacionalismo agresivo, racismo, antisemitismo, exclusión, marginación y discriminación perpetrados contra minorías nacionales, étnicas, religiosas y lingüísticas, refugiados, trabajadores migrantes, inmigrantes y grupos vulnerables de la sociedad...”.

A través de los siglos, la discriminación religiosa ha ocasionado muchísimo dolor y ha sido la base de varios conflictos sangrientos. Por ejemplo, las guerras de religión francesas, que en el siglo XVI enfrentaron a los católicos con los hugonotes, teniendo como desenlace la masacre de la noche de San Bartolomé (24 de agosto de 1572). Pero veamos el caso específico de México, donde la discriminación religiosa sigue violando los derechos humanos básicos y desafiando todas las normas de las leyes democráticas. 

En el México actual, existen personas y grupos que se niegan a aceptar la realidad de nuestra nación en materia religiosa. Son mentes que quisieran el retorno de los viejos tiempos, en los que la religión única era el catolicismo, sin tolerancia para ninguna otra. Con este tipo de mentalidad resulta complicado admitir que los seres humanos tienen el derecho inalienable de escoger su religión y conducirse conforme a sus principios.

Para resolver este problema debe aceptarse que México es un país religiosamente plural, tal como lo demuestran las 7,790 asociaciones religiosas registradas ante la Segob. Este dato es contundente y corrobora que la pluralidad religiosa en nuestro país es una realidad innegable. 

Por desgracia, algunos medios han contribuido a magnificar el problema de la discriminación religiosa. Lo han hecho al exhibir la diversidad religiosa como algo extravagante y como un peligro que atenta contra la unidad de las familias y de la nación. Esta actitud no ayuda a que nuestra sociedad vea la pluralidad religiosa como un valor social que merece ser justipreciado. Tampoco coadyuva a que se le valore como una expresión de la riqueza cultural e identitaria de una sociedad moderna y desarrollada como la nuestra. 

Las declaraciones intolerantes e irresponsables de algunos clérigos han contribuido también al agravamiento del problema. Me refiero a esas campañas de odio en contra de las minorías religiosas, despectivamente llamadas sectas por sus detractores. El ejemplo más claro lo tenemos en el otrora nuncio apostólico en México, Girolamo Prigione, quien describió así a los grupos religiosos minoritarios: “"las sectas son moscas que hay que matar a periodicazos". 

México ha definido un marco jurídico de lucha contra la discriminación que es bastante claro: el artículo 1° de nuestra Carta Magna consagra el principio universal de prohibir todo tipo de discriminación: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las capacidades diferentes, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”. 

Por su parte, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público dispone en su artículo 2°, inciso c): “El Estado mexicano garantizará a favor del individuo, los siguientes derechos y libertades en materia religiosa: no ser objeto de discriminación, coacción u hostilidad por causa de sus creencias religiosas…”.   

No podemos soslayar la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, cuyo objeto es “prevenir y eliminar todas las formas de discriminación que se ejerzan contra cualquier persona…” (Artículo 1°). Este ordenamiento jurídico establece como conducta discriminatoria, entre otras: “Limitar la libre expresión de las ideas, impedir la libertad de pensamiento, conciencia o religión, o de prácticas o costumbres religiosas, siempre que éstas no atenten contra el orden público” (Artículo 9, fracción XVI).

A pesar de la claridad de nuestro marco jurídico, la mayoría de las veces éste no resulta especialmente útil para las minorías religiosas, quienes lamentan que la mayoría de los casos de intolerancia y discriminación religiosa queden en la más absoluta impunidad. Lo que sucede en Los Altos de Chiapas es, en mi opinión, el mejor ejemplo.