martes, 30 de julio de 2013

LOS EVANGÉLICOS EN LA MIRA DEL PAPA

Por Armando Maya Castro

¿Qué métodos pensará emplear el papa Francisco para intentar que los católicos que se han ido con los evangélicos vuelvan a la Iglesia católica?

Las actividades y el discurso del papa Francisco en Brasil evidenciaron que en su pontificado buscará contener el éxodo de católicos a otras religiones y lograr el retorno de que quienes han abandonado la Iglesia católica.

Jorge Mario Bergoglio, que lamenta la deserción de católicos en ese país sudamericano, está convencido que aún es posible el retorno de los evangélicos al catolicismo. Este pensamiento lo impulsó a pedir a los obispos que reflexionen “por qué miles de católicos han abandonado la Iglesia [católica] para afiliarse a congregaciones protestantes y pentecostales, que han crecido exponencialmente, particularmente en las favelas”.

Al referirse a los motivos del declive católico, el pontífice argentino expresó: “A veces perdemos fieles porque no comprenden lo que estamos diciendo, porque hemos olvidado el lenguaje de lo simple e importamos un intelectualismo extraño a nuestro pueblo”.

Antes de ascender a la silla papal, Joseph Ratzinger se refirió a este tema en los siguientes términos: “El declive de la Iglesia que vivimos es en buena medida debido a las rupturas espirituales, la desorientación y la desmoralización". Aunque el alemán no mencionó en ese tiempo los desatinos doctrinales ni los escándalos financieros y de abuso sexual asociados a la Iglesia católica, lo cierto es que estas desviaciones han sido la principal causa de la severa crisis por la que atraviesa la Iglesia romana.

En su libro El gato en la sacristía, el escritor Francisco Pérez de Antón, de origen español y nacionalizado guatemalteco en 1965, nos regala "un largo catálogo de causas que han venido cortando los lazos de la sociedad con los ministros de la Iglesia católica". Para el citado autor, además de las causas mencionadas por Ratzinger, el declive católico ha sido atribuido "al vertiginoso cambio experimentado por la conciencia humana a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Al inexorable avance del humanismo secular, debido a la revolución bolchevique, primero, y a la capitalista, después. Al abaratamiento de los viajes y a las migraciones masivas que han venido rompiendo los estados monoculturales y los ha transformado lentamente en territorios de múltiples credos. A la revolución tecnológica y científica que, a partir de los años cincuenta, difunde una teoría del cosmos muy distinta a la sustentada por el credo católico. A la sociedad de consumo, por su propensión al hedonismo y su falta de tiempo para asistir a los ritos. Y por último, aunque no menos importante, a la evolución y desarrollo de la biología molecular, las computadoras, los nuevos medios de información, la medicina y algunas profesiones subsitutas de las funciones tradicionales de la Iglesia, como el siquiatra o el asistente social”.

Las señales del decremento en cuestión se manifiestan de diversas maneras, entre ellas las siguientes: en la disminución de la población que afirma ser católica; en la constante declinación del número de sacerdotes, prueba irrefutable de la crisis vocacional que afecta a la Iglesia romana; en el notorio distanciamiento de las prácticas morales sancionadas por el catolicismo, (comportamiento sexual, anticoncepción, aborto, divorcios, etcétera), en la disminución del número de practicantes en ceremonias como la misa y la práctica de los sacramentos.

Pérez de Antón, tras hablar de homosexualidad y pederastia clerical, así como de las penas insignificantes –por no decir inexistentes– que por mucho tiempo se “impusieron” a los sacerdotes pedófilos, se pregunta: “¿A quién le puede extrañar, vistos los hechos, el creciente desafecto de los fieles, la falta de asistencia a los templos, la migración a otras religiones y el declive del catolicismo en todo el mundo?".

El papa está resuelto a buscar a quienes abandonaron la fe católica. Así lo indica su llamado a los sacerdotes y el mensaje que dirigió a los jóvenes que se reunieron en la pasada Jornada Mundial de la Juventud. Tan decidido está, que en su estancia en Brasil acudió a un templo evangélico de la comunidad de Varginha, en el Complejo de Manguinhos. En ese lugar, el papa rezó con el pastor y los miembros de la Iglesia Asambleas de Dios, según informó el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi.


No es la primera vez que el papado procura el retorno de quienes han abandonado la fe católica. En el siglo XII, diversos predicadores católicos intentaron frenar el crecimiento de los albigenses y volverlos al “redil”. Vanos resultaron los esfuerzos que en 1145 realizó Bernardo de Claraval, quien arribó al Languedoc convencido de que persuadiría a los cátaros. Para lograrlo, organizó una misa en Albi, en donde reunió únicamente a diez personas. En Verfeil tuvo llenó total, aunque las personas que asistieron lo hicieron para increpar su predicación. Infructuosos fueron también los esfuerzos que seis décadas después realizó Domingo de Guzmán en el mismo lugar. Tras estos fallidos intentos, el papa Inocencio III ordenó la sangrienta cruzada contra los albigenses. El objetivo: reducir mediante el uso de la fuerza el crecimiento cátaro. La humanidad espera que la empresa de Bergoglio no contemple acciones intolerantes en contra de la comunidad evangélica. Por nada del mundo debemos permitir que algo así vuelva a suceder. 

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