Por Armando Maya Castro
La
figura de Benito Juárez se agiganta con el correr del tiempo. A 141 años de su
muerte, su figura se mantiene viva y sigue siendo admirada por propios y
extraños, aún "sin comprender en toda su magnitud lo que hizo por su
patria y por la libertad de todos los pueblos oprimidos", escribió en vida
Vicente Lombardo Toledano.
En
su tiempo, Juárez fue un hombre amado pero también odiado. Lo amaron aquellos
que saben que su obra "brinda numerosos y profundos argumentos para
ponderarlo como héroe nacional por su actuación y desempeño en la toma de
decisiones, enfrentando obstáculos locales e internacionales como la
intervención francesa, el imperio , el mantenimiento de la república
itinerante, la fidelidad de las fuerzas militares republicanas...". Lo
odiaron –y lo odian aún– los grupos conservadores y clericales que califican a
Juárez como un impío que persiguió a la religión y despojó sacrílegamente a la
Iglesia de sus propiedades.
Han
sido éstos, justamente, los que han lanzado las más absurdas calumnias y las injurias
más soeces en contra de quien tuvo el mérito de levantar a la nación por encima
de la Iglesia católica, algo que logró a través de la promulgación de las Leyes
de Reforma. Hoy se une a los detractores de Juárez la voz de Vicente Fox
Quesada, quien aseguró que se lleva de calle a todos los presidentes que han
gobernado México, “incluido (Benito) Juárez”.
Esta
declaración, que se antoja como una broma de muy mal gusto, produjo un alud de
críticas que el ex presidente de México respondió asegurando que no puede
respetar a un presidente que casi traiciona a México intentando vender el país
a través del tratado Mc Lane-Ocampo. El ex presidente de México, como buen
católico, recurre a una vieja calumnia, la misma que utilizaron hace 150 años
los conservadores y algunos miembros de la jerarquía católica.
Al
respecto, Gastón García Cantú apunta: “El tratado Mc Lane-Ocampo fue, primero,
un argumento para apodar de traidores a los liberales: después cayó en olvido y
cuando porfiristas de segunda, como [Francisco] Bulnes, se dieron a la tarea de
“revisar” la historia de la Reforma, fue desempolvado para que la figura de
Juárez no borrara la de [Porfirio] Díaz. El porfiriato hizo de la Reforma un
culto a los muertos, después de haber derogado sus leyes: no fue ajeno a las
calumnias contra Juárez, de ahí la respuesta de Genaro García, por ejemplo, a
los episodios imaginarios de Bulnes”.
Respecto
al mismo tema, Manuel Aguilera Gómez, ex regente de la Ciudad de México y ex
director general del ISSSTE, opinó: “…el
proyecto final del tratado complementario del correspondiente a la Mesilla
comprendía sólo derechos de transportación por diversas vías de las ciudades
fronterizas norteamericanas hacia el Océano Pacífico, pero nunca implicó cesión
territorial alguna, como lo pretendía la Casa Blanca (Impacto.mx, 23 de marzo
de 2013).
Lombardo
Toledano, mencionado en el párrafo primero de esta columna, se refirió a esas
voces que, de manera infundada, calumnian la figura del Benemérito de las
Américas: "Las calumnias y las injurias que durante más de un siglo han
volcado contra ella los elementos conservadores de México, no han afectado su
personalidad, a semejanza de la espuma de la marea que sólo llega a los pies de
la montaña que domina el océano".
Tras
explicar los motivos por los que el pueblo ama al ex presidente de raza
indígena, Lombardo Toledano explica las razones que tienen los mexicanos
ilustrados para amarle: “El intelectual –el que usa la inteligencia para
conocer la verdad y captar la belleza ofreciéndolas a sus semejantes– ama a
Juárez porque sabe que puso fin a la Edad Media, como concepción de la vida en
América, inició la época moderna, formuló el alegato más vigoroso hasta hoy
contra el imperialismo, y dio confianza a los pueblos débiles en la fuerza
invencible de su derecho a vivir libres si saben defenderlo".
¿Qué
le hacen a la enorme figura de Juárez las atolondradas declaraciones de quien
ha sido juzgado como uno de los peores presidentes de México? Absolutamente
nada. El único perjudicado es el guanajuatense, pues, aparte de quedar ante los
ojos de todos como un ignorante de la historia de México, se granjea la
antipatía de quienes tienen el mejor concepto del oriundo de San Pablo
Guelatao, Oaxaca. La decisión de los regidores de Oaxaca, que el pasado martes
declararon a Fox persona non grata, demuestra mi afirmación.
Alguien
debería aconsejarle a Fox que ponga fin a sus desatinos, que no hacen sino
deshonrar la memoria de un mexicano de excepción, ofendiendo de paso la
inteligencia de los mexicanos y extranjeros que tienen a Juárez –como afirma
Fox– en un pedestal. Es una pena que su ignorancia no le permita entender que
Juárez es mucho más que frases brillantes, y que está en un sitio encumbrado no
porque “todo mundo” lo haya puesto ahí, sino por su comportamiento humilde, su
trabajo honrado y su innegable nacionalismo.
Publicado el sábado 20 de julio de 2013 en El Mexicano de Tijuana
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