Por Armando Maya Castro
México
es una República laica. Es así desde el 30 de noviembre de 2012, fecha en que
se reformó en su integridad, por decreto publicado en el Diario Oficial de la
Federación, el artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, quedando como sigue: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse
en una República representativa, democrática, laica, federal, compuesta de
Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior…”.
En
una República laica como la nuestra, las directrices y políticas públicas las
marca el interés nacional, es decir, el interés de la colectividad y no el
interés religioso. Lamentablemente, en nuestro país “todavía hoy algunos
partidos y funcionarios públicos acuden a las autoridades religiosas en busca
de legitimidad política, por lo que la laicidad sigue siendo un horizonte al
cual es necesario dirigirse”, afirma Roberto Blancarte, experto en temas de
religión.
En lo
que va de la actual administración, así como en los anteriores dos sexenios,
hemos sido testigos del proceder anticonstitucional de varios funcionarios
públicos de los tres niveles de gobierno, quienes han atropellado el carácter
laico del Estado, procediendo como lo hacían los gobernantes en los tiempos del
México confesional.
En
junio pasado, República Laica –coalición integrada por organizaciones y
políticos interesados en la preservación
y consolidación del Estado laico– anunció que emprendería un proceso de
denuncias en contra de 12 funcionarios públicos de los tres niveles de gobierno
y dirigentes partidistas que han violentado el Estado laico. Informó, asimismo, que exigiría la
destitución de la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes, por vulnerar el
Estado laico al entregar las llaves de la ciudad que gobierna a Jesucristo,
violando así los artículos 40 y 130 constitucionales, así como el 3°, 25 y 29
de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.
La
Secretaría de Gobernación, a pesar de saber que estas violaciones han sido
perpetradas por quienes juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución General
de la República y las leyes que de ella emanan, se ha negado a castigar
conforme a la ley a los servidores públicos que han cometido tales infracciones.
La
inacción de Gobernación, que es la instancia encargada de “vigilar el
cumplimiento de las disposiciones constitucionales y legales en materia de
culto público, iglesias, agrupaciones y asociaciones religiosas”, contribuye a
fomentar el clima de impunidad produciendo en otros actores políticos y
religiosos el desprecio por la ley.
Prueba
de lo anterior es lo que sucede actualmente en el estado de Guerrero, donde el
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), asignó 27 millones de
pesos para la construcción del centro cultural Cristo Rey. Esta asignación
económica, calificada como “anticonstitucional e inmoral” por miembros de la
comunidad cultural guerrerense, es uno de los casos más recientes en materia de
violaciones al Estado laico.
Los
inconformes, aparte de recordarnos que en un Estado laico el gobierno no debe
otorgar este tipo de privilegios a las iglesias, nos anticipan que pedirán a la
comisión de cultura del Congreso que se haga una investigación minuciosa del
caso a fin de verificar el proyecto del centro cultural.
El
poeta Antonio Salinas lamentó la actitud del gobierno, quien asegura no tener recursos
económicos cuando se trata de apoyar proyectos culturales de beneficio
ciudadano, pero cuando se trata de otorgar recursos para proyectos católicos el
diputado federal priísta Manuel Añorve Baños baja esos recursos “con la mano en
la cintura”. Salinas se refirió al teatro Domingo Soler y a la Casa de la
Máscara, edificios que se encuentran en mal estado y necesitan ser remodelados,
algo que no se ha hecho porque el gobierno declara no tener recursos.
Otro
crítico de la asignación de Conaculta es Cuauhtémoc Contreras, de la Fundación
Lucio Vive, quien considera que “el arzobispo Carlos Garfias Merlos debe dar
una explicación y debe decir por qué aceptó el disfraz que utilizó el
legislador para bajar esos millones, porque dijeron que actualmente por falta
de recursos económicos se han suspendido las becas a los creadores”.
Estará de acuerdo conmigo que
algo debe hacer Gobernación para evitar que casos como estos se reproduzcan en
otros estados de la República, sobre todo sabiendo que en el pasado reciente la
sociedad mexicana ha rechazado con energía este tipo de asignaciones. La
reacción de los jaliscienses por el caso de la “macrolimosna” del ex gobernador
Emilio González Márquez es el mejor ejemplo. Muy pocos vieron con buenos ojos
que el ex mandatario jalisciense haya destinado una partida económica del
erario para financiar la edificación de un recinto religioso, consagrado a la
veneración de los mártires cristeros, quienes de 1926 a 1929 se opusieron con
las armas a las instituciones del Estado mexicano. En Jalisco el rechazó al
proceder de González Márquez fue categórico, lo mismo que se rechaza en
Guerrero el proceder del diputado Añorve Baños.
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