Por Armando Maya Castro
Calderón se marcha dejando tras de sí una estela de violencia, dolor y muerte |
Desde
el primer minuto del día de hoy, Enrique Peña Nieto es el presidente
constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; releva en el cargo a Felipe
Calderón Hinojosa, quien priorizó la lucha contra la delincuencia organizada, negándose
a escuchar las voces que en el transcurso de su administración le pidieron modificar
su estrategia anticrimen.
La
guerra contra el narcotráfico, “criticada por su improvisación y por la
imprevisibilidad de los costos en vidas humanas”, en vez de resolver el problema,
lo agravó: las organizaciones criminales que operan en México se multiplicaron
en los últimos seis años, reveló hace algunas semanas el Gabinete de Seguridad
Nacional.
El
de Calderón pasa a la historia como un sexenio marcado con la impronta de la
violencia, con historias de ejecuciones (83 mil según el Semanario Zeta), daños
colaterales, violaciones a los derechos humanos y otros actos de crueldad bien
conocidos. A lo largo de esa administración, los mexicanos experimentamos el
miedo y la inseguridad como nunca antes. Calderón conocía perfectamente bien
los temores de la población, pero en vez de remediaros se limitó a decirnos que
las acciones del Estado eran correctísimas y que todo era por nuestro bien y
por el de nuestros hijos.
Los
spots pagados por el gobierno federal nos repetían hasta el cansancio que,
gracias a las acciones de la Policía Federal, del Ejército y la Marina, los capos
de las drogas iban cayendo uno tras otro. Lo cierto es que las acciones anti
narco y la captura de más de 3 mil narcotraficantes no debilitaron –como se pretendía–
la estructura de los cárteles de las drogas, los cuales siguen operando gracias
a la corrupción, impunidad, complicidad e indiferencia de algunas autoridades
de gobierno.
Calderón
se marcha admitiendo insuficiencias en su gobierno, pero convencido de que hizo
lo correcto; así lo expresó en su mensaje de despedida, transmitido en cadena
nacional el pasado miércoles. Ese día nos dijo, con base en qué, no lo sé, que
deja un país “distinto y mejor”.
Tiene
razón cuando afirma que deja un país distinto, pero no la tiene cuando asegura
que hoy México es mejor que hace seis años. Si así fuera, tenga usted la
seguridad que el PAN no hubiera sufrido una derrota tan estrepitosa en las
elecciones del pasado 1 de julio. La Comisión de Evaluación y Mejora, creada
por el PAN para conocer las razones de su más reciente derrota electoral, ubica
al mal trabajo de Calderón en el gobierno como uno de los factores de la
derrota panista.
Algunos
expertos en economía y finanzas destacan algunas cosas buenas en el sexenio que
ya expiró: finanzas públicas sanas, avance en infraestructura carretera y un
saldo positivo en lo que concierne a salud pública. Estos avances, el económico
sobre todo, no se refleja en el bolsillo de millones de mexicanos que viven una
dramática situación de pobreza a lo largo y ancho del país. En la
administración del michoacano, el número de pobres aumentó en 12 millones. Hoy
por hoy, la pobreza afecta a 52 millones de mexicanos, y 30 que son vulnerables
a estar en dicha condición.
Es
también lamentable la falta de resultados del gobierno saliente en lo que
concierne a generación de empleos. Calderón, quien se autonombró a lo largo de
su campaña electoral como el presidente del empleo, no logró cumplir la promesa
de crear 800 mil empleos formales al año. Duele decirlo, pero hoy, más de 20
millones de mexicanos están desempleados. De éstos, 14 millones se han colocado
en el comercio informal.
Algunos
actores políticos elogian el trabajo de Calderón en materia de libertades,
asegurando que México goza actualmente de la más amplia libertad de expresión;
afirman que nunca antes como ahora se ha permitido la libre expresión de las
ideas y las críticas a las autoridades. Estos políticos ignoran voluntariamente
que la Organización de las Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos han evaluado a México como el país más peligroso de América
para ejercer el periodismo. Los 82 periodistas asesinados en la administración calderonista
corroboran el recuento de estos dos organismos internacionales.
@armayacastro
Publicado el 01 de diciembre de 2012 en el diario El Mexicano de Tijuana
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