sábado, 22 de diciembre de 2012

EL MUNDO SIGUE SU CURSO



Por Armando Maya Castro

El supuesto fin del mundo generó diversas reacciones


Transcurrió el 21 de diciembre de 2012 y el mundo sigue en pie; no se ha acabado ni ha sufrido el daño catastrófico que algunas voces –fundamentándose en una errada interpretación del calendario maya– pronosticaron que ocurriría el día de ayer. 

Las profecías que anuncian el fin del mundo no son nuevas; son tan antiguas como la humanidad misma. Vaticinios así abundaron estando próxima la llegada del año 1000 d. C. Muchos religiosos, convencidos del inminente fin de todas las cosas, anunciaron que al acabarse el último minuto del primer milenio de nuestra Era, se acabaría también el mundo y todo lo que en él habita. 

En la Edad Media, el papa Silvestre II, instruido en filosofía, matemáticas y astronomía, le entró también al juego de las predicciones, afirmando que la humanidad llegaría a su fin apenas iniciara el primer milenio. De esa manera soslayó lo que Jesucristo el Hijo de Dios enseñó a sus apóstoles acerca del fin del mundo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles, sino sólo mi Padre” (Cfr. Mt. 24:36). 

Ante la supuesta inminencia del fin que entonces se anunciaba, el pontífice romano y el emperador Otón III suspendieron sus diferencias de carácter político. Mucha gente de la época se trasladó a Jerusalén, vendió sus propiedades y las regaló a los pobres, dejó sus tierras sin arar, pensando que no tenía sentido trabajarlas si el mundo se iba a terminar. A partir de entonces, comenzó a llamarse milenaristas (por los mil años) a quienes, basados en determinados cálculos, predecían el fin del mundo y anunciaban el comienzo de una nueva era. El año 1000 llegó y nada sucedió.

A través de los tiempos, adivinos, astrólogos y religiosos han fijado diversas fechas para el fin del mundo. Luego de los fallidos vaticinios del año 1000, algunos teóricos explicaron que el cálculo del fin para el año 1000 se había hecho mal, "pues los mil años habrían de pasar desde la fecha de la muerte de Cristo y no desde su nacimiento. Por tanto, el fin del mundo ocurriría en el año 1033”. 

El mundo no se acabó en esa fecha, como tampoco las predicciones en ese sentido. En 1179, el astrólogo Juan Toledo hizo circular panfletos que señalaban que el mundo llegaría a su fin el 23 de septiembre de 1186, fecha en la que –según el pronosticador– los planetas conocidos se reunirían en la constelación de libra. La predicción impactó tanto que terminó por convencer al emperador bizantino y al arzobispo de Canterbury, quien llamó a un día de recogimiento. 

Tiempo después, el abad italiano Joaquín de Fiore afirmó que el fin del mundo estaría previsto para el año 1260. A medida que se acercaba la fecha predicha por el monje cisterciense, se volvieron frecuentes las autoflagelaciones colectivas y se multiplicaron las inquietudes escatológicas, en particular entre los mendicantes. En el libro “Fraudes, engaños y timos de la historia”, escrito por Gregorio Doval Huescas, se afirma que "en junio de 1523, adivinos y astrólogos londinenses profetizaron que un diluvio destruiría la ciudad de Londres el 1 de febrero de 1524. Esta predicción provocó la huida de más de veinte mil londinenses al llegar esa fecha".

Espiritistas y líderes religiosos de diversas iglesias, como los adventistas y testigos de Jehová, han  anunciado el fin del mundo sin que se cumplan sus predicciones. El caso concreto de los testigos de Jehová es peculiar, ya que esta organización completó en 1984 su record de 9 predicciones falsas. Las anteriores fechas fueron: 1874, 1878, 1881, 1910, 1914, 1918, 1925 y 1975. En 1984, esta organización declaró que dejaría de hacer este tipo de predicciones.

Las personas y grupos –religiosos o no– que han anunciado el exterminio de la raza humana han cometido el error de ir más allá de lo que está escrito en las Sagradas Escrituras, quebrantando así una importante regla de interpretación bíblica recomendada por el Apóstol Pablo: “para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito” (Cfr. 1 Co. 4:6). Cuando se piensa, se dice y se enseña más de lo que quedó asentado en las Sagradas Escrituras, el hombre se equivoca y hace que quienes creen en sus palabras y predicciones se equivoquen de la misma manera. 

Una cosa debe quedarnos clara a todos: lo que el Señor Jesucristo enseñó hace cerca de 2 mil años, en el sentido de que el día y la hora del fin únicamente las sabe Dios, sigue vigente. Atreverse a ir más allá de las palabras del Hijo de Dios es una altivez que invade la esfera exclusiva de Dios. 

@armayacastro




@armayacastro

No hay comentarios:

Publicar un comentario