Por Armando Maya Castro
Los rostros de la intolerancia religiosa en Jalisco y Chiapas |
Uno de los problemas que más lastiman a los mexicanos son
las constantes violaciones a la libertad de creencias religiosas. Estos casos se
verifican todos los días y en todas partes, aunque son más frecuentes en las
comunidades indígenas que se rigen bajo el sistema de usos y costumbres, donde
se incumplen las leyes y se desconoce el derecho de las personas a cambiar de
religión o de creencia.
Desde
hace tiempo, los principales focos rojos por intolerancia religiosa permanecen
encendidos en varios municipios de Chiapas, Hidalgo, Puebla y Oaxaca. El estado
de Jalisco, caracterizado por su conservadurismo, ha sido también escenario de
este tipo de conflictos. Los casos han sido varios, pero me referiré
concretamente a uno que fue noticia a nivel nacional.
En agosto
de 2005, ochenta huicholes apostólicos, bautistas y adventistas de la comunidad
de Agua Fría, municipio de Mezquitic, fueron amenazados y desplazados por ejercer
su derecho a cambiar de religión. La violencia de los católicos los obligó a
huir de su comunidad y buscar refugio en un templo apostólico de la ciudad de
Tepic, Nayarit, donde recibieron el apoyo de Oscar Herrera López, en ese tiempo
presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Nayarit (CDHN).
Cuando explicó
la situación de los desplazados, el ombudsman nayarita declaró que el gobierno
jalisciense "se ha destacado por ser insensible a estos problemas".
Al abundar sobre la incapacidad del gobierno que encabezaba Francisco Ramírez
Acuña, Herrera López dijo: “Nosotros desde julio tratamos de evitar que el
asunto llegara a mayores, ya que a quienes profesan una religión diferente a la
católica les habían puesto un ultimátum para abandonar sus tierras. Por eso
buscamos que tuvieran condiciones que el gobierno de Jalisco no les ha dado, y
esto hay que decirlo”. (La Jornada,
26 de agosto de 2005).
Este evento de intolerancia religiosa obligó la intervención
de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), quien emitió su
recomendación 07/2008 al gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez,
señalando que no se atendieron las solicitudes de auxilio de varios indígenas
del municipio de Mezquitic, expulsados de sus comunidades por cambiar de
religión. En dicha recomendación, la CNDH exhortó al gobernador jalisciense aplicar,
en coordinación con el gobierno federal, acciones inmediatas para solucionar el
conflicto religioso, además de establecer mesas de diálogo entre los grupos confrontados,
para garantizar la libertad religiosa (http://www.cndh.org.mx/sites/all/fuentes/documentos/Recomendaciones/2008/REC_2008_007.pdf).
Afortunadamente, después de este lamentable caso no he
vuelto a saber que en Jalisco se hayan presentado problemas de intolerancia
religiosa de la misma magnitud. Han surgido casos menos graves de intolerancia,
lo que obliga al gobierno y a la sociedad jalisciense a redoblar esfuerzos para
evitar la multiplicación de este tipo de sucesos.
Respecto al mismo tema, veamos lo que sucede actualmente en la
tierra de Benito Juárez, donde la Defensoría de los Derechos del Pueblo de
Oaxaca (DDHPO) acaba de emitir la primera recomendación de 2014, dirigida a las
autoridades del municipio de San Juan Ozolotepec y a la Secretaría General de
Gobierno (Segego), por incurrir en violaciones a los derechos humanos de
libertad de conciencia y religión. En su recomendación, la DDHPO (organismo
autónomo y ciudadanizado) exige la reparación del daño perpetrado por la
presidencia municipal de San Juan Ozolotepec, que el 19 de abril de 2011 clausuró
por falta de permiso la construcción de un templo propiedad de la Congregación
Evangélica de la Iglesia Cristiana Independiente Pentecostés A.R. “A ello se
sumó la clausura del predio y la obra, con tubos de concreto, cadenas y
candados el 17 de marzo de 2013, efectuada por el edil, lo que causó que se
impidiera la salida de dos camionetas” (Quadratín,
26 de febrero de 2014).
La recomendación a la Segego se emitió debido a que “los
inconformes sostuvieron que aún cuando acudieron a esa institución a plantear
diversas cuestiones relacionadas con la intolerancia religiosa de que han sido objeto,
ha sido omisa en la atención al problema, por lo que persiste tal situación” (Quadratín, 26 de febrero de 2014).
Estos casos de hostilidad religiosa, así como los que siguen
sin solución en varias partes de México me llevan a preguntarme: ¿Hasta cuándo
entenderemos los mexicanos que la convivencia armónica es posible a pesar de las
diferencias? Desde luego que no sólo debe preocuparnos lo que pasa en México,
sino también el alarmante renacimiento del antisemitismo en Europa y en otras
regiones del mundo. También deben preocuparnos los prejuicios contra los
musulmanes y el concepto equivocado de que Islam y terrorismo son exactamente
lo mismo.
Si nos interesa construir un México libre de discriminación
e intolerancia religiosa, comencemos por respetar las convicciones religiosas
de los demás. El respeto es importante, pero aportaremos mucho más si nos comprometemos
a fomentarlo por bien de México y del mundo.
Twitter: @armayacastro
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