Por Armando Maya Castro
“La sociedad libre y abierta de
la que gozamos en la actualidad se la debemos al liberalismo, por ello, su obra
no puede ser clasificada como simple anticlericalismo, pues la desamortización
de los bienes de la Iglesia, el hacer civil el matrimonio, el nacimiento y la
muerte, el afirmar el Estado laico, el suprimir el fuero eclesiástico,
constituyen elementos que conformaron 'la secularización de la sociedad', según
la expresión del presidente Benito Juárez, estadista cuya mayor virtud fue la
constancia heroica, a la que ineludiblemente ciñó todos sus actos, a la que
irreductiblemente atrajo el talento, la capacidad y la vocación republicana de
sus contemporáneos; de esa enorme generación de treinta hombres que escribieron
la brillante página de la Reforma".
El párrafo anterior es de la
autoría de Enrique Peña Nieto; forma parte del prólogo que redactó para el
libro “Benito Juárez y la transcendencia de las Leyes de Reforma”, escrito por
Víctor Humberto Benítez Treviño, quien –nos dice– se abocó a integrar diversos
documentos para elaborar su libro, “realizando una interpretación histórica,
sobre el contexto en que aconteció la Reforma, a la luz de los testimonios que
a través de tres siglos se han elaborado sobre la vida del Benemérito de las
Américas…”.
Corría el año 2006 cuando Peña
Nieto prologó la obra antes mencionada; se desempeñaba como gobernador del
Estado de México, cargo que le sirvió de trampolín para sus aspiraciones
presidenciales. Al leer el prólogo de principio a fin podemos observar la
admiración y el respeto que inspiraban en el mexiquense la obra de Juárez y de los
hombres de la reforma, forjadores de la verdadera independencia de México.
Después de haber presenciado el
desaseado proceso de reforma del artículo 24 constitucional y las diversas
violaciones al Estado laico en su primer año de gobierno, los mexicanos nos
preguntamos: ¿es real la admiración de Peña Nieto hacia la figura de Juárez? Y
si lo es, ¿por qué no ha salido a defender el legado juarista cada vez que la
clase gobernante ha tenido la osadía de violentar el Estado laico? ¿Por qué no
ha girado instrucciones a la Secretaría de Gobernación en el sentido de aplicar
las sanciones correspondientes a los políticos que promueven el catolicismo, atropellando
así la laicidad del Estado mexicano? ¿Por qué permite el activismo de los
clérigos que se conducen sin respeto a las instituciones del Estado?
Al margen de que su admiración
por Juárez sea real o no, el presidente de la República tiene el deber de mantener
el carácter laico del Estado porque así lo dispone el artículo 40 de la
Constitución y el 3° de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.
Tiene la obligación de respetarlo y hacer que se respete por su promesa de
campaña, y porque México le dijo no al Estado confesional desde hace poco más
de 150 años. Su deber es evitar retrocesos históricos y procurar la consolidación
del Estado laico y del conjunto de libertades que de él emanan.
Para lograr esto último, los mexicanos
tenemos el deber de involucrarnos, de alzar la voz, de exigir la aplicación de
la ley. Lamentablemente hemos ido perdiendo la capacidad de reacción frente a los
constantes atropellos al Estado laico por parte de la clase política y de los
jerarcas católicos, quienes se niegan a aceptar que en México, muy a su pesar,
sigue vigente el principio de separación del Estado y las iglesias.
El involucramiento de la
sociedad puede evitar que se sigan presentando situaciones como las que se han
dado en Michoacán y Morelos, donde el activismo social de algunos clérigos de
la iglesia mayoritaria se realiza fuera del marco de la ley y sin respeto a las
instituciones del Estado. En Morelos, la Academia, Litigio Estratégico e
Incidencia en Derechos Humanos (ALEDIAC) alertó sobre el riesgo de que en ese
estado se esté violentando el Estado laico por parte del obispo de Cuernavaca,
Ramón Castro Castro y otros dirigentes de iglesias evangélicas.
Entiendo perfectamente bien la
postura de los jerarcas católicos frente a un tema tan sensible como el aborto.
Nadie espera ni les pide que cambien su respetable postura, sino que se
conduzcan con respeto a las instituciones y dentro del rol que les corresponde
como ministros de culto.
Los mexicanos celebraremos mañana
el 208 aniversario del nacimiento de Don Benito Juárez García, el estadista que
–bajo el impulso de su amor por México– expidió las Leyes de Reforma, nacionalizó
los bienes eclesiásticos, separó la Iglesia y el Estado, exclaustró monjes y
frailes, concedió el registro civil a las actas de nacimiento, matrimonio y
defunción, secularizó los cementerios y las fiestas públicas y promulgó la
libertad de cultos. Coincido totalmente con quien ha señalado que “no podemos
permitir un retroceso en esta conquista
histórica que inició el Benemérito de la Américas, y que ha costado sangre
mantener a través de nuestra historia”. ¡Viva Juárez!
Twitter: @armayacastro
Publicado en El Occidental: http://www.oem.com.mx/eloccidental/notas/n3328686.htm
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