Por Armando Maya Castro
El 15 de noviembre de 1979,
como parte de su programa para el primer Decenio de la lucha contra el racismo
y la discriminación racial, la Asamblea General de las Naciones Unidas resolvió
que todos los años, en todos los Estados, la semana comprendida del 21 al 28 de
marzo fuera declarada "Semana de la solidaridad con los pueblos que luchan
contra el racismo y la discriminación racial" (resolución A/RES/34/24).
Esta resolución, y otras que
sería imposible mencionar en este espacio, dejan constancia de los esfuerzos que
ha venido realizando la ONU para acabar con la discriminación étnico-racial. Desde
su fundación, este organismo internacional se ha ocupado de este problema,
consagrando la prohibición de la discriminación racial en todos los
instrumentos principales de derechos humanos.
A pesar de que la ONU establece
obligaciones concretas para los Estados y les encomienda la tarea de erradicar
la discriminación étnico-racial, los prejuicios raciales siguen teniendo dañina
presencia en varias naciones del mundo.
Lamentablemente los esfuerzos y
acciones contra el racismo son recientes. Comenzaron a darse después de la
Segunda Guerra Mundial, en cuyo marco se perpetró el genocidio nazi, uno de los
mayores en la historia de la humanidad.
La historia demuestra que la mayor
parte de los crímenes de lesa humanidad, las prácticas racistas y las
persecuciones antisemitas han estado ligadas –directa o indirectamente– a
fuertes prejuicios étnicos o raciales.
Si desde los primeros brotes de
racismo la humanidad hubiera realizado una labor similar a la que la ONU ha
efectuado en las últimas seis décadas, los prejuicios raciales, la xenofobia y
las demás formas de violencia e intolerancia serían inexistentes.
Entiendo perfectamente bien que
nada podemos hacer para corregir las masacres y horrores del pasado. Sin
embargo, todos podemos contribuir en nuestro entorno a la construcción de un
mundo mejor, libre de prácticas violatorias a los derechos humanos, tales como
el maltrato al diferente y la discriminación en sus distintas expresiones.
Nuestra contribución puede
evitar que se repitan genocidios como los perpetrados por Leopoldo II de
Bélgica (responsable de la muerte de más de 8 millones de congoleños) y Adolfo
Hitler en la Alemania Nazi, donde el racismo hitleriano –perpetrado en nombre
de la supuesta superioridad de la “raza aria”– llevó a la muerte a seis
millones de judíos.
Los seres humanos de hoy
debemos aceptar que todas las personas tienen derecho a una protección igual y
efectiva contra cualquier tipo de discriminación. Deben admitirlo los habitantes
de Estados Unidos, donde los estereotipos y prejuicios raciales siguen generado
dolor y exclusión en millones de mexicanos y centroamericanos.
La encuesta que Sergio Bendixen
realizó en 2007 para el Banco Interamericano de Desarrollo demuestra esta
dolorosa realidad: una tercera parte de los mexicanos y centroamericanos que
fueron encuestados aseguró que el principal problema de Estados Unidos es la
discriminación. La encuesta reveló, además, que el 83 por ciento de los
mexicanos y el 79 por ciento de los centroamericanos consideran que la
discriminación va en aumento en ese país.
El proceder racista y el
sentimiento antiinmigrante que predomina en varios estados de la Unión
Americana ha erosionado la imagen positiva de defensa de los derechos humanos
que esa nación ha venido construyendo. Afortunadamente no toda la población
estadounidense es racista. Millones de norteamericanos consideran que las
segregaciones raciales, las leyes discriminatorias y las actitudes en contra de
determinadas nacionalidades deben ser suprimidas. El problema es que esas voces
casi no se escuchan, ya que quienes ejercen el poder en Estados Unidos se
ocupan más de los derechos humanos en el exterior.
¿Y cómo estamos en México en
materia de discriminación racial? ¿Existe o vivimos en un paraíso libre de este
fenómeno? La respuesta a estas interrogantes nos la da Ricardo Bucio Mújica,
presidente del CONAPRED: "El racismo se ensaña mayormente con la población
indígena. Ser o parecer indígena es motivo de racismo y discriminación. Algunas
de las condiciones estructurales que se presentan con el fenómeno de la
discriminación son la pobreza, la desigualdad social, la falta de oportunidades
y la impunidad. Afecta principalmente a grupos o personas en situación de
vulnerabilidad como: mujeres, jóvenes, niñas y niños, personas adultas mayores,
indígenas, personas con discapacidad, personas de la diversidad sexual y
afrodescendientes”.
La Semana de la solidaridad con
los pueblos que luchan contra el racismo y la discriminación racial es una buena
oportunidad para que las naciones de la tierra recuerden que la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, proclamada en 1948, prohibió terminantemente
todo acto de racismo, xenofobia o discriminación que pudieran impedir el
desarrollo de las personas. La eliminación o reducción de los prejuicios
raciales es una tarea compleja y sólo se logrará con nuestra contribución
perseverante. Hagamos lo que corresponde y marca la ley cada vez que estemos
ante un brote o manifestación de racismo.
Twitter: @armayacastro
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