Por Armando Maya Castro
Por respeto a la diversidad religiosa existente en nuestro país, la religión debe permanecer fuera de las escuelas públicas |
La
escuela pública es un espacio ideal para el alumnado de un pueblo
religiosamente plural como el nuestro. Es un sitio creado para el aprendizaje,
no para la oración ni para la práctica de actos religiosos que se exponen a los
estudiantes como tradiciones mexicanas y como símbolo de identidad nacional. De
ahí la importancia de la educación laica, una de las conquistas sociales más
importantes del siglo XIX.
Durante
la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada, se elevaron a rango constitucional
las Leyes de Reforma, mediante la Ley de Adiciones y Reformas del 25 de
septiembre de 1873, postulando, entre otros, el siguiente principio: "El
Estado y la Iglesia son independientes entre sí. El Congreso no puede dictar
leyes estableciendo o prohibiendo religión alguna", (Artículo 1).
Este
principio consagró formalmente la separación del Estado y la Iglesia en México,
y dio origen al Estado laico que, en la opinión del sociólogo e investigador
Roberto Blancarte Pimentel, "es la mejor garantía de la libertad
religiosa". Sin Estado laico se suprime el derecho de libertad religiosa,
así como las demás libertades que de él emanan.
El
10 de diciembre de 1874, Lerdo de Tejada suprimió la enseñanza religiosa en cualquier
establecimiento educativo, incluyendo las escuelas sostenidas con fondos
particulares (privadas). En esa fecha estableció, mediante decreto, la
enseñanza laica, cuyos valores y principios contribuyen al respeto de las
creencias, costumbres y actos del estudiante. Este modelo de educación impulsa,
asimismo, los valores fundamentales para una sana convivencia entre el
alumnado.
El
artículo 3° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
establece que la educación que imparta el Estado debe ser laica, y que el
criterio que orientará a la misma “se basará en los resultados del progreso
científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los
fanatismos y los prejuicios”.
En
los planteles oficiales, la educación debe ceñirse al anterior ordenamiento
jurídico, manteniéndose "por completo ajena a cualquier doctrina
religiosa". Por respeto a la libertad de conciencia de los alumnos, la
educación religiosa debe quedar fuera de las escuelas y en manos de los padres
de familia, quienes pueden solicitar, si lo estiman conveniente, el apoyo de
sus guías espirituales para educar religiosamente a sus hijos.
Hasta
hoy, el artículo 24 constitucional establece la libertad de creencias en los
siguientes términos: "Todo hombre es libre para profesar la creencia
religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos
del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por
la ley". Conforme a este artículo –actualmente en proceso de reforma– el
Estado mexicano debe garantizar con absoluta imparcialidad el respeto a las
creencias religiosas de los habitantes de México, permitiéndoles asumir los
principios y reglas de conducta de su fuero interno.
Es
obligación de las autoridades respetar puntualmente las creencias religiosas de
sus gobernados, sin caer en la tentación de imponer a éstos sus convicciones
religiosas personales. Una acción así violentaría el artículo 130
constitucional, que establece el principio histórico de la separación del
Estado y las Iglesias. Estará de acuerdo conmigo que una imposición de esta
naturaleza sería contraria al Estado laico, así como al principio de igualdad
jurídica de las asociaciones religiosas.
En
México, la pluralidad religiosa es un rasgo distintivo de nuestra sociedad, en
la que se hallan presentes un gran número de corrientes religiosas. Prueba de esta
pluralidad son las siete mil 791 asociaciones religiosas registradas ante la Secretaría
de Gobernación, cifra que nos permite asegurar que México es un país con una
diversidad religiosa digna de respeto.
Este artículo fue publicado en la edición impresa del diario El Mexicano, el sábado 30 de marzo de 2013
Este artículo fue publicado en la edición impresa del diario El Mexicano, el sábado 30 de marzo de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario