Por Armando Maya Castro
Hasta
mediados de los años 80, el tema de los derechos humanos no tenía gran impacto
en México. Poco se hablaba de ellos, y quienes lo hacían se referían a atropellos
que tenían lugar en otras latitudes, faltando a la verdad al señalar a México como un país exento de violaciones a los derechos humanos.
De
entonces a la fecha, se habla en todas partes y a todas horas de los derechos humanos. La
cotidianidad del tema puede corroborarse en la radio y en la televisión, en las
conversaciones cotidianas, en las columnas y artículos periodísticos que se
ocupan del tema.
Hoy,
este tema es de actualidad, tanto que ha llegado a ser parte del lenguaje
coloquial cotidiano. Y no es para menos, ya que las libertades fundamentales
constituyen el bastión protector de la dignidad de todos los hombres. No son
exclusividad de derechas o izquierdas, de mayorías o minorías, pues los
derechos humanos “no protegen a una clase frente a otra, ni a un hombre frente
a otro, sino a todos los ciudadanos frente a posibles actos desmedidos o
arbitrarios del poder…”.
La
Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada el 10 de diciembre de
1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, es el primer instrumento
internacional que codifica los principales derechos humanos a nivel mundial.
Estos derechos, que deben gozar del mayor grado de protección jurídica, tienen
como característica el ser universales, pues pertenecen a todos por igual:
hombres y mujeres, ancianos y niños, sin importar raza, credo, sexo, cultura,
nacionalidad, lugar de residencia, nivel académico, oficio, etcétera. Ninguna
persona puede ser excluida del disfrute de ellos.
Los
derechos humanos se definen también como inherentes a la persona humana, puesto
que se originan en su propia naturaleza, no en las concesiones o beneplácitos
del Estado o de las leyes vigentes. Otras de sus características es que son
irrevocables, inalienables, intransferibles e irrenunciables. Es decir, no se
pueden renunciar, cambiar, transferir o negociar.
En
la lista de estos derechos figura el derecho fundamental de libertad religiosa,
definida en diversos documentos internacionales. El principal de ellos es la ya
mencionada Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su artículo 18
indica: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de
religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su
creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la
enseñanza, la práctica, el culto y la observancia".
Otros
esfuerzos de la ONU para impulsar el respeto a la libertad religiosa en el
mundo son: el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 (Artículo
18), y la Declaración de 1981 sobre la Eliminación de todas las formas de
Intolerancia y de Discriminación fundadas en la Religión o las Creencias. Esta última
considera a la discriminación por motivos religiosos como una ofensa a la
dignidad humana, que debe ser condenada como una violación a los derechos
humanos y a las libertades fundamentales.
¿Han
logrado estos documentos internacionales terminar con los problemas de
intolerancia y discriminación religiosa en el mundo? La respuesta es un no
categórico, aunque debemos admitir que el problema no es la normativa en sí,
sino aquellos Estados que queriendo favorecer a las mayorías religiosas, dejan
en estado de indefensión a las minorías religiosas.
Hoy
por hoy, las violaciones sistemáticas y graves del derecho de libertad
religiosa están a la orden del día en más de 20 países de mayoría islámica y
con fuertes impregnaciones fundamentalistas. El panorama es similar en varios
países de mayoría católica, donde los grupos religiosos minoritarios siguen
siendo el blanco de la violencia desplegada por las mayorías fanáticas e
intolerantes.
En
México existen varios estados con este problema, pero el más preocupante es
Chiapas, donde la intolerancia religiosa es una constante desde 1962. Desde ese
año a la fecha, en esa entidad de la República mexicana se han producido frecuentes
violaciones a los derechos humanos de los evangélicos indígenas. El problema
persiste a pesar de que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha
intervenido haciendo diversos llamados para que cesen los actos violentos
perpetrados por los católicos fundamentalistas en agravio de los evangélicos establecidos
en esa región. Los mexicanos esperamos que el presidente Enrique Peña Nieto
realice los esfuerzos necesarios para acabar con este flagelo social, tal como
lo prometió en su campaña electoral.
Este artículo fue publicado
en la edición impresa del diario El Mexicano de Tijuana, el día 16 de abril de
2013
@armayacastro
No hay comentarios:
Publicar un comentario