Por Armando Maya Castro
“Las grandes obras son hechas no con la fuerza, sino con la perseverancia”. Esta frase célebre de Samuel Johnson habla del poder de realización y del alcance de la perseverancia, que es la clave del éxito en la mayoría de los emprendimientos humanos.
El año nuevo, próximo a
comenzar, es una nueva etapa de nuestro camino. Al iniciarlo, los seres humanos
acostumbramos elaborar una lista de planes y buenos propósitos, buscando modificar
a través de ellos los malos hábitos y las deficiencias conductuales, causantes
de muchos de nuestros problemas. Para llevar a feliz cumplimento todos y cada uno
de estos propósitos, la perseverancia es básica.
Si nuestra felicidad dependiera
de los buenos propósitos, en estos momentos no tendríamos que estar preocupados
por lo que nos depara el 2014, ya que la mayoría de nosotros comenzaremos el
año nuevo con las mejores intenciones. El problema es que sin perseverancia los
propósitos de año nuevo se evaporan fácilmente y se convierten en una lista de
cosas irrealizables.
Experiencias pasadas nos
demuestran que para ver realizadas nuestras aspiraciones es necesario suprimir
de nosotros la inconsistencia y echar mano de la perseverancia, que unida a la disciplina
nos permite conquistar grandes metas y realizar los propósitos más encumbrados.
La perseverancia mantiene activo nuestro ánimo y nos permite avanzar en la dirección
correcta y en la consecución de las metas planteadas.
Mirando en retrospectiva recordamos
que en los últimos días del 2012, muchos de nosotros nos propusimos cambiar y
ser mejores a lo largo del 2013. Resolvimos, asimismo, aprovechar al máximo
cada hora, cada día, cada semana y cada mes del año que hoy terminará. Lamentablemente
la no perseverancia ocasionó que esos buenos propósitos se desvanecieran
rápidamente y alcanzaran la muerte en los primeros días del 2013.
¡Qué distintas hubieran sido las
cosas con disciplina y perseverancia! Estoy totalmente convencido que estas cualidades
nos habrían ayudado a dar seguimiento constante y puntual a nuestros propósitos,
en lugar de quedarnos estancados en el terreno de las buenas intenciones.
A pesar de las frustraciones,
pérdidas e infortunios que algunos experimentamos en el agónico 2013, se nos
presenta la oportunidad de comenzar un año nuevo con lícitos anhelos de
prosperidad, paz y justicia, elementos que deben traducirse en inquebrantable
esfuerzo por alcanzar las metas propuestas.
Cada año viene acompañado de
múltiples sorpresas: unas agradables, otras no tanto. Adolfo Robleto compara al
año nuevo como "la Caja de Pandora de los antiguos griegos, que contenía
sorpresas de toda clase", por lo que es necesario comenzarlo preparados
para las cosas positivas y negativas que pudieran presentarse en el transcurso
del mismo.
Este tema obliga a mencionar el
grado de espiritualidad con que la Iglesia La Luz del Mundo recibe el año
nuevo. A los fieles de esta institución también se les desea salud, bienestar y
prosperidad, pero se les proporcionan, además, los elementos espirituales necesarios
para convertir ese cúmulo de buenos propósitos en buenas y permanentes
acciones.
Las buenas obras de los miembros
de esta comunidad se deben en gran medida a la doctrina predicada por el Apóstol
de Jesucristo, Doctor Samuel Joaquín Flores, quien en fechas como estas demanda
de la feligresía un balance constructivo de los propósitos no realizados
durante el año, recordando a los fieles de la Iglesia las imperecederas palabras
de Jesucristo: “…sin mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Con estas palabras el Hijo
de Dios dejó en claro que nada es posible sin su valiosísima ayuda.
Con consejos de esta naturaleza,
el Apóstol de Jesucristo enseña a los fieles de la Iglesia a comenzar el año con
la conveniente compañía del Señor Jesús, cuyo poder de realización ha sido
reconocido por millones de personas, entre ellas el Apóstol Pablo, quien así se
expresó de lo que este Santo Ser producía en su vida: “Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Los anteriores textos bíblicos
dejan en claro dos cosas: 1) sin Jesucristo nada se puede hacer; 2) con Él,
todo, absolutamente todo, es posible.
La doctrina apostólica, aparte
de inducir a los fieles de La Luz del Mundo a perseverar en los propósitos que Dios
ha puesto en sus corazones, cumple la función de ahuyentar de ellos los miedos,
las fobias y las incertidumbres, aspectos considerados como los grandes limitantes
de la perseverancia.
Para los miembros de esta
comunidad, despedir un año y darle la bienvenida al otro recibiendo la
instrucción apostólica es garantía de perseverancia y éxito en los buenos
propósitos; éxito que será manifiesto no sólo en los primeros días del enero
que ya se asoma, sino a lo largo de todo el año. Debo aclarar, por último, que
la enseñanza cristiana no es garantía de éxito por sí sola; el éxito dependerá
de que los receptores de esta doctrina muestren voluntad inquebrantable,
esfuerzo persistente y disposición paciente. ¡Feliz año 2014!