viernes, 25 de abril de 2014

ESTADO LAICO, CERCO A LA VIOLENCIA RELIGIOSA

Por Armando Maya Castro

La consolidación y fortalecimiento del Estado laico –que vive desde algún tiempo una de sus peores crisis– es lo único que puede impedir el retorno del Estado confesional, en cuya vigencia se excluyó, anatematizó  y persiguió a quienes impugnaban el dogma represivo y autoritario de la Iglesia católica.

Con la expedición de las Leyes de Reforma (1859 y 1861), el presidente Benito Juárez García “suprimió el Estado confesional” y [sentó] las bases de un Estado laico”, el legado más importante de la reforma liberal y, al mismo tiempo, el mejor garante de las libertades de religión, conciencia y expresión.

Estas leyes, hay que tenerlo presente, fueron desaprobadas desde un principio por los jerarcas de la iglesia mayoritaria, quienes descalificaron en diferentes momentos las bondades de la laicidad del Estado mexicano, la cual fue conceptuada por varios de ellos como una lacra histórica “que no nos deja avanzar”.

Antes de Juárez, en México no existía una cultura de respeto a la diversidad religiosa. La Iglesia católica se proclamaba a sí misma como poseedora única y absoluta de la verdad, criterio que impidió el surgimiento de otros grupos religiosos.

En ese tiempo, la Iglesia católica afirmaba que “los errores no tienen derechos”. Bajo dicho principio, el romanismo negó la libertad de creencias y promovió la intolerancia religiosa, causante del sufrimiento de los miembros de las comunidades religiosas que intentaban establecerse en territorio mexicano.

A poco más de 150 años de la expedición de las Leyes de Reforma, conviene preguntarnos: ¿ha cambiado actualmente la postura de la Iglesia católica sobre el Estado laico? Por supuesto que no. Por ello, desde antes de la llegada del PAN a Los Pinos, viene promoviendo reformas constitucionales para recuperar sus antiguos privilegios y el poder que llegó a tener en el México confesional.

En esa lucha, hay que decirlo, la Iglesia romana no ha actuado sola. Ha contado con el apoyo decidido e incondicional de la derecha militante, partidaria de un Estado confesionalmente católico, que ha estado asociada al clero político que suele conducirse sin respeto a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y a las leyes que de ella emanan.

Para evitar la multiplicación de los casos de intolerancia religiosa es necesario multiplicar esfuerzos en pro del fortalecimiento del Estado laico, el cual brinda a todas las iglesias el debido reconocimiento, así como igualdad ante la ley, obligando a las autoridades de gobierno a mantener una postura de imparcialidad hacia las distintas convicciones religiosas y modos de pensar.


México ya tiene suficiente con la violencia causada por la delincuencia organizada, como para provocar el incremento de la intolerancia religiosa, una forma de violencia que sólo puede erradicar el Estado laico. Nuestro deber es trabajar más y mejor en el fortalecimiento del Estado laico, evitando que sea embestido por los políticos partidarios del Estado confesional. Tenemos que hacerlo si es que no queremos que la intolerancia religiosa –que ha lastimado por décadas a estados como Oaxaca y Chiapas– se extienda a los 32 estados de la República mexicana.


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