Por Armando Maya Castro
La canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II se
realizará este domingo en medio del debate que ha generado en la sede papal la
lujosa vivienda de casi 700 metros cuadrados a la que proyecta mudarse en unos
meses el ex secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, el
hombre fuerte durante el pontificado de Benedicto XVI, cuya gestión fue duramente
criticada por lo que él llamó “una red de
cuervos y víboras”.
Se trata de un penthouse ubicado en el palacio San Carlos,
que es diez veces más grande que el departamento donde vive el papa Francisco
en la vecina Residencia Santa Marta. La suntuosidad de dicha vivienda
contradice el discurso del papa Francisco, que ha propuesto en varios de sus
discursos una “Iglesia pobre para los pobres”.
Bertone fue uno de los secretarios más controvertidos en la
historia reciente del Vaticano. Como segundo al mando del gobierno vaticano,
después del papa, desempeñó todas las funciones políticas y diplomáticas de la
llamada Santa Sede: tuvo poder sobre todas las instituciones vaticanas; afrontó
al lado de Benedicto XVI todos los escándalos que estremecieron a la Iglesia
católica en los últimos años: pederastia clerical, Vatileaks, reformas de las
finanzas del Vaticano, etcétera.
El ascenso a los altares del polaco Karol Wojtyla y del
italiano Angelo Giuseppe Roncalli se dará también en medio de la polémica que
ha desatado el pontificado de Juan Pablo II, acusado de ser el principal
protector del pederasta Marcial Maciel Degollado, fundador de la congregación los
Legionarios de Cristo y del movimiento “Regnum Christi”.
Los encargados de promover la canonización de Wojtyla sostuvieron
por mucho tiempo que éste siempre ignoró los delitos y prácticas inmorales de
Maciel. La más reciente declaración en ese sentido la hizo Slawomir Oder,
postulador de la causa de Juan Pablo II. Este sacerdote de origen polaco afirmó el pasado
miércoles que “no hay señales” de que Juan Pablo II haya “tenido implicaciones”
en el escándalo de pederastia protagonizado por el ex líder de los Legionarios
de Cristo.
Las recientes declaraciones del ex portavoz papal, Joaquín
Navarro-Valls, en el sentido de que el papa Juan Pablo II sí tenía conocimiento
de las denuncias contra el fundador de los Legionarios de Cristo, constituyen
un serio problema para los clérigos que han defendido la tesis de que el futuro
santo del catolicismo ignoraba el comportamiento criminal de Marcial Maciel. El
problema que tienen ante sí estos clérigos es que no podrán seguir negando la
protección que Wojtyla le brindó al cura oriundo de Cotija, Michoacán, a pesar
de saber que éste fue acusado de atacar sexualmente a varios seminaristas de su
congregación y a no pocos estudiantes de la Legión.
Respecto a la doble canonización, el investigador Bernardo
Barranco escribió el pasado miércoles en La
Jornada: “Tanto en la canonización de Juan Pablo II como en la de Juan
XXIII, se infringieron las normas. En el caso del papa Wojtyla, Benedicto XVI
decidió no esperar los cinco años de su muerte para iniciar el proceso
canónico. Y en el de Roncalli, Francisco decidió no presentar el segundo
milagro para santificarlo. En ambos casos no sólo se brincaron las pautas, sino
que hubo prisa. Pone de manifiesta la falta de rigor de la Congregación para
las Causas de los Santos, de la que tanto presume su prefecto, el cardenal
Angelo Amato. Es evidente para todos que Francisco optó por una inédita doble
canonización de pontífices como una medida política de contrapesos”.
El pasado mes de julio escribí en este mismo espacio lo que
hoy repetiré: la canonización de Juan Pablo II impedirá que el papa Francisco
pase a la historia como el gran reformista que pretende ser. Jorge Mario
Bergoglio pasará a la historia, eso sí, como el papa que santificó al pontífice
romano que dejó en la impunidad los actos delincuenciales de cientos de curas,
en especial los de su gran amigo y protegido Marcial Maciel.
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