miércoles, 16 de abril de 2014

CASITAS DEL SUR, UN CASO MARCADO POR LA IMPUNIDAD

Por Armando Maya Castro

Ilse Michel Curiel Martínez desapareció de la casa hogar Casitas del Sur siendo una niña de tan sólo 10 años de edad. Su madre y su abuela, las señoras Mayra Martínez y Ardelia Martínez, respectivamente, vivieron sin saber nada de ella desde que fue secuestrada, en noviembre de 2008.

En los últimos seis años de su vida, Ilse convivió con tres personas cuyas declaraciones podrían contribuir a la localización y detención de Jorge Erdely Graham y Sergio Humberto Canavati Ayub, líderes de la Iglesia Cristiana Restaurada y de una red criminal que vendió en adopciones ilegales a por lo menos 25 menores de edad, afirma la periodista Sanjuana Martínez, autora del libro Se venden niños, relativo al mismo tema. 

El testimonio de Ilse puede contribuir al esclarecimiento global de la verdad sobre los delitos cometidos por los líderes de la secta antes mencionada. El problema es que la menor de edad –por temor a las represalias contra las personas que la retuvieron ilegalmente– se niega a revelar nombres y detalles que podrían ser de gran utilidad en la investigación.

La aparición de Ilse vuelve a poner en el ojo del huracán a Los Perfectos, cuyos principios "parten de la premisa de que todas las personas son apóstatas y deben pasar por un proceso de arrepentimiento, confesión, adoctrinamiento, disciplina y restauración", afirma Lydia Cacho Ribeiro en un artículo titulado “Erdely: secuestrar en nombre de Dios”, escrito en su columna Plan B, publicada el 2 de abril de 2009 en el diario El Universal.

Sobre el dirigente de Los Perfectos, la autora del libro Esclavas del poder señala que “Erdely, Canavati y sus seguidores […] están convencidos de que llevar niños y niñas robadas a vivir ilegalmente con familias restauradas es una obra de Dios, y no un delito”. Esta y otras informaciones periodísticas revelan que en este caso convergen delitos como el secuestro y tráfico de menores, así como diversas violaciones a los derechos humanos de decenas de niños y niñas que “fueron sometidos, en cautiverio, a un implacable adoctrinamiento ideológico y religioso”, afirma el investigador Bernardo Barranco Villafán (La Jornada, 18 de febrero de 2009).

Antes de que se descubriera la farsa de Jorge Erdely, algunos medios de comunicación, sin profundizar en sus antecedentes, lo presentaron como especialista en temas de religión. El seudo investigador empleó esos espacios para exhibir con dolo difamante a algunas iglesias como “sectas peligrosas”. Nunca habló en sus entrevistas de su condición de pastor, mucho menos de sus abusos en agravio de los menores de edad. Al contrario, negó –en entrevista con El Universal– ser pastor y líder de la Iglesia Cristiana Restaurada.

El pastor Eduardo Escamilla Morales, un antiguo colaborador de Erdely, declaró ante la PGR que la Iglesia Cristiana Restaurada, siguiendo las directrices de su líder y fundador, adoctrinaba a sus adeptos para retener menores del albergue Casitas del Sur. Esto significa que este dictador espiritual –como le llama Escamilla Morales– tiene mucho que ver en el caso de los 14 menores de edad que desaparecieron de los albergues ubicados en San Miguel y en San Pedro Mártir en la delegación Tlalpan, en la Ciudad de México.

La Procuraduría General de la República (PGR), que en abril de 2009 atrajo la averiguación previa iniciada por la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), está obligada a dar celeridad a las investigaciones para lograr detener y poner a disposición de jueces penales a los líderes de la Iglesia Cristiana Restaurada, así como a los demás implicados en la desaparición de Ilse Michel Curiel Martínez, Sergio Iván Cuadrilla Trejo, Jorge Cuadrilla Trejo,  Bryan Cuadrilla Trejo, Asael Israel Juárez Ojeda, Natanael Isaí Juárez Ojeda, Hetziba Magdalena Juárez Ojeda, Jesús Alejandro Espinosa Sánchez, Adriana Guadalupe Castañeda Bernal, Frida Jardines Paniagua, Ámbar Abigail Bretón Blanco, David Rangel García, Julio César Castañeda Bernal y Diana Lizbeth Bernal Hernández.

Las autoridades encargadas de la procuración de justicia saben perfectamente bien que la aparición de Ilse Michel y de los hermanos Juárez Ojeda (Asael Israel, Natanael Isaí y Hefziba Magdalena), no resuelve el caso en comento. Y digo que no lo resuelve por dos razones: todavía hay varios niños desaparecidos, y los principales responsables de estos delitos no han sido detenidos.

Mientras que los culpables no estén tras las rejas, el caso Casitas del Sur seguirá marcado por la impunidad, que constituye el mejor caldo de cultivo para la proliferación de este tipo de delitos. Deben reconocerse, sin embargo, los esfuerzos de la PGR, instancia que en junio de 2012 publicó “una serie de acuerdos en el Diario Oficial de la Federación (DOF) en los que ofrecía más de 10 millones de pesos para localizar a secuestradores y sus víctimas, en la que se destaca el tráfico de menores en Casitas del Sur”.

Debe reconocerse también lo que en su momento hizo la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, quien emitió –en abril de 2009– la recomendación 4/2009, dirigida al procurador general de Justicia, al DIF-DF y a la Secretaría de Desarrollo Social del Distrito Federal, por este espeluznante caso.

La Secretaría de Gobernación en el sexenio pasado intentó hacer su parte al cancelar el registro constitutivo de la Iglesia Cristiana Restaurada como asociación religiosa, aunque el investigador Bernardo Barranco señala –con sobrada razón– que la instancia encargada de vigilar el cumplimiento de las disposiciones constitucionales y legales en materia de culto público, iglesias, agrupaciones y asociaciones religiosas “comparte responsabilidades porque debió estar más atenta a las actividades de aquellas asociaciones religiosas que presentaran comportamientos extraños y sospechosos debidamente documentados, como es el caso de esta Iglesia Restaurada, que desde 2007 en Quintana Roo ya había enviado señales de conductas perniciosas, debidamente documentadas, que justificaran una intervención preventiva o precautoria…” (La Jornada, 10 de abril de 2014).

La aparición de Ilse y de otros menores de edad obliga a las autoridades competentes a seguir trabajando para dar respuesta a los familiares de las víctimas, a la sociedad y a los medios de comunicación, quienes exigen profundizar en las investigaciones para dar con el paradero de los responsables de los delitos cometidos en el albergue Casitas del Sur.



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