sábado, 2 de marzo de 2013

BENEDICTO XVI Y LA ACTUAL CRISIS DEL CATOLICISMO



Por Armando Maya Castro

Joseph Ratzinger es responsable, en buena medida, de la crisis por la que atraviesa actualmente la Iglesia católica
 
Los ejemplos del papa Benedicto XVI, empleados para justificar su inesperada renuncia al papado y a su condición de gobernante de la Iglesia católica, evidencian aún más su falta de respuesta a las necesidades de los católicos y al propósito para el que fue elegido por los 114 cardenales que lo elevaron a la silla papal la tarde del 19 de abril del año 2005.

En su último Ángelus, Joseph Ratzinger hizo referencia al pasaje bíblico que narra la transfiguración del Señor Jesús en el monte Tabor, sitio en el que decidió refugiarse en la oración, alejándose a cierta distancia de los apóstoles que le acompañaban: Pedro, Jacobo y Juan. El relato es real e incuestionable. Sin embargo, a Benedicto XVI le faltó aclarar que Jesús de Nazaret se retiró de ellos sólo de manera momentánea. No lo hizo definitivamente, como ha decidido hacerlo Benedicto XVI a partir del próximo 28 de febrero. El ejemplo utilizado por el papa, en vez de ayudarle, pone en evidencia su fe y vocación. 

La memorable oración de Cristo en aquel lugar le sirvió para fortalecerse y cumplir en lo sucesivo la encomienda de redención que recibió del Padre. Que quede claro: el Hijo de Dios no se refugió en la oración para darle la espalda a su destino, sino para encontrar en ella la fortaleza requerida para culminar exitosamente su misión y poder decirle al Padre: “…he acabado la obra que me diste que hiciese” (Jn. 17:4).

A los apóstoles de Cristo los distinguía la misma fe. Ninguno de ellos renunció jamás a su ministerio, a pesar de haber enfrentado situaciones complicadas. En medio de las adversidades dieron la batalla y demostraron ser verdaderos héroes de la fe. El amor a Dios y a las almas les proporcionó la fuerza necesaria para avanzar contra viento y marea. Uno de ellos, san Pablo, escribió a Timoteo en los siguientes términos: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (1 Ti. 4:7). Este apóstol y sus compañeros en el ministerio entendían la importancia de terminar la carrera y resistir hasta el final. 

A lo largo de sus más de siete años de pontificado, Benedicto XVI llevó el título de Vicario de Cristo, que significa “hacer las veces, asumir la representación, actuar en nombre y por mandato de Cristo”. Significa que a partir del momento de su elección debió comenzar a mostrar al mundo la fisonomía y rasgos de Cristo. Uno de esos rasgos, muy característico en el Hijo de Dios, es su condición de triunfador. Así lo demostró cuando dijo a sus discípulos: “yo he vencido al mundo”.

El papa muestra falta de fe y vocación si renuncia al trono papal por las razones que dio a conocer el pasado 11 de febrero: edad avanzada y falta de fuerzas; evidencia cobardía si su renuncia ha sido obligada, como sostiene el diario italiano La República, por los casos de corrupción, tráfico de influencias y escándalos sexuales en el Vaticano. Está más que claro que un auténtico enviado Dios hubiera enfrentado la situación de manera distinta, sin haber renunciado a su encargo. 

Con su renuncia, el papa no puede deslindarse de su responsabilidad en lo que respecta a los abusos sexuales cometidos por centenares de sacerdotes alrededor del mundo. El pasado 14 de febrero, el ex sacerdote Alberto Athié volvió a inculpar a Benedicto XVI como el “protagonista y actor […] del encubrimiento de muchísimos casos de abusos de niños y niñas, de los que ya sabemos que la Iglesia sabía, que él sabía, que tenía información y que no actuó, que dejó pasar y que incluso permitió que se siguieran cometiendo esos abusos”.

Desde antes de su elección al papado, Ratzinger tenía conocimiento de los abusos sexuales que algunos miembros del clero cometían en Irlanda, México y Estados Unidos, así como de las pugnas internas entre los miembros de la curia romana, mismas que fueron evidenciadas por el Vatileaks, la fuga de documentos confidenciales de Benedicto XVI. Sin embargo, la mayoría de estos casos quedaron en la impunidad a lo largo de su pontificado. 

Algunos dignatarios de la Iglesia católica han querido hacernos creer que la renuncia papal es un ejemplo que los líderes sindicales, políticos y gobernantes deberían imitar, en vez de aferrarse al poder. El prelado que le dio esta lectura a la abdicación de Joseph Ratzinger sostuvo que debe admirarse y valorarse “su clarividencia evangélica para decidir el momento oportuno; su generosidad espiritual al no estar aferrado a un puesto; su gran libertad para tomar decisiones tan trascendentes, y sobre todo su arraigado y sacrificado amor a la Iglesia”.

Los jerarcas católicos son libres para interpretar la renuncia papal como bien les parezca. Lo que no podrán hacer, ni hoy ni nunca, es ocultar las pruebas que demuestran que Benedicto XVI es responsable, en buena medida, de la crisis por la que atraviesa actualmente el catolicismo. 


@armayacastro





No hay comentarios:

Publicar un comentario