Por Armando Maya Castro
Simón Wiesenthal, autor de
El Libro de la Memoria Judía, afirma que
“los judíos soportan lo que llamamos antisemitismo, desde hace más de
dos mil años, desde que fueron echados o deportados del país que les pertenecía”.
Tras este señalamiento, Wiesenthal, el más conocido cazador de nazis de la
historia, sostiene: “Como lo muestra nuestro calendario, la persecución de los
judíos fue siempre dirigida por los cristianos, primero por la Iglesia católica
romana, luego por la Iglesia ortodoxa”.
Si queremos evitar que se
repita la historia del holocausto nazi, comencemos por erradicar de las
escuelas, de los estadios de fútbol y de nuestros centros de trabajo, toda
manifestación de racismo, xenofobia y discriminación. Me refiero,
evidentemente, a esos discursos y representaciones, sentimientos y prácticas
que se articulan con el objeto de denigrar a determinada raza.
El pueblo alemán, que para
Adolfo Hitler es de raza aria, se consideraba infinitamente superior al judío.
Este absurdo concepto dio origen al holocausto, es decir, a la persecución y
asesinato sistemático de más de seis millones de judíos por parte del régimen
nazi y sus colaboradores.
Esto es lo que pensaba Adolfo Hitler de la raza judía: “Es indudable que los judíos son una raza pero no son
humanos”. De acuerdo con el proyecto de este genocida, los israelitas debían
ser borrados de la faz de la tierra para que no contaminaran a los demás
hombres. En su locura, Hitler no sólo deshumanizaba a los israelitas, sino que los
consideraba como entes inferiores, en su cuerpo, en su espíritu, en su
conciencia religiosa y en su existencia toda.
Desde
el mes de enero de 1939, Hitler había planteado la eliminación de los judíos de
Europa. Un año después, los nazis, acatando la voluntad suprema de Hitler, obligaron
a miles de judíos establecidos en Polonia a abandonar sus hogares. Con lujo de
crueldad, los trasladaban a los campos de trabajo, donde murieron alrededor de dos
millones y medio de judíos.
La
orden de matar a los judíos varones que vivían en Europa, así como a los
comunistas, asiáticos inferiores y gitanos, fue emitida en mayo de 1941. Ronald
Gray, en su libro Hitler y los alemanes, señala que “una sola de las unidades creadas
para este fin informó que a principios de 1942, 229,052 personas habían sido ya
ejecutadas a tiros o en la cámara de gas”. Estas muertes, sostiene el citado
autor, “fueron inspiradas por teorías de la pureza y la superioridad de la raza
alemana”.
A los
judíos que vivían en Alemania se les prohibía utilizar los transportes públicos
y comprar libros o periódicos, “y les invalidaron sus cartillas de
racionamiento”. El siguiente dato nos permite entender la magnitud del odio que
sentían los nazis hacia los judíos: “de los 760 mil judíos que residían en la
Gran Alemania a principios de 1941 sólo quedaron, a fines del mismo año, 250
mil…”.
En aquellos años grises para
los judíos, no sólo el Führer de Alemania persiguió a esta raza. Lo hizo también
Benito Mussolini, quien en septiembre de 1938, aprobó una legislación racial similar
a la nazi. Esta normatividad, que ocasionó enorme sufrimiento a los 42 mil
judíos que vivían en la Península Itálica, y a los 30 mil que radicaban en
Libia, la colonia norteafricana de ese país, jamás alcanzó el grado de brutalidad
que tuvo la legislación nazi. Aunque no fue tan sanguinario, ni cometió tantos
crímenes como Hitler o Stalin, Mussolini fue un dictador brutal, y nada ni
nadie puede absolverlo de sus crímenes.
Alguien dirá que lo anterior
es historia; es verdad, pero una historia que no debe olvidarse ni debe
repetirse. Por ello, antes de terminar este artículo, me permito recordar a los
racistas de hoy, que la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece
que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Si
queremos erradicar el racismo y la xenofobia, comencemos por aceptar los
enunciados de esta Declaración, donde se
hallan enunciados los derechos y libertades que toda persona goza.
@armayacastro
Este artículo fue publicado en la edición impresa del diario El Mexicano de Tijuana el miércoles 27 de marzo de 2013
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