martes, 19 de marzo de 2013

EN DEFENSA DEL ESTADO LAICO

Por Armando Maya Castro

Enrique Peña Nieto viajó al Vaticano para participar en la misa de entronización del papa Francisco
 
Muchos pensábamos que con la salida del Partido Acción Nacional de Los Pinos llegarían a su fin las violaciones al Estado laico, las cuales se repitieron una y otra vez a lo largo de dos sexenios. En ese tiempo, el PAN se convirtió en la voz política de la jerarquía eclesiástica mexicana y de los conservadores dueños de la riqueza nacional. 

Vicente Fox Quesada, el primer presidente de México proveniente del PAN, se comprometió a respetar el Estado laico y nunca lo hizo. El primer día de su mandato acudió a la Basílica de Guadalupe para implorar la ayuda de la imagen que ahí se venera. Ese fue el principio de una administración que se caracterizó por golpear continuamente al Estado laico, siendo en dicho sexenio cuando el clero romanista “comprometió a los panistas a impulsar una reforma que le quite todos los candados constitucionales a la Iglesia…”. 

El Estado laico tampoco fue respetado por Felipe Calderón Hinojosa y los miembros de su gabinete. En esa administración fueron claros los intentos de los sectores más retrógrados del país para cambiar al Estado laico por un Estado confesional. La pretensión de estos grupos se fundamentaba en el argumento de que la mayoría de los mexicanos profesan la fe católica y son fervientes devotos de la virgen de Guadalupe. 

Lo peor para el Estado laico se dio el 15 de diciembre de 2011, fecha en que la Cámara de Diputados, con evidente desaseo parlamentario, aprobó la reforma al artículo 24 constitucional, cuya finalidad es el otorgamiento de privilegios y prerrogativas a la Iglesia católica, lo que se traduce en discriminación para las demás asociaciones religiosas y, por ende, en un sinnúmero de obstáculos e inequidades para el ejercicio pleno de la auténtica libertad religiosa. 

En materia de laicidad, las cosas parecen ir en el mismo sentido en la presente administración. El presidente Enrique Peña Nieto, a pesar de haber declarado en repetidas ocasiones que se conduciría con respeto al Estado laico, ha viajado al Vaticano para participar en la ceremonia de entronización del papa Francisco, elegido en el pasado Cónclave por un grupo de cardenales. 

Esta decisión le granjeó a Peña Nieto diversas críticas, entre ellas la del teólogo dominico, Julián Cruzalta, quien opinó al respecto: “Qué tiene que hacer en una misa el presidente de México, esa no es función de un gobernante de un Estado laico, además de que no todos los mexicanos son católicos ni todos los católicos mexicanos somos papistas”. 

Una de las primeras actividades de Peña Nieto en el Vaticano fue reunirse en privado con José Francisco Robles Ortega, Norberto Rivera Carrera, Juan Sandoval Íñiguez y Javier Lozano Barragán, clérigos que aprovecharon la ocasión para hablar sobre la educación en México, un tema que es del interés no sólo de estos cuatro cardenales mexicanos, sino de todos los miembros de la Conferencia del Episcopado Mexicano. 

Esta reunión privada preocupa a los líderes y miembros de las minorías religiosas, a quienes también inquieta lo que sucederá en México a partir de que el Senado de la República publique la minuta de reforma del artículo 24 constitucional. Miles de evangélicos siguen creyendo que se trata de una reforma innecesaria, que atenta contra la laicidad del Estado mexicano y asesta un duro golpe al carácter laico de la educación. 

Como es bien sabido, la reforma en cuestión pretende que se difundan en las escuelas públicas del país las creencias de los padres y tutores católicos. Estará de acuerdo conmigo en que estas personas pueden realizar este trabajo con plena libertad en sus hogares y/o en los templos destinados al culto, pero nunca en los establecimientos de educación pública, donde convergen niños y niñas con distintos credos. 

Algunos legisladores nos han dicho que no hay de qué preocuparse, que el problema se hallaba en el dictamen original, no en el definitivo. En el afán de tranquilizarnos, esas voces nos explican que la exposición de motivos que acompañaba a la minuta enviada al Senado fue invalidada en el momento en que los senadores emitieron el dictamen definitivo. 

Al margen de lo que estas voces digan, lo cierto es que el episcopado mexicano ha hecho público su interés de incluir la enseñanza religiosa en el sistema de educación pública nacional, tal como lo promoviera desde el Vaticano para todo el mundo el ahora papa emérito Benedicto XVI. 

Estos atropellos al Estado laico nos llevan a plantearnos la pregunta: ¿qué hacer? Mi amigo César Augusto Candelaria, de Foro Cívico México Laico, señala que “es tiempo de que arranquemos de nuestros labios ese amarre mordaz que nos ha impedido utilizar los medios legales para evitar que continúen estos atropellos al Estado laico”. Yo, en lo personal, coincido con él. Pero usted, ¿qué opina? 


@armayacastro





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