Por Armando Maya Castro
Si los curas actúan como delincuentes, deben ser tratados como tales, con todo el rigor de la ley |
No sé si sea cierta la
afirmación de la organización católica Bishop Accountability (Rendición de
Cuentas de Obispos), en el sentido de que “el papa Francisco se demoró en tomar
medidas contra dos sacerdotes argentinos que fueron acusados y condenados de
abuso sexual”. Lo que sí sé es que la pederastia clerical y la que es
practicada por otras personas, ha ocasionado severos traumas sicológicos,
frustración y muchísimo dolor en los niños que han sido víctimas de abuso
sexual.
Actualmente, gracias a la
cultura de la denuncia que la sociedad actual ha desarrollado en los medios de
comunicación y en las redes sociales, es posible conocer no sólo el número de
abusos sexuales en agravio de los niños, sino también las situaciones de
encubrimiento e impunidad que rodean algunos de estos lamentables casos La
cultura de la denuncia ha sido tan útil, que ayudado a disminuir considerablemente
el atropello de los derechos de los niños, quienes gozan ahora de mayor
protección que en el pasado.
La crisis que la pederastia
clerical ha ocasionado al interior de la Iglesia católica no sólo es de
credibilidad, sino también económica. Información vertida por diversos medios
de comunicación en años anteriores demuestra que la pederastia ha ocasionado el
desastre financiero de diversas diócesis de Estados Unidos. Ejemplo de ello son
las diócesis de Boston y Los Ángeles, que intentaron comprar con dinero el
silencio de las víctimas y de los familiares de éstas, además de pagar sumas
estratosféricas por concepto de indemnización.
El daño fue tal magnitud,
que muchos analistas han atribuido la renuncia de Joseph Ratzinger al papado a
los escándalos de pederastia sacerdotal y al Vatileaks, caso, este último, en
manos ya del papa Francisco. A pocos católicos convenció la postura de cero
tolerancia que el Vaticano implementó en los últimos años. La gente siguió
dudando del clero católico, pese a saber que no todos los sacerdotes son
pederastas.
Las ventajas que ofrece la
denuncia deben ser debidamente aprovechadas. La sociedad actual no puede
permitir que se siga atropellando impunemente la integridad física de los
niños, tal como ocurrió en el pasado, cuando las víctimas inocentes, aparte del
abuso sexual y psicológico, tenían que enfrentar con dolor y tristeza la
incredulidad de sus padres, quienes daban mayor crédito a la versión de los
curas pedófilos que a la de sus propios hijos.
Los padres de familia de hoy
deben de enseñar a sus hijos que el abuso sexual, independientemente de quien
lo perpetre, está terminantemente prohibido por nuestras leyes. Deben
enseñarles que los códigos penales establecen sanciones para los pederastas,
más allá de su condición social o investidura religiosa. En México, desde hace
mucho tiempo, se acabaron los fueros eclesiásticos. Nuestro presidente ha sido
claro al señalar que nadie, absolutamente nadie, puede estar por encima de la
ley.
Los católicos exigen
reformas, y que la jerarquía romana aplique a los curas pederastas algo más que
normas administrativas y disciplinarias. No quieren sanciones como la que se
aplicó a Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, cuyo correctivo
se limitó a retirarlo de la actividad sacerdotal. Las víctimas de Maciel siguen
lamentando hasta el día de hoy la protección que este depredador sexual recibió
de Benedicto XVI, de Norberto Rivera y de la derecha en el poder. La sociedad
exige el fin del encubrimiento y de la impunidad, y que quienes cometan estos
crímenes execrables –sean o no sacerdotes– respondan ante la sociedad y no se
sustraigan de la acción de la justicia.
Todos sabemos que la
ausencia del Estado de Derecho y el vacío de procuración y administración de
justicia coadyuvan al ensanchamiento de la impunidad en detrimento del
bienestar infantil. Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que lo único
que puede ponerle fin a estos abominables delitos es una justa y ejemplar
aplicación de la ley.
@armayacastro
Artículo publicado en la edición impresa de El Mexicano de Tijuana el sábado 23 de marzo de 2013
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