Armando Maya Castro
El cardenal Jorge Mario Bergoglio con el dictador Jorge Rafael Videla. |
Ayer,
a las 7:06 de la noche (tiempo de Italia), el humo blanco indicó a los congregados
en la plaza de San Pedro, así como a los católicos esparcidos por todo el mundo,
que los 115 cardenales electores, encerrados en la Capilla Sixtina desde el día
12 de marzo, eligieron al nuevo papa y jefe del Estado Vaticano.
Se
trata del jesuita Jorge Mario Bergoglio, quien
nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de
1936. Francisco es el primer papa jesuita en la historia del catolicismo y el
primer latinoamericano en ocupar la silla papal. Hasta el día de su elección, se
desempeñó como arzobispo primado de Buenos Aires, teniendo como antecedentes el
apoyo otorgado a la dictadura militar y su oposición al gobierno de Néstor y
Cristina Kirchner.
En
octubre de 2006, Jorge Bergoglio y Nestor Kirchner se enfrascaron en un agrio
debate, lanzándose ataques mutuos. El actual papa, en referencia a Kirchner, dijo
a una multitud de jóvenes peregrinos reunidos en Luján: "no queremos al
demonio", que "siembra divisiones" y "promueve el
odio". En su respuesta, Kirchner invitó a la Iglesia católica a realizar una
autocrítica de su actuación en la dictadura militar. La insistencia del vocero
de Bergoglio llevó a Kirchner a advertir: "Cuidado, argentinos, porque el
diablo no sólo se mete entre los hombres que usamos pantalones. También está
entre las sotanas. El diablo penetra por todas partes".
Sobre la autocrítica recomendada
por Kirchner a Bergoglio, deseo recordar primero
los amargos
acontecimientos del régimen dictatorial, los cuales comenzaron el 24 de marzo
de 1976, fecha en que Jorge Rafael Videla y los militares Eduardo Massera y
Héctor Agosti encabezaron un golpe de Estado bajo el nombre de Proceso de
Reorganización Nacional. Desde entonces, y hasta el 10 de diciembre de 1983, el
poder quedó en manos de una junta militar integrada por los jefes del ejército
y la aviación, y presidida por Videla, quienes aplicaron “una política
económica liberal, estrechamente ligada con los centros financieros
internacionales”.
Esta junta militar, hay que
decirlo, desplegó una estrategia de dominio sobre la población bajo la forma de
terrorismo de Estado; suprimió los sindicatos, prohibió los partidos políticos,
al tiempo que anunciaba una guerra contra los adversarios políticos del nuevo
régimen. Entre las víctimas de la dictadura militar se cuentan clérigos, artistas,
empleados, periodistas, obreros, estudiantes, amas de casa, etcétera.
La historia de la Iglesia
católica en ese lapso es “de contradicciones, negaciones y complicidades”. El
clero minimizó las violaciones de los derechos humanos y los excesos cometidos
por la junta militar. Lo importante para la jerarquía católica eran las leyes
que en ese tiempo se emitieron, las cuales le otorgaron diversos privilegios:
sueldo para el cardenal Jorge Bergoglio y becas para los futuros sacerdotes
católicos porteños. Los autores del libro “Guía de la Diversidad Religiosa de
Buenos Aires” (Volumen 2) afirman que estas prerrogativas no vienen de toda la
vida, “sino que se hizo ley con un decreto del dictador […] de asignación
mensual a dignatarios católicos (ley 21.950 firmada en 1979 junto a José
Martínez de Hoz), la ley 22.161 de 1980 sobre asignación mensual a curas
párrocos de frontera y la 22.950 de octubre de 1983 firmada por el dictador
Reynaldo Bignone a fin de apoyar el «sostenimiento para la formación del clero
de nacionalidad argentina»”.
En
el libro "El silencio. De Paulo VI a Bergoglio. Las relaciones secretas de
la Iglesia con la ESMA", Horacio Verbitsky demuestra "la existencia
de complicidades entre la jerarquía católica argentina y las Fuerzas Armadas,
más específicamente con la Marina, dirigida en aquel entonces por el almirante
Emilio Massera". Francisco Colom González, en su libro "El Altar y el
Trono: Ensayos Sobre el Catolicismo Político Iberoamericano" explica que
"Massera patrocinó el centro de detenciones que funcionó en la Escuela
Mecánica de la Armada y fue condecorado en 1977 con el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad
del Salvador de Buenos Aires". En seguida, el citado autor agrega:
"Esta universidad está patrocinada por la Compañía de Jesús, cuyo superior
para la Argentina en ese momento, Jorge Bergoglio, es en la actualidad cardenal
de Buenos Aires".
El
sociólogo Fortunato Horacio Mallimaci ha criticado también al ahora pontífice
romano, afirmando que “la historia lo condena: lo muestra como alguien opuesto
a todas las experiencias innovadoras de la Iglesia y sobre todo, en la época de
la dictadura”. Estos antecedentes nos llevan a preguntarnos: ¿podrá llevar a
cabo el nuevo papa la tan esperada reforma de la curia romana? Eso está por verse.
@armayacastro
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