Por Armando Maya Castro
Un cónclave ensombrecido por la pederastia clerical y por los escándalos que recientemente ha dado a conocer la prensa italiana |
En medio de un profundo
desconcierto y un agitado clima de sospechas, acusaciones y luchas de poder
entre la jerarquía católica, los cardenales de todo el mundo han llegado al Vaticano
para elegir al prelado que ha de suceder a Benedicto XVI como Sumo Pontífice y
nuevo dirigente de la Iglesia católica. La presencia de la mayoría de los
cardenales en la sede papal ha transformado a ésta en una discreta colmena
diplomática.
Algunas voces nos
han dicho que las deliberaciones que se realizarán en la Capilla Sixtina, la más
grande y famosa del Vaticano, serán rápidas, por lo que se prevé que el humo
blanco que anuncia la elección del nuevo papa no tarde en salir. La situación y
condiciones actuales son distintas a las que prevalecían en 1268, año en que se
registró la sede vacante más larga de la historia, luego del deceso de Clemente
IV.
La práctica del
cónclave surge, precisamente, para ponerle fin a lo prolongado de estas
reuniones. Cuando el papa Gregorio X inició este formato, en 1274, lo hizo con
el propósito de “eliminar interferencias externas y apresurar el proceso
electoral, ya que su propia elección se había extendido por casi tres años”. Al
parecer, el Vaticano mantiene dicho propósito hasta el día de hoy; por ello, en
plena era del Twitter y demás redes sociales, los cardenales han sido
advertidos: quien revele secretos por cualquier vía será excomulgado. Esto les
quedó claro a los nueve de los 115 cardenales electores que tienen cuenta de
Twitter, así como a los cardenales propietarios de teléfonos celulares.
Hasta el siglo
XIII, los cardenales eran más libres que hoy durante el proceso electoral: “…no
estaban incomunicados con el exterior, salían y entraban del recinto religioso
cuando querían y hablaban con quienes quisieran. Se producía una votación
diaria y, en caso de no haber acuerdo, los cardenales regresaban a sus
aposentos de la ciudad”.
El portavoz del
Vaticano, Federico Lombardi, ha informado que la primera reunión del cónclave
está prevista para el 4 de marzo. La hora se sabrá hasta que Benedicto XVI deje
su cargo, aseguró el cardenal colombiano Darío Castrillón. Cuando esto suceda,
comenzará la sede vacante y el gobierno interino de Tarsicio Bertone, el
cardenal camarlengo que será –en dicho lapso– la cabeza visible y el encargado
de dirigir al Colegio Cardenalicio para los preparativos del cónclave hasta la
elección del próximo papa.
El camarlengo
participa en la elección y tiene, por tanto, derecho a voto. Puede, incluso,
resultar favorecido con el voto de la mayoría, sin que esto suponga problema
alguno. No hay que olvidar que el 2 de marzo de 1939, el camarlengo pontificio,
el italiano Eugenio María Giuseppe Giovanni Pacelli, fue elegido papa y soberano
de la Ciudad del Vaticano, cargo que desempeñó con el nombre de Pío XII hasta
su muerte en 1958.
Mientras inicia
la sede vacante, los miembros de la Iglesia católica siguen con la ilusión de
que los cardenales elijan como papa a una persona que tenga la inteligencia y
la capacidad moral para poner fin a los innumerables casos de pederastia y
pedofilia, así como a las pugnas de poder entre los sectores internos, abusos y
corrupción económica. Lo ansían porque saben que estos escándalos han generado
una creciente deserción de católicos que optan por abrazar otros credos que se
apegan más a sus realidades cotidianas.
Debo aclarar que
no es esta la primera que vez que la Iglesia católica vive en medio de una
situación tan crítica. A lo largo de la historia, diversos cónclaves se han
desarrollado bajo fuertes presiones, con la única diferencia de que en aquellos
tiempos no había una cobertura mediática que diera a conocer a la opinión
pública los pormenores del proceso y los aspectos que envuelven al mismo.
Hoy en día, la
cobertura de los medios de comunicación ha comenzado desde antes del inicio del
cónclave, sacando a la luz pública una trama de corrupción, sexo y tráfico de
influencias, situaciones que, según el diario italiano La República, forzaron
la renuncia de Joseph Ratzinger al pontificado.
@armayacastro
Artículo publicado en El Occidental, el día 28 de febrero de 2013
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