Por Armando Maya Castro
El año 2012, que será
recordado como el enésimo “fin del mundo”, se ha ido y hemos comenzado uno nuevo
con la esperanza de que éste sea distinto y mejor que el anterior en todos los
sentidos; eso esperamos millones de personas, hombres y mujeres, jóvenes y
adultos, lo mismo en México que en las demás naciones del mundo.
Aspirar a que el año 2013
sea de felicidad y mejor que el que acabamos de despedir, es bueno y válido;
sin embargo, esa aspiración debe fundamentarse en el hecho de que si anhelamos
que sea mejor y nos esforzamos en conseguirlo, hay enormes posibilidades de que
así ocurra.
Respecto a este tema, el
escritor y humanista español, Enrique Rojas, nos dice: “La felicidad es la
máxima aspiración del hombre, hacia la que apuntan todos los vectores de su
conducta, pero si queremos conseguirla, debemos buscarla”. Lo importante,
entonces, no son los deseos que nos hemos expresado entre amigos y familiares,
ni los buenos propósitos de año nuevo, sino la búsqueda racional de la
felicidad y de la realización de los propósitos que acostumbramos hacernos al comienzo
de cada año.
Desde los primeros minutos
del 2013, el Autor de la vida nos concede la dicha de estrenar un año, pero es
necesario que tomemos este nuevo ciclo con la debida reflexión, viéndolo como lo
que es: la oportunidad que nos otorga el Altísimo para transformar nuestras vidas
y mejorar nuestras relaciones familiares, laborales y sociales en todos los
sentidos y en cada uno de sus detalles.
En la recta final del año que
acaba de quedar atrás, la mayoría de los seres humanos ocuparon los días y las
horas para revisar actitudes y hacer un balance de sus vidas, así como para
prepararse y fijarse nuevas metas de prosperidad para el año que ha iniciado.
Al comienzo del año, los
fieles de la Iglesia La Luz del Mundo, reunidos en los aproximadamente 3 mil
templos que esta institución ha edificado alrededor del mundo, desearon a sus
semejantes y a sí mismos un año de bendición y prosperidad. Alguien podría
decir: “esto no tiene nada de extraordinario; millones de personas hicieron lo
mismo al despedir el 2012”.
Esto es muy cierto; sin
embargo, debe aclararse que lo relevante del caso no estriba en la rutinaria
expresión de deseos que suele darse aquí, allá y acullá, sino en la importancia
de que haya alguien que concientice a la grey de que los buenos deseos no son
suficientes, sino la lucha perseverante encaminada a la consecución de los
mismos.
En la Iglesia La Luz del
Mundo, quien realiza responsablemente ese trabajo es el Apóstol de Jesucristo,
Hermano Samuel Joaquín Flores, quien en los últimos minutos del año pasado y en
los primeros del nuevo concientizó a los fieles de la Iglesia Universal sobre
la importancia de valorar y aprovechar correctamente los días, las semanas, los
meses y los años en la práctica cotidiana de los valores cristianos.
En muchas ocasiones le ha dicho a la feligresía que
aprovechar bien el tiempo es vivir sabiamente a lo largo del año, sin desperdiciar
ni un solo día. De acuerdo con sus palabras, lo importante no es tener un buen
principio de año, sino concluirlo bien, conservando a lo largo del mismo la
comunión de Dios. Esta clase de
consejos, aparte de proporcionar a los miembros de la Iglesia un buen inicio de
año, ofrecen la oportunidad para superar el pasado, evaluar el presente y
afrontar el porvenir con fe y determinación.
En los primeros minutos del
año en curso, el Apóstol de Jesucristo, además de aconsejar, envío sus bendiciones
y parabienes a los fieles de la Iglesia esparcidos en los cinco continentes, otorgando
así consuelo y alegría a quienes lo han recibido como el Embajador de Dios en
esta tierra. Bendiciones similares envío a las autoridades de los tres niveles de
gobierno, deseando que –por bien de sus gobernados– sean iluminadas por Dios en
su cotidiana y delicada labor gubernamental.
@armayacastro
Publicado en los diarios El Mexicano de Tijuana y El Occidental de Guadalajara:
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