Por Armando Maya Castro
A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II brindó protección al pederasta Marcial Maciel, a quien calificó como "modelo cristiano para la juventud" |
Giovanni
Battista Re, Prefecto emérito de la Congregación para los Obispos en el
Vaticano, acaba de confirmar la inminente canonización de Karol Wojtyla,
conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978.
Para que el papa de origen polaco sea elevado a los altares hace falta sólo el
reconocimiento de un
milagro por parte de los médicos de la Congregación de la Causa
de los Santos, afirma el cardenal Re, uno de los más cercanos colaboradores de
Juan Pablo II durante su pontificado.
El
13 de mayo de 2005, Benedicto XVI dio a conocer su decisión de dispensar del
periodo de cinco años de espera establecido por el Derecho Canónico para el
inicio de la causa de beatificación de Juan Pablo II. El siguiente es el
anuncio que al respecto se leyó durante el encuentro con el clero de la
diócesis de Roma, celebrado en la basílica de San Juan de Letrán: "El Sumo
Pontífice, Benedicto XVI, ha dispensado del periodo de cinco años de espera
tras la muerte del siervo de Dios, Juan Pablo II, sumo pontífice".
El
anuncio papal fue celebrado y aplaudido por los católicos que admiran la vida y
obra de Juan Pablo II, no así por aquellos que ven lo que muchos vemos: “su
lado oscuro estigmatizado por una estrecha amistad con el pederasta Marcial
Maciel, que continuó a lo largo de su vida, a pesar de las advertencias sobre
sus condenables prácticas”.
El michoacano Marcial Maciel,
pederasta y drogadicto que destrozó la vida de varios miembros de los
Legionarios de Cristo y estudiantes de los establecimientos de dicha
congregación católica, fue definido por Juan Pablo II como “modelo cristiano
para la juventud”. En el libro “Secretum, la España enigmática”, Chema Ferrer
afirma que “el papado de Juan Pablo II es de vital importancia para Marcial
Maciel, ya que en 1983 el Papa aprueba el texto definitivo de las
constituciones de la congregación. Su relación con Maciel se incrementó,
situándolo muy cerca de su persona en al menos tres de sus visitas a México,
además de concederle cargos eclesiásticos de principal relevancia, como el de
consultor permanente de la Congregación para el clero”.
Hay muchos que defienden a
Juan Pablo II afirmando que él ignoraba los actos inmorales del legionario
mayor. Estas voces han sido desmentidas por Alejandro Espinosa, sobrino y
víctima de Marcial Maciel, quien declaró a la revista “Interviú”, en junio de
2007, lo siguiente: “Desde 1978, Wojtyla conocía, por valija diplomática, los
excesos pederastas de Maciel, su adicción a la morfina y, posiblemente, el
lavado de dinero procedente del narcotráfico. Las acusaciones venían desde
1975, cuando Maciel fue suspendido “a divinis” dos años por Pío XII”. El 13 de agosto de 1956, “el entonces
Arzobispo Primado de México, Miguel Darío Miranda, envió una carta al Vaticano
donde advertía de conductas inadecuadas del padre Marcial Maciel”. En uno de
los párrafos de la misiva, el cardenal explicaba: “En todo este asunto no me
mueve otra cosa que el deseo sincero de ver por el bien espiritual de esa
congregación religiosa naciente; pero juzgo que es necesaria la intervención
inmediata de la S. C. de religiosos, para evitar mayores males”.
Habrá quien podrá decir, en
defensa de Ratzinger, que fue el único papa que obligó al fundador de los
Legionarios de Cristo a abandonar sus responsabilidades sacerdotales al
“invitarlo” a retirarse a la vida privada, luego de conocer “las acusaciones de
varios ex sacerdotes, ex seminaristas y alumnos por abusos sexuales cometidos
en su contra cuando eran menores de edad”.
La realidad de Ratzinger en este
particular es que, siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, recibió una carta que contenía la confesión que Juan Manuel Fernández
Amenábar le hizo en su lecho de muerte al sacerdote Alberto Athié. En dicha
carta, Athié informaba al Vaticano –por conducto del obispo Carlos Talavera–
los diversos excesos de Maciel en agravio del legionario Fernández Amenábar. Al
enterarse del caso, Ratzinger se limitó a comentar: “Lamentablemente no podemos
abrir el caso del padre Maciel, porque es una persona muy querida por el Santo
Padre, ha ayudado mucho a la Iglesia y lo considero un asunto muy delicado”.
Nada de esto detuvo a
Benedicto XVI, quien beatificó a Juan Pablo II ante 1,5 millones de personas
que colmaron la Plaza de San Pedro y las calles aledañas, en un festejo que
acercó a Wojtyla a la canonización. Todo esto, a pesar de saber que Juan Pablo
II toleró y protegió los abusos de Maciel, uno de los pederastas que supo
mantenerse en alto usando sus influencias e incluso soborno, según refiere el
periodista estadounidense Jason Berry, en su libro “Las finanzas secretas de la
Iglesia”.
@armayacastro
Publicado en el diario El Mexicano de Tijuana
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