jueves, 29 de noviembre de 2012

LA TORTURA EN EL ACTUAL SEXENIO



Por Armando Maya Castro



El Comité de Naciones Unidas contra la Tortura (CAT) urgió al presidente electo de México, Enrique Peña Nieto, a tomar medidas concretas para terminar con la tortura, las desapariciones forzadas, el arraigo y el fuero militar, prácticas que en la administración del presidente Felipe Calderón Hinojosa se volvieron rutinarias contra cualquier persona percibida con alguna conexión, cierta o no, con la delincuencia.

El gobierno federal ha defendido con pasión la forma en que ha enfrentado al crimen organizado, afirmando que dicho combate es una demanda del pueblo de México. En repetidas ocasiones ha señalado que las fuerzas de seguridad nacional realizan su trabajo con apego a la ley y con respeto a los derechos humanos. 

Tenemos que reconocer que la práctica de la tortura y demás abusos de las corporaciones policiacas y de algunos miembros del Ejército no es responsabilidad única de las autoridades federales, sino también de nosotros como sociedad, pues, sabiéndolo, lo permitimos en aras de esa pretendida seguridad que parece justificarlo todo.

Ayer, el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Raúl Plascencia Villanueva, declaró a conocido diario capitalino que en la presente administración se incrementaron las denuncias por casos de torturas y la estrategia contra el crimen no garantizó mayor protección a la sociedad. Dijo que durante el actual sexenio se cometieron poco más de ¡100 millones de delitos!

En el caso específico de la tortura, el ombudsman nacional señaló: “Es un tema tan dramático como que en 2005 la CNDH registró un caso de tortura y unos 400 de tratos crueles; sólo en 2011 se registraron 2 mil 40 casos, esto es un 500 por ciento más”. 

La Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes define la tortura en los siguientes términos: “todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia”.

La tortura ha sido utilizada desde épocas muy remotas por la mayoría de los pueblos de la tierra. Se utilizó en algunas naciones católicas que establecieron la inquisición para erradicar lo que la Iglesia católica consideraba herejía o violación a sus leyes, utilizando para tal fin métodos inhumanos, no tanto para administrar justicia, sino para conseguir la confesión de los herejes y/o de los protectores de éstos. 

Pero no hay necesidad de ir a la Edad Media para encontrar la tortura, ya que ésta sigue haciendo acto de presencia en muchas naciones de nuestro tiempo, incluso en los Estados Unidos de Norteamérica, nación respecto a la cual el ex presidente Jimmy Carter expresó: “Los Derechos Humanos son el alma de nuestra política exterior, porque los Derechos Humanos son en verdad el alma de nuestro sentido de nación”.

El escritor Arturo Gálvez Valega nos dice que en Estados Unidos, a raíz de la guerra de Irak, “fueron puestas en ejecución reglas entonces secretas del gobierno de Bush que autorizaban las torturas y malos tratos a los prisioneros de guerra y políticos, quebrantando todo el sistema jurídico internacional de derechos humanos y de garantías a los prisioneros".

Estos actos de tortura, perpetrados por militares de una nación que se dice comprometida con la defensa de los derechos humanos y las libertades democráticas, son dignos de la más enérgica condena, como también lo son las prácticas de tortura ejecutadas por quienes combaten en nuestro país la delincuencia organizada. No olvidemos que Estados Unidos y México son signatarios de la Convención de Ginebra, la cual prohíbe el trato cruel, la tortura y el ultraje a la dignidad personal de los presos.

Los mexicanos esperamos que el gobierno que encabezará Enrique Peña Nieto enfrente el crimen organizado con firmeza y estrategias eficaces, asegurando en todo momento el respeto a los derechos humanos. Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que el respeto a las garantías individuales es –o debe ser– una particularidad de toda sociedad democrática. 



Publicado el martes 27 de noviembre de 2012 en el diario El Mexicano

 


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