jueves, 22 de noviembre de 2012

A PROPÓSITO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA



Por Armando Maya Castro 
El estallido de la Revolución marcó la salida de Porfirio Díaz del poder


Hoy, en todo México, se llevarán a cabo diversas celebraciones con motivo del CII Aniversario de la Revolución Mexicana, movimiento que surgió a raíz de la prolongada permanencia de Porfirio Díaz en el poder, tiempo durante el cual el dictador de origen oaxaqueño y su gabinete suprimieron las libertades y derechos enunciados en la Constitución de 1857, ocasionando situaciones de miseria, abuso y discriminación en agravio de los campesinos, indígenas y obreros del país. 

El estallido de la revolución, el 20 de noviembre de 1910, constituyó una  respuesta violenta de los grupos sociales interesados en acabar con los padecimientos ocasionados por la “paz porfiriana” y, más que nada, por “los mecanismos de control que ésta implicó en aras del progreso económico que, a pesar de que condujo a México a la modernidad, se cimentó en grandes contradicciones que fueron generando un creciente descontento hasta que al final, como diría el mismo don Porfirio: ‘desencadenaron al tigre’, y sumieron al país en una violencia que duró casi 10 años”.

Respecto a la llamada “paz porfiriana”, Francisco Piñón apunta: "A este largo periodo de tiempo se ha dado el nombre de "paz porfiriana", porque en él  no fue alterado gravemente  el orden público”. Enseguida, el citado autor nos explica que esa paz no fue orgánica, sino meramente mecánica, porque si en ese lapso no hubo una alteración grave del orden se debió a que “lo supo mantener  suprimiendo a sus enemigos  y reprimiendo con mano férrea todo movimiento que tuviera por fin alterarlo". 

Porfirio Díaz estaba enterado del clamor y descontento de la sociedad, pero sólo estaba interesado en tres cosas que le permitirían llevar a México a la cúspide de la prosperidad: orden, paz y progreso. En busca de satisfacer ese afán, se valió de la fuerza militar y, de manera insensible, entronizó el autoritarismo y la centralización del poder, negándose a dar cauces políticos a las críticas e insatisfacciones de los mexicanos.  

Nadie puede negar los logros alcanzados durante el porfiriato, entre ellos, la rehabilitación de diversos puertos, la extensión de 20 mil kilómetros de vías férreas, el mejoramiento de los servicios de correo y telégrafos, la fundación de diversos bancos, lo que favoreció el progreso de la agricultura, el comercio, la minería, la industria, etcétera. El problema es que estos logros no beneficiaron a la totalidad de los mexicanos, sino a unas cuantas familias mexicanas y extranjeras.

Tras el estallido de la revolución, y durante la duración del conflicto, "muchos mexicanos murieron en el campo de batalla, otros cayeron víctimas de la violencia generalizada, otros más perecieron por epidemias y también por hambre, y muchos miles emigraron, sobre todo a Estados Unidos. En consecuencia, la población de México disminuyó de 15.2 millones de habitantes en 1910 a 14.3 millones en 1921".

La Constitución de 1917 es uno de los logros más importantes alcanzado en el marco de la Revolución Mexicana, “la primera constitución que incorpora  amplias garantías y protecciones sociales y económicas”. Esta Carta Magna ratifica el compromiso del Estado mexicano de otorgar educación laica, definiendo a ésta como aquella que se mantiene “por completo ajena a cualquier doctrina religiosa”.

La celebración con motivo de la Revolución Mexicana, en cuyo marco fue promulgada nuestra actual Constitución, nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre el rumbo que queremos para México ¿Qué sucedería si el artículo 24 de nuestra Carta Magna fuera modificada con el propósito de otorgar privilegios a la iglesia católica-romana, en detrimento de las minorías religiosas? ¿Sería dicha reforma un avance o un retroceso? 

Las múltiples protestas y manifestaciones que se han dado a lo largo y ancho de México dejan en claro que los mexicanos queremos una Constitución que respete la separación del Estado y las iglesias, que garantice la educación laica y que proteja a todos los ciudadanos por igual. No queremos una Constitución que desmantele el Estado laico, ni que posibilite la educación confesional, sino una que satisfaga las necesidades nacionales y promueva la unidad de los mexicanos.

@armayacastro


Publicado en la edición impresa del diario El Mexicano, el 20 de noviembre de 2012



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario