Por Armando Maya Castro
“Hemos venido a este mundo como
hermanos; caminemos, pues, dándonos la mano y uno delante de otro”.
William Shakespeare
La solidaridad existe cuando dos o más personas colaboran
unidas para conseguir un fin común. Gracias a este importante valor, los seres
humanos han logrado salir adelante de los más terribles desastres: explosiones,
guerras, pestes, terremotos, huracanes, inundaciones, etcétera.
La crítica situación que se vive actualmente en aquellos
estados de la República Mexicana que resultaron afectados por los embates del
huracán “Ingrid” y de la tormenta tropical “Manuel”, obliga a los mexicanos a
responder solidariamente a los cientos de miles de personas afligidas por la
adversidad, procurando satisfacer sus necesidades más urgentes.
Los medios de comunicación han informado que las lluvias
provocadas por ambos fenómenos meteorológicos han ocasionado en diversas zonas
del país incomunicación, destrucción, dolor y muerte. Al momento de escribir
esta columna, cifras oficiales indicaban que los meteoros en cuestión dejaron
60 muertos y al menos un millón 200 mil damnificados en los estados de
Guerrero, Veracruz, Hidalgo, Puebla, Oaxaca, Coahuila, Tamaulipas, Jalisco,
Morelos y Michoacán.
Aunque nadie lo desea, es altamente probable que con el
paso de los días se multiplique el número de muertos, toda vez que en algunas
poblaciones del estado de Guerrero continúan sepultadas decenas de casas por
los deslaves y derrumbes ocasionados por las fuertes precipitaciones.
Las lluvias torrenciales causaron estragos no únicamente
en las entidades arriba mencionadas, sino también en muchos otros estados de la
República Mexicana. Datos oficiales indican que fueron 29 las entidades que
resultaron con afectaciones: 12 seriamente afectadas, y 15 más con daños
materiales menores.
Las afectaciones materiales son de diverso tipo: cierre
de puertos y aeropuertos, inundaciones, cerros desgajados, derrumbes sobre
viviendas y carreteras, puentes caídos, caminos bloqueados, desbordamientos de
ríos, arroyos y presas, etcétera.
Aunque hasta el momento no se puede precisar la magnitud
de la tragedia, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, nos
aporta un dato que describe la gravedad de la situación: más de dos terceras
partes del territorio nacional resultaron afectados por los meteoros, siendo el
estado de Guerrero el más dañado.
Las imágenes que se exhiben en las redes sociales y en
los medios de comunicación son realmente dramáticas; los testimonios de las
personas afectadas, en su mayoría pobres, son desgarradores. Aunque “Manuel” e
“Ingrid” no hicieron distinción entre clases sociales, en los lugares
impactados por ambos meteoros han sido los pobres los más seriamente afectados.
Esto se debe, principalmente, a la ubicación y fragilidad de sus viviendas,
construidas con materiales que no soportan los embates de la naturaleza.
Los seres humanos somos incapaces de impedir los azotes de
la naturaleza, que cada cierto tiempo se las ingenia para recordarle a la
humanidad su fragilidad. De lo que sí somos capaces es de reaccionar
solidariamente ante los desastres naturales, como lo han hecho hasta el día de
hoy millones de mexicanos.
Fiel a su tradición solidaria, la Iglesia La Luz del
Mundo ha respondido con rapidez al llamado del Apóstol de Jesucristo, Doctor
Samuel Joaquín Flores, quien ha incitado a los fieles de esta Asociación
Religiosa a recolectar ropa, víveres no perecederos y medicamentos para los
damnificados.
Como en anteriores desastres naturales, el primero en proceder
generosamente fue él mismo, enviando a las zonas afectadas brigadas de apoyo y
personal médico, así como ayuda de su propio peculio, con el propósito de salvar
vidas y de aliviar el sufrimiento y las carencias de las familias que lo
perdieron prácticamente todo. Y es que para el Apóstol de Jesucristo la virtud
de la solidaridad implica, sobre todo, hacer, no sólo pensar, sentir y desear.
Es lamentable que a la par de estas nobles acciones se
produzcan saqueos, actos de rapiña y pillaje, perpetrados por gente sin
escrúpulos y sin conciencia social, que se aprovecha de las circunstancias para
llevar a cabo sus acciones delincuenciales. Ojalá que esta vez, como en desastres
anteriores, triunfe la solidaridad y el espíritu de colaboración por encima de
este tipo de acciones que terminan por agravar la crítica situación que aflige
a cientos de miles de compatriotas nuestros.
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