martes, 24 de septiembre de 2013

NO TODO TIENE EL SELLO DE LA ADVERSIDAD

Por Armando Maya Castro
Tras la noche sigue el día; tras el invierno llega la primavera; tras la lluvia aparece ese arco iris que esperaba para infiltrarse por una rendija entre los nubarrones sombríos. Así como no hay noche eterna, ni invierno que continúe de helada en helada a lo largo del año, tampoco hay adversidad que dure por siempre y para siempre

El justo Job, ejemplo admirable de fe y paciencia, tras un periodo de salud, bienestar y riqueza, experimentó el dolor, la soledad y la adversidad. Fue en esos momentos críticos cuando el patriarca expresó: “El hombre nacido de mujer, corto de días y hastiado de sinsabores” (Job 14:1).

Las sabias palabras de Job dejan en claro que la vida del hombre, aparte de ser fugaz, está llena de cuidados, temores y aflicciones. Hablamos de sinsabores que no siempre resuelve la ciencia médica, tales como incomprensiones, miedos, vejez, complicaciones económicas, etcétera.

La adversidad es una realidad que es ineludible en la vida de los seres humanos. Nadie es inmune a ella. Todos la hemos experimentado en diferentes maneras y en diverso grado.

Hoy la adversidad ha golpeado a nuestros hermanos afectados por la furia devastadora de los huracanes “Ingrid” y “Manuel”, fenómenos meteorológicos que ocasionaron estragos en varios estados de la República Mexicana. Mañana puede golpear a cualquiera de nosotros.  

Afortunadamente, los seres humanos hemos aprendido a adaptarnos bastante bien a la adversidad, que en la mayoría de los casos saca a flote lo mejor de los seres humanos. También hemos aprendido que aunque el dolor y el sufrimiento forman parte de nuestras vidas, no todo en la vida tiene el sello de la adversidad.

A todos nos consta que la vida está llena de momentos de extraordinaria felicidad y de una profunda alegría. Entre los sucesos especiales podemos mencionar el nacimiento de nuestros hijos y nietos, las graduaciones y bodas de éstos, la sanidad de nuestros seres queridos, los ascensos, las adquisiciones que aseguran el bienestar familiar, etcétera. En lo espiritual, no hay felicidad más grande que disfrutar de la comunión de Dios y de sus bendiciones.  

Los anteriores sucesos no pueden evitar la llegada de situaciones angustiantes a nuestras vidas, como es el caso de desastres naturales, guerras, hambre, pobreza, delincuencia, abandono, injusticia, enfermedades y muerte. Lo importante es aprender a sacar provecho de este tipo de situaciones, afrontándolas con optimismo. De lo contrario, corremos el riesgo de quedar inmersos en un mar de amargura que terminaría por ocasionarle un daño colosal a nuestro ser interno.

El hombre que cité en el primer párrafo de mi columna perdió en un mismo día siete hijos y tres hijas, siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y muchísimos criados. Lo que nunca perdió fue su fe, virtud que le ayudó a proceder positivamente a pesar de las circunstancias adversas.

Cuando Job dejó de ser el hombre próspero que había sido, experimentó los rigores de la enfermedad, el desprecio de su mujer y la incomprensión de sus amigos, quienes lo acusaban de estar en esa situación por haber ofendido a Dios. La  insensatez de estos hombres los llevó a calificar la prueba de Job como un castigo divino, incursionando en un terreno vedado para ellos: el juicio a un varón justo.

En esta borrasca de infortunios y desgracias, “no pecó Job con sus labios”, sostiene el relato bíblico. Y no pecó por la verticalidad de sus sentimientos y por la grandeza de su fe, bajo el impulso de la cual llegó a estar dispuesto a soportar cosas mayores: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré…” (Job 13:15).

Si tuviéramos las virtudes y la comprensión que moraban en el corazón de Job, estaríamos más que preparados para afrontar las desdichas que llegan para hacernos ver que no estamos solos, que tenemos a nuestro alrededor personas dispuestas a otorgarnos la ayuda necesaria para que nos levantemos como se levantó el justo Job, quien tras la adversidad llegó a ser más próspero de lo que había sido al principio.

Tenemos que admitir que en nuestra vida habrá siempre situaciones tristes, pero también momentos felices. Sin embargo, al mirar a nuestro alrededor podemos darnos cuenta de que las cosas negativas serán siempre unas nimiedades comparadas con las cosas positivas que llegan a colmar nuestra existencia.

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