sábado, 28 de septiembre de 2013

PEDERASTIA E IMPUNIDAD

Por Armando Maya Castro
El pasado 23 de septiembre, el papa Francisco recibió en audiencia al cardenal Juan Luis Cipriani, quien antes de entrevistarse con el pontífice romano concedió una entrevista vía telefónica a un importante medio de comunicación de Perú. Al hablar sobre el exobispo Gabino Miranda, destituido de su cargo tras confirmarse las acusaciones de pedofilia en su contra, el arzobispo de Lima negó haber estado al tanto de los delitos sexuales de Miranda y pidió "no hacer leña del árbol caído"
El término "pederastia" se refiere al acto de abuso sexual cometido en agravio de los niños. La Enciclopedia de Problemas Sicológicos, del doctor Clyde M. Narramore, define esta práctica delincuencial como un "desequilibrio sexual en el cual la persona trata de obtener placer sexual mediante actividades sexuales con niños. Las relaciones del pederasta pueden ser heterosexuales u homosexuales. En algunos casos, el niño o joven adolescente puede ser coparticipe voluntario, mientras que en otros, el adulto puede forzar al niño". Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que en ambos casos se trata de un delito digno de condena.

En 1970, cuando aún no nacía la Declaración de los Derechos de los Niños de la ONU, el especialista Henry Kempo definió todas las formas de abuso de la infancia. "Entre ellas enlistó la pedofilia como abuso sexual infantil, la pornografía infantil, actos de libidinosidad, violencia carnal, prostitución de menores y relaciones sexuales desviadas", señala la periodista Lidia Cacho en su libro Con mi hij@ no: Manual para prevenir, entender y sanar el abuso sexual.

La pederastia, una de las formas delictivas que mayor rechazo e indignación producen en la sociedad, ha ocasionado severos traumas, frustración y dolor a los niños que han tenido la dolorosa experiencia de haber sido abusados sexualmente. Los expertos en la materia sostienen que este tipo de abuso infantil causa secuelas perdurables en las víctimas, alterando el normal desarrollo psicoafectivo de éstas.

Esta práctica criminal no es un mal exclusivo de nuestro tiempo. Diversos escritores sostienen que fue Esparta la primera en formalizar la pederastia. Adrián Melo, en su libro El amor de los muchachos: homosexualidad & literatura, nos dice que "la pederastia habría sido resultado de sociedades militares, como Tebas, Esparta o Creta, cuyos muchachos abandonaban sus familias a una edad temprana y vivían en comunidades mayormente militares junto con los de su edad y con hombres mayores, los cuales les enseñaba a vivir como soldados".

Aunque actualmente se escucha casi a diario sobre casos de pederastia clerical, es obligado aclarar que esta práctica no es exclusiva del clero católico. En nuestro tiempo, lo mismo que en el pasado, la pederastia se  practica tanto por clérigos como por gentes de la sociedad civil, maestros, funcionarios, políticos, empresarios, etcétera.

En la época actual, gracias a la cultura de la denuncia que las personas han desarrollado se sabe más de la pederastia y de los autores de estos abominables hechos. El trabajo periodístico y la denuncia puntual en las redes sociales han coadyuvado a disminuir considerablemente este tipo de atropellos, Gracias a esta cultura, los menores de edad de nuestro tiempo viven más protegidos que los niños que vivieron en épocas pasadas. 

La sociedad actual tiene el deber de seguir aprovechando las ventajas que ofrece la denuncia, procurando proteger a través de ella a los menores de edad, por encima de cualquier interés. Ninguna institución debe cometer el error que cometió el Vaticano, quien hasta hace poco se preocupaba más de proteger su imagen que a los niños ultrajados.

Aunque el papa Francisco es partidario de la tolerancia cero con los curas pederastas, todavía existen jerarcas católicos dados a proteger a los curas pedófilos, pasando por alto los traumas y el inmenso dolor de las víctimas inocentes. Ahí está el caso de dos curas sudamericanos: el obispo peruano Gabino Miranda, destituido recientemente por el Vaticano, y el sacerdote argentino Julio César Grassi, fundador de la Fundación Felices los Niños. Acerca del primero, el cardenal Juan Luis Cipriani pidió “no hacer leña del árbol caído”. Sobre el caso Grassi, el obispado de Morón emitió un comunicado mencionando “dudas acerca de la culpabilidad” del sacerdote condenado a 15 años de prisión.

Las anteriores intercesiones demuestran que algunos prelados católicos no han acabado de entender que la sociedad actual quiere que la Iglesia católica aplique algo más que normas administrativas y disciplinarias. Tampoco han entendido que la sociedad tiene todo el derecho de exigir el fin de la impunidad y la aplicación del rigor de la ley a los clérigos que han cometido abusos sexuales en agravio de los menores de edad. 

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