Por Armando Maya Castro
En la edición número 74 de la
Santa Convocación, miles de personas tomarán la importante decisión de ser
bautizadas en el bautismo que, de acuerdo con el mandato bíblico, predica y
practica la Iglesia La Luz del Mundo. El bautismo otorga perdón de pecados y es
un significativo paso de fe y obediencia; significa dos cosas: morir a la
pasada manera de vivir y nacer a una vida nueva.
En la Iglesia primitiva, la
manera habitual de bautizar era por inmersión total, la única forma con que se
puede significar la muerte y resurrección de Cristo. De hecho el término
“bautizar” significa “sumergir”, “introducir dentro del agua”. Siglos después
de la primera dispensación apostólica, el bautismo por aspersión o por
vertimiento fue un método que se utilizó para bautizar a personas enfermas o
postradas. Sin embargo, el bautismo por inmersión era la forma ordenada por
Cristo y sus apóstoles.
Respecto al bautismo por inmersión,
el cardenal católico, James Gibbons, dijo: "Durante siglos, después del
establecimiento del cristianismo, el bautismo normalmente se confería por
inmersión, pero desde el siglo XII la práctica de bautizar por afusión ha
prevalecido en la Iglesia Católica Romana, ya que este método es recibido con
menos incomodidad que el bautismo por inmersión”. Las palabras del clérigo romano
refieren una realidad lamentable: el mandato bíblico fue modificado por razones
de comodidad y conveniencia.
En el siglo I, y parte del II, el
bautismo era administrado por inmersión y en el Nombre de Jesucristo. Los ministros
oficiantes de aquella época invocaban ese Nombre porque estaban conscientes de
que era el único que podía garantizar perdón de pecados a las almas. Así lo
enseñó el Apóstol Pedro a los judíos que escucharon su predicación el día del
Pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados…” (Santa Biblia, Hechos 2:38). Fue en el siglo
III cuando esta invocación empezó a caer en desuso al interior de la Iglesia
católica. Esto sucedió a partir del papa Esteban (252-257), quien hacía depender
la validez del bautismo de la invocación de la Trinidad.
Aparte del perdón de pecados, el
bautismo en el Nombre de Jesucristo logra que los creyentes sean incorporados a
la Iglesia del Señor, entorno donde las almas empiezan a disfrutar de la
comunión de Dios y de las bendiciones que dicha relación trae consigo.
En la Iglesia instaurada, el
bautismo no era administrado a los niños, sino a personas que eran capaces de
determinar, de acuerdo con su modo de creer y pensar, si querían o no ser bautizados. Así fue entonces y así es ahora.
La Biblia no registra ni un solo caso de niños que hayan sido bautizados. La
enseñanza de Jesucristo es clara al respecto: “El que creyere y fuere bautizado
será salvo…” (Santa Biblia: Marcos 16:16). San Pedro también fue claro al
señalar a los judíos el día del Pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese cada uno
de vosotros en el nombre de Jesucristo…”. De acuerdo con los textos bíblicos
antes citados, los dos requisitos para ser bautizados son: creer y
arrepentirse, condiciones que un niño no puede reunir.
William Barclay, en su “Comentario
al Nuevo Testamento”, afirma que “el bautismo en la Iglesia original era de
hombres y mujeres adultos que venían a la Iglesia espontáneamente del paganismo”.
En el seno de la Iglesia católica las cosas cambiaron en el siglo VII, a partir
del cual esta institución empezó a bautizar niños, abandonando así el
mandamiento primitivo.
En la Iglesia La Luz del Mundo,
el bautismo es para los creyentes, para los que son responsables y maduros,
para los que tienen la habilidad de actuar basados en su libre albedrío. Esto
lo podrán corroborar todas las personas que presencien los bautismos que se
realizarán en el marco de la Santa Convocación. Podrán verificar, asimismo, que
los bautismos son efectuados por ministros autorizados, quienes oficiarán
dichos sacramentos con solemnidad y en estricto apego al mandato bíblico.
Es oportuno mencionar, por
último, que los fieles que ya están bautizados, y los que se bautizarán hoy y
mañana, podrán sentarse a la Mesa del Señor y participar el próximo 14 de
agosto de la Santa Cena, la ceremonia más importante y solemne de la Iglesia La
Luz del Mundo.
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