Por Armando Maya
Castro
El próximo viernes arribará el papa Benedicto XVI a Guanajuato, uno de los
estados más conservadores del país, donde la guerra cristera (1926-1929) causó
el derramamiento de mucha sangre, así como enfrentamientos innecesarios que
dividieron y empobrecieron no sólo a los habitantes de dicho estado, sino a los
mexicanos en general. Guanajuato es tierra sinarquista y yunquista, el estado
donde nace Acción Nacional, el partido que desde el poder ha impulsado una
serie de cambios constitucionales que favorecen a la Iglesia católica.
¿Por qué viene el papa a Guanajuato y no a otro estado de la República?
La respuesta la encontramos en la declaración mediática del arzobispo de León,
José Guadalupe Martín Rábago, quien explica que la visita papal es una
recompensa para Guanajuato, debido a que su población se ha mantenido
mayoritariamente fiel al catolicismo. Las palabras del prelado evidencian que en
los demás estados la Iglesia católica continúa en caída libre y no es capaz de contener
las deserciones de fieles y la disminución de innumerables sacerdotes. Es
evidente que a Ratzinger no lo recibirá el “México siempre fiel” que acogió a Juan
Pablo II en su primera visita a México. Actualmente, la población
mayoritariamente fiel se halla únicamente en Guanajuato, a quien el papa recompensará
con su visita.
Guanajuato fue uno de los focos más importantes de la cristiada. Fue ahí
donde el movimiento cristero tuvo mayor fuerza y mejor organización. Desde
antes del inicio del citado conflicto –por lo menos desde la década de 1870–, “la
defensa de la libertad de culto había sido fuente permanente de conflicto” en
esa entidad. Esto explica el profundo catolicismo de un región que combatió a
los gobiernos revolucionarios procurando derogar “los artículos
constitucionales que afectaban los dominios ideológicos y políticos del clero
católico, sobre todo el artículo 3°”.
En mayo de 1937, se formó en
la ciudad de León la Unión Nacional Sinarquista (UNS), organización que
experimentó un crecimiento explosivo en sus primeros años: “en 1941 contaba con
medio millar de afiliados, y para 1944 rebasaba los 900 000 miembros”. El
sinarquismo –término que significa “con orden” o “con autoridad”– es la continuación del movimiento armado
cristero, pero por otra vía: la social.
Gloria M. Delgado de Cantú, en
su obra “Historia de México” (volumen II), nos dice que “el sinarquismo estuvo
integrado por varias organizaciones católicas herederas de la lucha cristera,
que se unieron con el propósito de crear un frente de oposición al cardenismo. Contó
con el apoyo de la Falange Española y adoptó la estructura del Partido
Nacionalsocialista de Alemania [mejor conocido como el Partido Nazi]. Además,
compartía con las organizaciones fascistas europeas la radical posición
anticomunista, la obediencia incondicional a los jefes, el saludo con el brazo
extendido, el uso de uniformes militares, y el brazalete con la insignia
sinarquista”.
El sinarquismo captó
partidarios en las masas de más rudimentarios conocimientos del ámbito rural,
aunque “sus agentes y organismos también
se infiltraron en las ciudades, y su propaganda ideológica incluso alcanzó a
funcionarios públicos”. La historiadora citada anteriormente afirma que “la UNS
se organizó como un movimiento antipartidista, además de que se valió de la
subversión y la violencia –protagonizada por los camisas doradas, grupo
fascista de choque– en colaboración con el fascismo internacional”.
Uno de sus destacados líderes
fue Salvador Abascal Infante, a quien el investigador Edgar González Ruiz
califica como “furibundo enemigo del Estado laico e incluso de la democracia –a
la que consideraba producto del ‘complot judeomasónico’”. La laicidad y la
libertad de cultos han sido siempre el blanco de este tipo de organizaciones.
Su objetivo: logar que la educación pública sea católica y que en las escuelas
se enseñe a los alumnos los rezos y el catecismo. El alto grado de intolerancia
de estos grupos los ha llevado a asegurar que “el error no tiene los mismos
derechos que la verdad”. Por lo tanto, los demás grupos religiosos deben ser borrados
del medio social. Miran a México como el hogar exclusivo de ellos, y quisieran
colocar en él el lema: “México es católico y no admite grupos protestantes ni
su propaganda”.
En junio de 2009, el ex
líder del PAN, Germán Martínez propuso exportar al resto del país el modelo de
política y gobierno de Guanajuato, lo que dio en llamarse la "guanajuatización”.
¿Pretende Benedicto XVI que los demás estados de la República sean en el ámbito
religioso semejantes a Guanajuato, para poder recompensarlos con su presencia? ¿Busca
acaso que los católicos de los demas estados adopten la intolerancia característica
de la derecha guanajuatense?
Aunque los jerarcas
católicos lo nieguen, la visita papal tiene tintes electorales. González Ruiz
señala que el papa decidió visitar Guanajuato “por ser el más importante
bastión del conservadurismo católico en el país. En ninguna otra entidad tiene
tanta fuerza el PAN, la Iglesia católica y los grupos de ultraderecha, que
utilizarán la visita papal para fortalecerse políticamente e influir en las
próximas elecciones”. Afortunadamente el México de hoy está más despierto que
nunca, y ni el papa ni los políticos pueden engañarlo.
Twitter:@armayacastro
recordemomos que de guanajuato es el primer precidente de la republica, del pan, catolico, no laico, fanatico e idolatra.
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