Por Armando Maya Castro
El dinero público usado para
la visita del papa Benedicto XVI, constituye un severo golpe al Estado laico,
pero también a las finanzas de diversos municipios guanajuatenses. Esto ha
inconformado a un grupo de jóvenes, en su mayoría universitarios, quienes el
jueves pasado se manifestaron en contra de la presencia del papa en la capital
del Estado.
El alcalde de Guanajuato, Édgar
Castro Cerrillo, nos informa que no hay dinero en el ayuntamiento, por lo que ha
solicitado recursos a los gobiernos federal y estatal, los cuales se niegan a desembolsar
7.7 millones de pesos, necesarios para pagar sueldos y horas extras de los
funcionarios que trabajarán durante la estancia de Ratzinger en el Bajío. El
alcalde nos adelanta que si no recibe los recursos solicitados, tendrá “que negociar
con el personal para pagar en plazos las horas extras”. Ante esto, conviene
preguntarnos: ¿por qué tienen que sufragar los municipios abajeños los gastos
millonarios por la visita papal y no la Iglesia católica, cuyo poder económico
y material supera al de muchas naciones?
Desde que fue arropada por el
Imperio romano, en el siglo IV, la Iglesia católica no sabe lo que es la
pobreza. Si le preguntamos a quienes han investigado sobre el poderío económico
de esta institución, nos responderían –con base en sus investigaciones– que se
trata de un “emporio
financiero de proyecciones internacionales con inversiones de millones de
dólares en el sistema crediticio, industrial, inmobiliario y bursátil de
numerosos países” (Fernando Bermudez Ardila, Santos, héroes y sátiros, Panamericana, Bogotá, 2007, p. 86).
Son los guanajuatenses quienes
sufrirán principalmente las consecuencias del uso indiscriminado de recursos
públicos para sufragar los gastos de las obras realizadas para la visita papal.
Esto impedirá la realización de programas sociales, obras y servicios públicos en
beneficio de los que menos tienen. Algunas de estas obras seguirán siendo
proyectos; otras más quedarán sin ejecutarse o inconclusas.
En el caso específico de León,
Alejandra Gutiérrez, tesorera municipal, refirió que la Tesorería tendrá que
promover una modificación presupuestal. En un principio, el alcalde leonés
Ricardo Sheffield había anunciado que el presupuesto sería de tres millones de
pesos; ahora nos informan que “el gasto corriente equivale a seis millones de
pesos, además de ocho millones que se destinaron al acondicionamiento de
estacionamientos”.
Con recursos del gobierno
estatal se preparan los escenarios para las presentaciones del papa. Por cuenta
del mismo correrán también los gastos para brindar atención a la prensa
internacional que acompaña al papa, así como a los medios nacionales y locales.
La remodelación y alumbrado de la catedral metropolitana de León le costará al
gobierno que preside Juan Manuel Oliva Ramírez 2 millones de pesos. Pero la
obra más costosa es el Parque Guanajuato Bicentenario, donde se realizará la
misa papal multitudinaria. Martín Malagón, secretario de Obra Pública, nos dice
que el costo total de la obra será de 77 millones de pesos (Milenio, jueves 01
de marzo, 2012).
Duele que el gobierno de
Guanajuato destine recursos millonarios para atender al papa, en vez de resolver
las necesidades urgentes de la población en situación de pobreza. El pueblo de
México debe saber que el estado que visitará Ratzinger tiene municipios con
limitaciones, carencias y rezagos muy marcados. Ahí están Xichú, Atarjea y
Tierra Blanca, municipios que la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) considera
como de alta marginalidad. En el caso específico del primero de éstos, la
Conapo indican que, de los 11 mil 560 habitantes que hay en Xichú, el 20.94% de
la población de 15 años o más es analfabeta; el 34.31% de su población no tiene
excusado en su casa; el 35.28% no tiene agua entubada; 46.91% viven con algún
nivel de hacinamiento, y el 70.92% de su población ocupada gana menos de dos
salarios mínimos.
Para los múltiples gastos de
la organización de la visita papal también fluyen recursos de la Federación, así
como de empresas privadas y de particulares a través de la llamada colecta
nacional, realizada en todas las diócesis del país. Lo que no se ve por ningún
lado es la aportación de la Iglesia católica, la institución más rica del
mundo. Nadie sabe con exactitud a cuánto ascienden sus activos, pero son tantos
que no tendría necesidad de convertirse en una carga para la economía de los
países visitados por su dirigente máximo. ¿No cree usted?
Twitter: @armayacastro
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