miércoles, 7 de marzo de 2012

EL PAPADO, UNA INSTITUCIÓN DE ORIGEN IMPERIAL


Por Armando Maya Castro
 
Con recursos del erario y apoyo de trabajadores al servicio del Estado, los jerarcas católicos realizan los preparativos para recibir al papa Benedicto XVI en la ciudad de León, Guanajuato. Se valen de la credulidad de los católicos que participarán en los actos pontificios, sin haber analizado los cimientos del papado, una institución eminentemente humana.
Los orígenes del papado se remontan a los primeros años del siglo IV d. C., época en que el emperador Constantino promulgó el Edicto de Milán (313), a partir del cual la Iglesia católica obtuvo libertad plena, protección e innumerables privilegios. El argumento romanista que proclama a Pedro como el primer obispo de Roma carece de sustento bíblico e histórico. Tampoco existen pruebas historiográficas de que dicho apóstol haya designado a un sucesor suyo en Roma, salvo en documentos espurios, como son las pseudo-clementinas y las decretales pseudo-isidorianas, cimiento indiscutible del papado.
Papías de Hierápolis, reputado como escritor crédulo y adoptador de tradiciones falsas, fue el primero en hablar del viaje de Pedro a Roma. Dijo que la Babilonia referida en 1 Pedro 5:13 es Roma. Analice usted el testimonio de Eusebio de Cesarea:Clemente, en el libro VI de sus Hypotyposeis, refiere este hecho, y el obispo de Hierápolis, llamado Papías, lo confirma con su testimonio. Pedro menciona a Marcos en la primera Epístola, la cual dicen que fue escrita en Roma; y el mismo Pedro lo indica cuando la llama metafóricamente Babilonia, como sigue: “La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan” (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, Clie, Barcelona, 2008, pp. 76 y 77).
Para Voltaire, “la fabula que dice que Pedro vino a Roma, bajo el reinado de Nerón, y que ocupó la silla durante veinte y cinco años, es una de las más absurdas que se han inventado, porque Nerón no reinó sino trece años”. (Voltaire, Filosofía de Voltaire, Imprenta del Diario, 1837, Coruña, pp. 168 y 169).
La interpretación del texto bíblico que menciona el saludo de Pedro a “la Iglesia que está en Babilonia”, pretende demostrar que este apóstol desempeñó su ministerio en la ciudad imperial de Roma. Tal afirmación deshonra a Pedro, situándolo en el terreno del desorden y la  desobediencia, pues, teniendo de parte de Dios la misión de predicar a los judíos (circuncisión), se dirigió a un espacio que le había sido asignado a Pablo.
La Iglesia establecida en Roma jamás recibió de Pedro carta alguna. No le correspondía a él atender los asuntos de dicha Iglesia, sino a Pablo, quien tuvo el cuidado de aconsejar apostólicamente a los cristianos de esa ciudad a través de una de sus epístolas. Evidentemente, la Iglesia favorecida por Constantino a partir del siglo IV era diferente jerárquica y doctrinalmente a la primitiva Iglesia.
¿Qué le dio Constantino a la Iglesia y qué no? Marcel Simon y André Benoit, en su obra “El Judaísmo y el Cristianismo Antiguo”, refieren algunas de las mercedes que Constantino le otorgó a la Iglesia católica: puso a disposición de la Iglesia el palacio de Letrán y le otorgó considerables sumas de dinero; participó en la edificación de muchas iglesias y otorgó a los católicos los cargos más altos. Asimismo, “manifestó su interés por la Iglesia legislando a su favor y llegando a reconocerle un estatuto particular”.
La Donación de Constantino es un documento espurio. Fue elaborado en medios curiales en torno al año 800, y su falsedad fue demostrada en 1440 por Lorenzo Valla, quien probó –a través del análisis lingüístico del texto– que no podía estar fechado en el año 300.  Antes del derrumbe de esta patraña, la gente creía a pie juntillas que la “Donatio Constantini” era un decreto auténtico, y que Constantino había reconocido al papa Silvestre I como soberano y que le había donado la ciudad de Roma, las provincias Italia y todo el Imperio romano de Occidente. 
La obra real de Constantino consistió en integrar la religión pagana y la católica, como soporte de la ideología imperial, dando origen a una religión sincrética, conformada por diversas influencias religiosas. La historia demuestra que el emperador, “al tiempo que favorecía al cristianismo, siguió utilizando símbolos paganos que resaltaban el poder del emperador…”.
Constantino intervenía en todo, y para todo se pedía su consentimiento. “convocó concilios, ‘cristianizó’ las voluntades de los obispos y, en pago, acrecentó en poder y riquezas el ‘Patrimonium Petri’, el famoso y controvertido Patrimonio de Pedro”. El concilio de Nicea (325), donde se sentaron las bases dogmáticas y canónicas de la Iglesia católica, fue convocado por el emperador, quien dirigió sus negociaciones e influyó determinantemente en sus deliberaciones y decisiones. Este concilio condenó al arrianismo y declaró al Hijo “homousios” (consustancial al Padre), formula “teológica” que nace de la mente del emperador, no de los obispos conciliares.
Estos son los orígenes del papado y de la Iglesia católica, una Iglesia que nació en un entorno de privilegios y se acostumbró a ellos. La visita del jefe de la Iglesia católica pretende justamente eso: conseguir más prebendas a través de acuerdos para introducir educación confesional a las escuelas públicas y lograr concesiones de medios de comunicación para la Iglesia católica. ¿Puede llamarse a eso visita pastoral?

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