Por Armando Maya Castro
La visita de Benedicto
XVI a México tiene el propósito de consolidar el poderío económico y político del
Vaticano, el Estado más pequeño del mundo (44 hectáreas), pero a la vez, el más
rico que existe sobre la faz de la tierra. Está situado al interior de la
ciudad de Roma, con una población aproximada de 800 personas, todas ellas
italianas y suizas. De este número, “más de 450 gozan del derecho de ciudadanía
vaticana; el resto están autorizadas a residir en él, temporal o
permanentemente, pero sin derecho a ciudadanía”.
El Estado más pequeño, pero el más poderoso del mundo |
En ese diminuto
Estado, el soberano absoluto es el papa. Al no existir la división de poderes, la
potestad legislativa, coercitiva y judicial residen en la persona del romano
pontífice. Mario Madrid-Malo Garizábal refiere que las primeras normas
constitucionales de dicho Estado “se recogieron en la Ley Fundamental del 7 de
junio de 1929, promulgadas por Pío XI y varias veces reformadas por sus
sucesores. El 1° de febrero de 2001 Juan Pablo II promulgó una nueva Constitución
para el microestado papal”.
Antes que se
demostrara la falsedad de la “Donación de Constantino”, “los papas Gregorio VII
(1073-1085) e Inocencio III (1198-1216) llegarían incluso a propugnar la
teocracia, es decir, la supremacía del poder de la Iglesia sobre el del rey y
el emperador”. El proceder de éstos y el de algunos de sus sucesores demuestra
que el Vaticano anhelaba ensanchar y prolongar el poderío que poseyó cuando
Carlomagno creó un imperio “Sacro”, en donde la Iglesia tuvo innumerables
prerrogativas.
Este soberano fue
coronado emperador por el papa León III, el 25 de diciembre del año 800; reconoció
la autonomía de los Estados Pontificios y la autoridad espiritual del papa
sobre todo el Imperio; apoyó la consolidación de la Iglesia en múltiples
maneras: fundó monasterios, difundió el latín como lengua ritual y culta de los
pueblos...
Por aquella época
surge –según algunos historiadores– “el documento falsificado de la llamada
‘Donación de Constantino’, que fue invocada desde León IX hasta la Edad Media
para fundamentar la reivindicación papal sobre los Estados pontificios, hasta
que en el siglo XV se reconoció que se trataba de una falsificación, gracias a
los trabajos de crítica textual de Lorenzo Valla y del cardenal Cusa”.
En agradecimiento por
los beneficios otorgados a la Iglesia católica, Carlomagno fue canonizado por
el antipapa Pascual III. El Vaticano “anuló todas las ordenanzas de Pascual tras la celebración del Tercer Concilio de
Letrán (1179). No obstante, finalmente se confirmaría su beatificación”.
Actualmente, la
Iglesia católica anhela gobernantes como Constantino, Teodosio, Clodoveo y
Carlomagno, emperadores que favorecieron a la Iglesia en todo. Su costumbre ha
sido siempre pactar con los poderosos y ricos, más allá del talante moral de éstos.
Le restó importancia a la condición moral del fascista Benito Mussolini, quien
odiaba a los comunistas del mismo modo que los aborrecía Pío XI. Este odio los
unió, de tal manera que muy pronto “Mussolini ordenó reponer los crucifijos en
las escuelas y enseñar el catolicismo, al tiempo que ayudó al Vaticano cuando
estuvo a punto de quebrar el Banco de Roma, en donde la Santa Sede tenía
confiado su capital”. Pío XI se hizo de la vista gorda ante los crímenes y
abusos fascistas, “dando su apoyo a la cruenta y bárbara campaña militar de
Mussolini en Abisinia, en donde se saqueó, se violó y se asesinó
indiscriminadamente”.
La Iglesia católica
estableció alianzas similares con Hitler y Franco, así como con algunas
dictaduras militares latinoamericanas, especialmente las de Videla, Masera y
Pinochet, quienes llevaron a los campos de tortura y exterminio a miles de
disidentes, masacrándolos sin piedad alguna.
El cardenal Raúl Primatesta junto a Videla en un acto oficial |
Consolidar su poderío ha sido siempre el principal
interés de la jerarquía católica. Ratzinger viene a México buscando privilegios
para su Iglesia. Lo mismo persiguen aquellos clerigos cuyas gestiones pretenden
la reforma del artículo 24 constitucional. Los mexicanos esperamos que los
senadores de la República demuestren su patriotismo rechazando una reforma que
sólo les interesa a las autoridades eclesiásticas de la Iglesia católica.
Twitter: @armayacastro
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