Por Armando Maya Castro
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Los cristianos de hoy (Foto: La Jornada) |
El título de cristianos se asignó por primera vez a los discípulos de
Cristo en Antioquía (Asia Menor). Algunos exegetas de la Biblia opinan
que el término fue utilizado por los incrédulos para referirse
despectivamente a los miembros de la Iglesia primitiva, quienes sufrían
éste y otros embates de las personas y grupos intolerantes de aquellos
tiempos.
Prueban la naturaleza despectiva del término las
palabras que el rey Agripa –un judío incrédulo– expresara a san Pablo:
"Por poco me persuades a ser cristiano" (Hechos 26:28). La mofa patente
de sus palabras no indica que aquel monarca considerara honroso y
respetable ese título.
Pese al uso desdeñoso del término, los
apóstoles de Jesucristo no rechazaron jamás el calificativo por su
origen intolerante, antes bien exhortaron a los fieles de la Iglesia
primitiva a honrar con su comportamiento dicha identificación, debido a
la estrecha relación espiritual que tenían con Cristo, de quien deriva
el nombre en cuestión.
En diversos textos del Nuevo Testamento
se pueden observar esas exhortaciones apostólicas. Una de ellas es de
la autoría del Apóstol Pedro y fue dirigida a los fieles de la Iglesia
Universal en los siguientes términos: “Pero si alguno padece como
cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello (1 Pedro
4:16).
Consejos como estos lograron la formación de hombres y
mujeres que se sentían altamente orgullos de ser cristianos e imitadores
del inmaculado ejemplo de Cristo, cuyo intachable comportamiento fue
admirado por los hombres de su tiempo y reconocido por Dios de principio
a fin. Al inicio de su ministerio, así como en la recta final del
mismo, Jesucristo escuchó estas palabras de reconocimiento de parte del
Altísimo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo
3:17).
Las Sagradas Escrituras refieren que los cristianos de
aquel tiempo se caracterizaron por llevar una vida semejante a la de
Jesucristo el Hijo de Dios, quien procedió ejemplarmente esperando que
sus discípulos procedieran como Él: “Porque ejemplo os he dado, para que
como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).
Los hombres y mujeres que eran incorporados por el bautismo a la Iglesia
de Dios hacían su mejor esfuerzo para cumplir con el encargo de Cristo.
Comenzaban a hacerlo desde el principio, procurando vivir, sentir,
hablar y pensar como Cristo.
El tema de este día me lleva a
recordar una de las exhortaciones del Apóstol de Jesucristo, Doctor
Samuel Joaquín Flores, en referencia a la vida de los primitivos
cristianos. La exhortación que en esa ocasión dirigió a los fieles de la
zona metropolitana de Guadalajara destacó la verticalidad de los
cristianos del siglo I, quienes tenían como regla cotidiana –explicó–
preguntarse lo siguiente antes de actuar: “¿y lo que voy a hacer, lo
haría Cristo?”.
El sometimiento a esta regla logró la formación
espiritual de verdaderos cristianos, quienes se distinguieron por ser
sensibles a la Palabra de Dios, aspecto que hizo posible que la mayoría
de ellos fueran no sólo buenos cristianos, sino también ciudadanos
ejemplares en todo momento y circunstancia.
Hablar de los
primitivos cristianos es hablar de mujeres y hombres íntegros en la fe,
santos en la vida, obedientes a la doctrina y valientes en la
predicación del Evangelio.
Algunos pensarán que esa clase de
cristianos ya se extinguieron y que es imposible encontrarlos en un
tiempo de decadencia moral como el nuestro. Quienes así piensan pasan
por alto que el Ser que en el pasado logró formar esa clase de
cristianos conserva inalterable su poder, lo que le ha permitido formar
en este tiempo cristianos como los que hubo en la Iglesia primitiva. Me
parece importante concluir el tema recordando las palabras que en el
siglo I fueron dirigidas a los Hebreos: “Jesucristo es el mismo ayer, y
hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
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