Por Armando Maya Castro
Se conoce con este nombre a la
serie de acontecimientos fatídicos que tuvieron lugar del 9 al 18 de febrero de
1913, lapso en el que Félix Díaz –sobrino del dictador Porfirio Díaz–, Bernardo
Reyes, Manuel Mondragón y Aureliano Blanquet encabezaron y dirigieron un golpe
de Estado que culminó con el derrocamiento de Francisco I. Madero, su asesinato
y el de José María Pino Suárez.
Estas acciones en agravio del
pueblo de México y de su incipiente democracia fueron auspiciadas por el
embajador estadounidense Henry Lane Wilson. Los golpistas contaron, asimismo, con
el respaldo de Victoriano Huerta, quien pactó secretamente con Félix Díaz,
mientras le hacía creer a Madero que combatía a éste en el centro del país. La
traición del chacal se consumó cuando firmó el Pacto de la Embajada, llamado
así porque se realizó en la sede consular de Estados Unidos en México, sitio en
el que se concertaron los siguientes acuerdos:
- · El desconocimiento del gobierno de Francisco I. Madero;
- · La Presidencia provisional de Huerta antes de 72 horas, con un gabinete integrado por reyistas y felicistas;
- · Félix Díaz no tendría ningún cargo, para así poder contender en las futuras elecciones;
- · La notificación a los gobiernos del cese de Madero y,
- · El fin de las hostilidades (Rivera Ayala, Clara y María de la Luz Sara Rico Ramírez, Historia de México, Thomson, 2008, p. 171).
Tras la firma del citado convenio,
Huerta se puso abiertamente del lado de los traidores que tenían en su poder La
Ciudadela, "fortaleza que, además, era el almacén de armas y parque del
Ejército federal", explica Jesús Ángeles Contreras en su libro Felipe
Ángeles: su vida y su obra.
La noche del 22 de febrero, el
llamado Apóstol de la Democracia y Pino Suárez fueron asesinados por la espalda
cuando eran conducidos a la Penitenciaría de Lecumberri, a pesar de que se
había garantizado la seguridad de ambos. La muerte de Madero logró unir a las
fuerzas revolucionarias en torno a un objetivo: luchar en contra del usurpador,
quien recibió el apoyo de los Estados Unidos, pero también el de la Iglesia
católica a través de un préstamo de diez millones de pesos, afirma la escritora
Ma. Stella Oranday Dávila en su libro Los Truenos de la Cruz.
Manuel González y Ramírez,
citado por el escritor Édgar González Ruiz, se refiere así al apoyo que el
clero dispensó a Huerta: “El Partido Católico fue uno de los principales
basamentos de la usurpación. Desafortunadamente, para hacer efectiva esta
cooperación, los jerarcas eclesiásticos mostraron sus simpatías a favor del
huertismo. Por eso, de nueva cuenta, los púlpitos fueron usados como tribunas
políticas desde donde se atacó la revolución constitucionalista...”.
La mañana del 24 de febrero de
1913, los hombres y mujeres que reconocían el aporte democrático de Madero a la
vida de la nación se reunieron en el Panteón francés de La Piedad para despedir
al líder revolucionario. Sus restos permanecieron en ese cementerio hasta el 20
de noviembre de 1960, fecha en que fueron exhumados para ser depositados en el
Monumento a la Revolución, "donde deben estar", afirmó ese día el
diputado Juan Sabines Gutiérrez, quien presidió el discurso de homenaje a
Madero en la Cámara de Diputados con motivo del cincuentenario de la Revolución.
Al referirse a la Revolución –que
con Madero a la cabeza planteaba como meta el fin de la dictadura de Porfirio
Díaz y el establecimiento de la democracia–, Sabines Gutiérrez explicó que dicho
movimiento "no es otra cosa que el afán de libertad y justicia".
Enseguida agregó, con ánimo eufórico: "Que nos tome de la mano don
Francisco I. Madero, para ver sus principios, que nos guíen por el camino en
llamas don Venustiano Carranza, Emiliano Zapata, Pancho Villa, Álvaro Obregón y
Plutarco Elías Calles, que a su lado oigamos también las voces de Pascual
Orozco, Lucio Blanco, Eulalio Gutiérrez y tantos y tantos generales del pueblo
y tantos y tantos soldados que aprendieron que la muerte valía menos que la
justicia" (El Informador, 21 de
noviembre de 1960).
A 103 años del inicio de la
Revolución Mexicana, la figura de Madero se agiganta al tiempo que decrece la
del apátrida Victoriano Huerta y la de los demás golpistas, quienes asestaron
un severo golpe a la democracia, al igual que los grupos y personas que apoyaron
al cruel y desleal usurpador. Me refiero al injerencista gobierno
norteamericano, a los grandes hacendados del país, al clero católico y a la
mayoría de los gobernadores de la República, a excepción de José María
Maytorena y Venustiano Carranza, gobernadores de Sonora y Coahuila,
respectivamente.
Pasada la Decena Trágica, los
mexicanos vivieron varios años de incertidumbre política, lo que constituyó un
impedimento para el combate exitoso de la pobreza y la desigualdad, fenómenos
que, de entonces a la fecha, han crecido a un ritmo acelerado. La presencia de
estos problemas prueba que la democracia por la que luchó Madero sigue sin
lograrse, pues ésta será plena cuando la pobreza y la desigualdad dejen de
excluir a millones de mexicanos del ejercicio pleno de sus derechos económicos,
políticos y sociales.
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