Por Armando Maya Castro
El 16 de noviembre de cada año se celebra el Día Internacional para la Tolerancia con actividades dirigidas tanto a los centros de enseñanza como al público en general |
El próximo 16 de noviembre
es el Día Internacional para la Tolerancia, proclamado como tal por la Asamblea
General de Naciones Unidas, el 12 de diciembre de 1996. El objetivo: difundir por
doquier la premisa de que “la tolerancia es el cimiento sólido de toda sociedad
civil y de la paz”.
El Diccionario de la Real
Academia Española define el término tolerancia de la siguiente manera: “Respeto
a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o
contrarias a las propias”. Otra definición importante la encontramos en la
Declaración de Principios sobre la Tolerancia, de acuerdo con la cual “la
tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica
diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios
de ser humanos”. Agrega la definición en cuestión que “la tolerancia consiste
en la armonía en la diferencia”.
Pese a las anteriores definiciones,
considero conviene aclarar que en sus orígenes el término tolerancia no tenía
relación alguna con el respeto. Isidro H. Cisneros sostiene que la expresión
“tolerancia” proviene del latín tolerantia-ae, que significa soportar algo aun
con cierto sufrimiento.
Por el anterior significado,
las personas que se oponen a ser soportadas al saber que son incómodas,
molestas y gravosas por sus ideas o convicciones, piden que se emplee el
término respeto en vez de tolerancia. Admito que la tolerancia no es un valor
menor, y que “son muchos los tratados internacionales en los que se sientan
como base de la convivencia no sólo el respeto a los derechos fundamentales,
sino también la práctica de la tolerancia”.
Sé perfectamente bien que un
elevado porcentaje de la población mundial está satisfecho con el término
tolerancia. También sé que dicha expresión es “oficial” en los documentos y en
la convocatoria de la Organización de las Naciones Unidas a la Conferencia
Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas
Conexas de Intolerancia. A pesar de ello, millones de personas creemos que el término
puede llegar a generar situaciones de discriminación.
En materia de creencias
religiosas y de culto es mil veces preferible que se hable de respeto y
aceptación a la diversidad religiosa, en vez de tolerancia religiosa. Hay mucho
que hacer al respecto, y creo que el trabajo debe seguir en esa dirección, pese
al pesimismo de quienes piensan que si a estas alturas no ha sido posible
lograr la tolerancia, mucho menos se logrará una cultura de respeto y
aceptación a lo diferente.
Es importante que las personas
y los grupos interesados en lograr el tránsito de la tolerancia al respeto
sigan trabajando en la organización de congresos, simposios, seminarios y talleres para la
defensa del Estado laico y la difusión del respeto a los derechos religiosos.
Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que el fortalecimiento de la
laicidad estatal es lo único que puede ayudarnos a erradicar por completo la
discriminación e intolerancia religiosa, flagelo que ha golpeado y sigue
golpeando con brutalidad a miles de evangélicos en varios estados de la
República mexicana, entre ellos Chiapas, Oaxaca, Hidalgo y Puebla.
Estoy completamente de
acuerdo en que la educación es “el medio más eficaz de
prevenir la intolerancia”, tal como se afirma en el artículo 4.1 de la Declaración
de Principios sobre la Tolerancia. El artículo en cuestión asienta, asimismo,
que “la primera etapa de la educación para la tolerancia consiste en enseñar a
las personas los derechos y libertades que comparten, para que puedan ser
respetados y en fomentar además la voluntad de proteger los de los demás”.
Lo ideal sería educar no sólo en la tolerancia, sino también en cuestiones de laicidad,
como los hacen actualmente las escuelas públicas de Francia.
Quiero dejar asentado, por
último, que para lograr el anhelado tránsito de la tolerancia al respeto se
necesita trabajar mucho más en serio en la consolidación del Estado laico,
régimen que norma su actitud ante el hecho religioso de acuerdo a los
siguientes principios: 1) Principio de imparcialidad ante las doctrinas
religiosas; 2) Principio histórico de separación entre el Estado y las
Iglesias; 3) Principio de garantía de la libertad religiosa; 4) Principio de
igualdad jurídica de las asociaciones religiosas. Un Estado que se rige bajo los
anteriores principios no privilegia a una determinada asociación religiosa;
privilegia, eso sí, la protección de los derechos humanos de todas las personas
y de las minorías.
El Día Internacional para la
Tolerancia es una magnífica oportunidad para demandar el fortalecimiento de la
laicidad e insistir en el combate a “la hostilidad religiosa, que da poder o
favorece a las personas cuyo credo está oficialmente considerado como la única
interpretación de la verdad religiosa”.
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