Por Armando Maya Castro
La "guía del voto"; se repartió en algunos templos católicos de Jalisco |
La Iglesia católica
ha negado siempre que su labor durante los procesos electorales sea violatoria
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y de la Ley de
Asociaciones Religiosa y Culto Público. Declaran que lo suyo no es hacer
proselitismo político ni inducir el voto a favor o en contra de candidatos y/o
partidos. Admiten que llevan a cabo una labor, pero explican que ésta consiste en
“orientar
con los principios éticos de la doctrina social cristiana sobre los derechos y
deberes políticos de los fieles laicos, ayudando a formar una conciencia
social”.
Esto es lo que el clero acepta
ante los medios de comunicación, pero lo cierto es que sus llamados son en el
sentido de no votar por aquellos candidatos o partidos “que no defienden su agenda moral conservadora
en temas de sexualidad y de su concepto de «libertad religiosa»”. El clero pide
votar a favor de quienes defienden “el derecho inalienable de los padres de
familia a escoger el tipo de educación que, de acuerdo con sus convicciones,
quieran para sus hijos”.
Recientemente, el
episcopado expresó su satisfacción por la civilidad que mostró la ciudadanía al
participar en los comicios celebrados el pasado 1 de julio. Los obispos
católicos expresaron que como pastores les alegra “constatar que nuestro
llamado para acudir a las urnas de manera consciente y libre fuera escuchado
por los fieles católicos, y por muchos hombres y mujeres de buena voluntad en
nuestra Patria”.
Los resultados de las
recientes elecciones demuestran, una vez más, que los llamados de la Iglesia
católica a la ciudadanía para votar en cierta dirección son ignorados por la
mayoría de los católicos. El Partido Acción Nacional (PAN) y su candidata,
Josefina Vázquez Mota, no triunfaron, pese al apoyo que le brindó la Iglesia
católica.
En Jalisco, un conocido
diario tapatío informó que “algunos sectores de la Iglesia Católica
intensificaron el trabajo proselitista en favor del candidato identificado con
la ultraderecha y permitieron que se distribuyera propaganda en los templos”.
La “guía del voto”, realizada por la organización Vota Valores Jalisco,
mostraba a Fernando Guzmán Pérez Peláez como el único candidato que está
comprometido con los valores que “son históricamente y en la actualidad los más
importantes para los jaliscienses: vida, familia, matrimonio, educación,
libertad religiosa, seguridad y justicia”. El candidato panista ni con esta
ayuda logró el triunfo que le hubiera dado al PAN un cuarto sexenio en la
entidad.
El lunes pasado, Germán
Martínez Cáceres, ex presidente nacional de ese instituto político, calificó la
derrota del PAN como “un «desastre». Un naufragio sin atenuantes”. Su actual
presidente, Gustavo Madero, calificó como “mayúscula” la derrota del panismo,
quien ha pasado a ser la tercera fuerza política de la nación, luego de haber
sido la primera durante mucho tiempo. Para Manuel Clouthier lo del PAN fue una
debacle, y “se debe a Felipe Calderón, pero también a toda la bola de cobardes
que no se atrevieron a decirle lo que tenía que decir”, escribió en su cuenta
de Twitter.
Salvo el caso de Guanajuato, el
panorama en algunos estados que antes eran bastiones del panismo es desolador.
En Jalisco, en seis años el PAN perdió el 50% de sus votantes. Cifras del Canto
Electrónico Preliminar del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de
Jalisco (IEPCJ), indican que entre 2006 y 2012, el albiazul pasó de tener casi
1.3 millones de votos a menos de 660 mil en la elección para gobernador del
estado. El gobernador panista de la entidad, Emilio González Márquez, afirma
que la culpa de la derrota la tuvo el voto dividido.
Tiene razón el presidente Felipe
Calderón cuando afirma en su cuenta de Twitter que “en democracia se gana y se
pierde por el voto ciudadano. Pero no hay victorias permanentes ni derrotas
para siempre”. El PAN no está del todo acabado políticamente, pero si quiere
recuperar sus años de hegemonía tendrá que tomar en cuenta lo que dice Martínez
Cáceres: “…en política los valores o las ideas no se imponen, se dialogan; no
se dictan, se discuten; no se juramentan, se razonan; no se esconden ni se
secretean, se exponen a la sociedad; y finalmente se someten al examen de las
urnas”.
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