sábado, 7 de julio de 2012

VIDELA, SUS CRÍMENES Y SUS CÓMPLICES


Por Armando Maya Castro

El extinto obispo Primatesta junto al dictador Videla

El pasado 5 de julio, el Tribunal Oral Federal No. 6 de Buenos Aires, Argentina, condenó a 50 años de prisión al ex dictador Jorge Rafael Videla, por el robo sistemático de bebés a mujeres embarazadas detenidas durante la dictadura militar. La de Videla es una historia de terror que se remonta al 24 de marzo 1976, fecha en que él y los militares Emilio Eduardo Massera y Héctor Agosti encabezaron el golpe de Estado que llamaron Proceso de Reorganización Nacional.

Es importante recordar que el citado golpe de Estado derrocó a Isabel Perón, presidenta de Argentina y viuda del líder histórico Domingo Perón, derrocado también por un golpe militar, el 16 de septiembre de 1955. Con la instauración del duro régimen dictatorial, el poder quedó, hasta el 10 de diciembre de 1983, en manos de una junta militar integrada por los jefes del ejército y la aviación, y presidida por Videla, quienes aplicaron “una política económica liberal, estrechamente ligada con los centros financieros internacionales”.

La junta militar desplegó una estrategia de dominio sobre la población bajo la forma de terrorismo de Estado; suprimió los sindicatos, prohibió los partidos políticos, al tiempo que anunciaba una guerra contra los adversarios políticos del nuevo régimen. Entre las víctimas de la dictadura militar se cuentan artistas, empleados, periodistas, obreros, estudiantes, amas de casa, etcétera.

Antes de la condena del pasado jueves, Videla había sido sentenciado a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad. Esta sentencia tuvo lugar el 22 de diciembre de 2010, generando la alegría de los organismos de derechos humanos que habían denunciado la desaparición de al menos 30 mil personas durante el régimen de facto.

La reciente condena del dictador Videla ha generado diversas reacciones en el mundo. El juez español, Baltasar Garzón, se declaró “contento” por la sentencia, la cual –dijo- debe ser considerada “un ejemplo para otros países”. Señaló, además, que la sentencia “reconforta a las víctimas, al Estado de Derecho y, sobre todo, a la justicia”. Amnistía Internacional, por su parte, calificó el hecho como un “paso histórico hacia la justicia en Argentina”.
El dictador Videla comulgando
Adolfo Pérez Esquivel, prologuista del libro “El papel de la Iglesia católica en la Argentina durante la dictadura militar”, sostiene que la historia de la Iglesia católica en esa época específica es “de contradicciones, negaciones y complicidades”. El 14 de octubre de 1976, mientras los atropellos a los derechos humanos eran una constante en Argentina, monseñor Tortolo, arzobispo de Paraná, faltando a la verdad, hizo la siguiente declaración mediática: "Yo no conozco, no tengo prueba fehaciente de que los derechos humanos sean conculcados en nuestro país. Lo oigo, lo escucho, hay voces, pero no me consta".

En 1977, cuando en Argentina y en el extranjero eran conocidas las acciones inhumanas de la dictadura, el mencionado clérigo insistió en su apoyo al régimen militar: "La Iglesia piensa que el gobierno de las fuerzas armadas es una exigencia de la coyuntura... Por lo tanto se tiene la convicción de que las fuerzas armadas, aceptando la responsabilidad tan grave y seria de esta hora, cumplen con su deber".

Pero Tortolo no era el único religioso que apoyaba las acciones criminales de Videla. Pueden mencionarse también al nuncio Pío Laghi, al arzobispo Raúl Primatesta, al cardenal Jorge Bergoglio, etcétera. Algunos autores han escrito sobre Monseñor Victorio Bonamín, quien en vez de condenar la crueldad de la dictadura, la elogiaba. Así se expresó el 5 de enero de 1976: "Estaba escrito, estaba en los planes de Dios, que la Argentina no debía perder su grandeza y la salvo su natural custodio: el ejército".

Al clero no le preocupaban las violaciones a los derechos humanos; tampoco los crímenes perpetrados por la junta militar. Para la Iglesia lo importante eran las leyes con que la dictadura la colmó de privilegios: sueldo para el cardenal Jorge Bergoglio y becas para los futuros sacerdotes católicos porteños. Los autores del libro “Guía de la Diversidad Religiosa de Buenos Aires”, Volumen 2, afirman que estas prerrogativas no vienen de toda la vida, “sino que se hizo ley con un decreto del dictador […] de asignación mensual a dignatarios católicos (ley 21.950 firmada en 1979 junto a José Martínez de Hoz), la ley 22.161 de 1980 sobre asignación mensual a curas párrocos de frontera y la 22.950 de octubre de 1983 firmada por el dictador Reynaldo Bignone a fin de apoyar el «sostenimiento para la formación del clero de nacionalidad argentina»”. Esto último será siempre lo más importante para el clero católico de cualquier nación.

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