Por Armando Maya Castro
La Convención sobre los
Derechos del Niño de las Naciones
Unidas establece en el artículo 19 que “los Estados Partes adoptarán todas las
medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para
proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental,
descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso
sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante
legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo”.
El 21 de septiembre de 1990,
México ratificó la citada Convención, y a partir de entonces ha desarrollado diversas
acciones orientadas a la promoción y defensa de los derechos de la infancia,
logrando importantes avances jurídicos relativos a la protección integral de
dichos derechos.
Lo anterior no significa que
la violencia en agravio de los niños no constituya un serio problema en nuestro
país. Hasta hace poco tiempo, México ocupaba el primer lugar en violencia
física, abuso sexual y homicidios de menores de 14 años entre los países de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Los siguientes datos, además
de ser categóricos, revelan en dónde nos encontramos en materia de violencia
infantil. En el año 2000, se realizó un ejercicio de Consulta paralela a las
elecciones federales, en la que participaron 4 millones de niños/as y
adolescentes de 6 a 17 años. El “28 % de los niños/as de 6 a 9 años
respondieron que son tratados con violencia en su familia y 32% en la escuela”
(Instituto Federal Electoral 2000).
Tres años después, el IFE
realizó una nueva Consulta, en la que participaron 3 millones de niños y
adolescentes de 6 a 17 años. “Los niños de 6 a 9 años volvieron a reportar
cifras muy elevadas de maltrato” en el ámbito familiar: el 28% dijo “me pegan”,
el 14% dijo “me insultan” y el 3.5% dijo “abusan de mi cuerpo”. Respecto a la
violencia escolar, que se ha convertido en un factor determinante de la
deserción escolar, el 16% de los menores encuestados aseguró ser golpeado, y el
3.5% dijo ser objeto de abuso sexual.
Tiene razón Elena Azaola
Garrido, autora del libro “Crimen, Castigo y Violencias en México” cuando
asegura que las anteriores cifras "resultan sumamente elevadas y
preocupantes pues representan casi una tercera parte de todos los niños/as de 6
a 9 años del país". ¿Qué evidencia todo esto? Que la nuestra es una
sociedad que se encuentra sumergida en una profunda crisis de valores, cuyas
consecuencias sufren en mayor medida los niños y adolescentes.
Si el maltrato en agravio de
los niños es indignante, mucho más lo es cuando esa violencia se despliega
contra niños que, por alguna discapacidad, son mucho más vulnerables. The
Lancet, la revista médica Británica que –según Diego Campos– “nació no sólo
para informar sino también para reformar”, acaba de publicar un estudio que le
fue solicitado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), de acuerdo con el
cual, los niños discapacitados son víctimas de alguna forma de violencia con
una frecuencia casi 4 veces mayor que los niños sanos.
Para el doctor Etienne Krug,
director del Departamento de Prevención de la Violencia y los Traumatismos y
Discapacidad de la OMS, esta revisión demuestra “que los niños con discapacidad
son desproporcionadamente vulnerables a la violencia y que sus necesidades se
han desatendido por demasiado tiempo”.
Los siguientes ejemplos
demuestran el grado de violencia que se ejerce en contra los niños con alguna
discapacidad. En Estados Unidos, en la escuela Rotenberg, situada en Canton,
Massachusetts, el niño autista André McCollins fue víctima de maltrato por
parte de sus profesores, quienes lo ataron y le propinaron diversas descargas
eléctricas a lo largo de 7 horas, sólo porque
se negó a quitarse el abrigo que llevaba puesto.
En la ciudad de Hudson de
esa misma nación, el niño Jacob Amatuccio, de 14 años de edad, reveló a su
madre que un maestro de su escuela lo castigaba diariamente encerrándole en una
caja de cartón del tamaño de un refrigerador en otra aula. Este pequeño tenía
necesidades especiales desde que una lesión cerebral lo dejó parapléjico.
Casos como los anteriores
abundan no sólo es la Unión Americana, sino en la mayoría de las naciones del
mundo. Los medios de comunicación de diversos países han publicado los casos de
niños discapacitados que han sido víctimas de abuso sexual por parte de familiares,
maestros y hasta sacerdotes y monjas de la Iglesia católica. Estará de acuerdo
conmigo, estimado lector, que es urgente que las autoridades de México y de las
demás naciones realicen mayores esfuerzos para frenar la violencia causante del
dolor, daño y humillación de los menores de edad.
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