Por Armando Maya Castro
Benito Juárez, uno de los héroes más importantes de la historia de México |
En el ámbito legislativo, Oaxaca volvió a ser
noticia. El pasado 13 de junio, el Congreso de esa entidad rechazó –con 25
votos a favor y seis en contra– la reforma del artículo 24 constitucional. En
ese mismo ámbito, fue también noticia el 15 de diciembre de 2011, día en que la
Cámara de Diputados aprobó el dictamen de la Comisión de Puntos
Constitucionales con proyecto de decreto por el que se reforma el artículo 24
constitucional. En esa ocasión, los legisladores priístas de Oaxaca, junto con un
sector de diputados del PRD y PT, votaron en contra de la citada modificación.
Al hablar de Oaxaca y de sus grandes hombres, no podemos
soslayar la obra de Benito Juárez García, quien pasó a la historia por sus
esfuerzos legislativos, orientados a hacer de México un país de leyes, libre y
democrático. Para lograrlo, el Benemérito de las Américas se rodeó de un grupo
de liberales que impulsaron una serie de reformas que el país necesitaba:
“federalismo, defensa de la soberanía, igualdad ante la ley, respeto a las
libertades individuales, separación de la Iglesia y el Estado, tolerancia
religiosa y el modelo de educación pública y laica”.
De todos es sabido que México logró su
independencia el 21 de septiembre de 1821, después de 11 años de lucha y más de
tres siglos de dominio español. Sin embargo, en el México post independiente, "el
pueblo, las instituciones sociales y el territorio estaban sometidos a la Iglesia
católica, dueña o gobernadora de los bienes, de los hombres y de las
conciencias”. Leslie Bethell señala que tras la independencia, “la Iglesia era
más estable, más popular y, al parecer, más rica que el Estado”.
El mérito de Juárez fue levantar a la nación por
encima de la Iglesia católica. Libre de los temores que acompañan a los políticos
de nuestro tiempo, Juárez decidió organizar jurídicamente a la nación y darle
autonomía. Parte de su obra legislativa es referida por Jorge Franco en los
siguientes términos: “…como ministro de Justicia del partido liberal en el
poder, elaboró la Constitución de 1857, donde se reafirmaba la ley sobre la
desamortización (1856) que prohibía a la Iglesia poseer bienes raíces. El clero
y los latifundistas se sublevaron contra esta ley y la Constitución de 1857,
con lo que inició la Guerra de Reforma en 1858” (Jorge Franco, Educación y tecnología: Solución radical, Siglo
XXI, México, 2008, p. 47).
En esa época, el obispo de Michoacán, Clemente de
Jesús Munguía, protestó ante el Ministro
de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública por la
tolerancia religiosa que, según sus palabras, “reposa tranquila […] en esta
nueva carta constitutiva. El prelado michoacano acusaba al gobierno de haber
legitimado la herejía “en los artículos 3°, 6° y 7° para difundir sus errores y
combatir sin trabas la verdad católica” (Ramón Sánchez Medal, La Nueva Legislación Sobre Libertad
Religiosa, Porrúa, 1993, p. 94). El papa Pío IX se unió a los clérigos que
rechazaron la Constitución de 1857, imponiendo pena de excomunión a quienes se
sujetaran a ella. En 1864, Pío IX condenaba en su encíclica “Syllabus errorum”, algunas de las
libertades garantizadas en el mencionado ordenamiento jurídico, entre ellas, la
de prensa, de conciencia y de culto.
La Guerra de Reforma comenzó el 17 de diciembre de
1857, justo cuando el general Félix María Zuloaga se pronunció a través del
Plan de Tacubaya contra la Constitución recién promulgada. El plan de los
sublevados decretaba en su artículo primero: “Desde esta fecha cesará de regir
en la República la Constitución de 1857”.
Tras el estallido de la guerra, Juárez enarboló con
fuerza la bandera de la legalidad, defendiendo sin titubear la Constitución de
1857 y los intereses nacionales. En el marco de ese conflicto promulgó las
Leyes de Reforma (1859-1860), nacionalizó los bienes del clero, separó la
Iglesia y el Estado, exclaustró monjes y frailes, concedió el registro civil a
las actas de nacimiento, matrimonio y defunción, secularizó los cementerios y
las fiestas públicas y promulgó la libertad de cultos.
Este es el importante legado que el Congreso de
Oaxaca ha defendido al rechazar la reforma del artículo 24 constitucional, una
reforma que procura la cancelación de la educación laica y el establecimiento
de la educación confesional en las escuelas públicas. Vaya desde este espacio
mi más sincera felicitación a los diputados oaxaqueños que defendieron
patrióticamente la herencia de Juárez, el más grande de los hombres prominentes
que ha producido Oaxaca.
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