miércoles, 6 de junio de 2012

¿ENCUBRE AÚN LA JERARQUÍA CATÓLICA A CURAS PEDERASTAS?


Por Armando Maya Castro

Benedicto XVI le dio la espalda a las víctimas de la pederastia en México  


Durante su visita a Guanajuato, en marzo del presente año, el papa Benedicto XVI no quiso recibir a las víctimas de la pederastia en México. Optó por apegarse a su agenda, y como la reunión con las víctimas del extinto Marcial Maciel no fue solicitada por los obispos mexicanos, el encuentro con aquellos jamás se efectuó. Las críticas y la presión mediática no lograron modificar la postura del líder máximo del catolicismo, negándose a escuchar a los interesados en dicha audiencia.

Juan José Vaca asegura que envió un correo electrónico a Christophe Pierre, nuncio apostólico en México, expresándole en el mismo lo siguiente: “el favor que me permito solicitar de Usted es, que haga cuanto esté en sus manos por obtener que el Papa nos dedique unos minutos, en su apretada agenda, para recibirnos personalmente en cualquier punto de su inminente visita a México”. 

Lamentablemente, la historia de olvido e indiferencia hacia las víctimas de Marcial Maciel y de otros clérigos pederastas, volvió a repetirse. El pontífice romano desdeñó el afán mostrado por las víctimas para entrevistarse con él. Ignoró dicho interés, como ha ignorado también las exigencias de justicia que todos y cada uno de ellos han hecho.  

Recordará usted, estimado lector, que en los días en que el papa estuvo en México, las víctimas de la pederastia señalaron que “entre el alto clero” sigue habiendo “pastores de vida regalada, vergonzosamente tolerada por la Iglesia”. Denunciaron, asimismo, que jamás recibieron respuesta a sus “justificados reclamos, formulados conforme al derecho canónico establecido por la misma Iglesia”.  

Un caso reciente parece indicar que los ex legionarios de Cristo no estaban equivocados al señalar que dentro de la Iglesia católica sigue habiendo clérigos del talante moral de Marcial Maciel, protegidos por una Iglesia que no es congruente con su anuncio de tolerancia cero para los curas que incurran en acciones pederastas. A esta clase de “pastores” no hay que buscarlos en países como Irlanda, Estados Unidos y Alemania, donde las autoridades civiles han procesado a innumerables delincuentes con sotana. Aquí, en nuestro querido México, se acaba de descubrir el caso del sacerdote Gerardo Silvestre Hernández, quien fue acusado del abuso sexual de al menos 45 niños y jóvenes en las regiones indígenas de Oaxaca.

Lo grave del caso es que, según el testimonio de algunos clérigos, el arzobispo de Oaxaca, José Luis Chávez Botello, lo protegía desde hace algunos años. Éste clérigo estaba enterado, desde el año 2009, de varios de los abusos que el cura Gerardo Silvestre había cometido. Y lo sabía porque siete sacerdotes diocesanos le informaron sobre los crímenes sexuales del cura pederasta, así como su “afición al alcohol, al dinero y el poder”. Los denunciantes aseguran que, pese a ello, Chávez Botello le permitió “que durante más de tres años continuara en ejercicio”. La supuesta protección que este dignatario católico le proporcionó a Silvestre Hernández fue de tal magnitud, que “castigó y removió a quienes escucharon y atendieron a los denunciantes”, pero al cura pederasta “lo premio con más poder y privilegios”.

Se afirma, asimismo, que no sólo el arzobispo Chávez Botello tenía conocimiento de los excesos pederastas de Silvestre Hernández, sino también el gobierno de Oaxaca, quien dejó el caso en la más vergonzosa impunidad. El caso lo conocía, además, Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), instancias que, de acuerdo con las denuncias, prefirieron callar en lugar de llevar al cura delincuente ante las autoridades competentes. 

Hasta hace algunos años, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) negaba la existencia de prácticas de encubrimiento entre los obispos mexicanos, manifestando en nombre de todos ellos su “disposición a colaborar con las autoridades encargadas de la procuración e impartición de justicia”. Los testimonios recogidos por diversos periodistas e investigadores demuestran que en México sí hay obispos que protegen a sacerdotes pederastas. El libro “Manto Púrpura: pederastia clerical en los tiempos del cardenal Norberto Rivera” (Grijalbo, 2006), escrito por la periodista Sanjuana Martínez, contiene testimonios que demuestran la protección que recibió del cardenal Norberto Rivera el cura Nicolás Aguilar Rivera, acusado de abusar de más de 90 niños. 

La Arquidiócesis de Oaxaca ha solicitado a la Procuraduría General de Justicia de ese estado que haga comparecer a los involucrados en la denuncia para que “aparezca la verdad y resplandezca la justicia”. Al término de esta investigación –que esperamos sea imparcial­– sabremos si se trata de un nuevo caso de encubrimiento episcopal o de “un “linchamiento mediático” basado en “infundios”.

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