Por Armando Maya Castro
Benedicto XVI le dio la espalda a las víctimas de la pederastia en México |
Durante su visita a Guanajuato,
en marzo del presente año, el papa Benedicto XVI no quiso recibir a las
víctimas de la pederastia en México. Optó por apegarse a su agenda, y como la
reunión con las víctimas del extinto Marcial Maciel no fue solicitada por los
obispos mexicanos, el encuentro con aquellos jamás se efectuó. Las críticas y
la presión mediática no lograron modificar la postura del líder máximo del
catolicismo, negándose a escuchar a los interesados en dicha audiencia.
Juan José Vaca asegura que
envió un correo electrónico a Christophe Pierre, nuncio apostólico en México, expresándole
en el mismo lo siguiente: “el favor que me permito solicitar de Usted es, que
haga cuanto esté en sus manos por obtener que el Papa nos dedique unos minutos,
en su apretada agenda, para recibirnos personalmente en cualquier punto de su
inminente visita a México”.
Lamentablemente, la historia
de olvido e indiferencia hacia las víctimas de Marcial Maciel y de otros
clérigos pederastas, volvió a repetirse. El pontífice romano desdeñó el afán
mostrado por las víctimas para entrevistarse con él. Ignoró dicho interés, como
ha ignorado también las exigencias de justicia que todos y cada uno de ellos
han hecho.
Recordará usted, estimado
lector, que en los días en que el papa estuvo en México, las víctimas de la
pederastia señalaron que “entre el alto clero” sigue habiendo “pastores de vida
regalada, vergonzosamente tolerada por la Iglesia”. Denunciaron, asimismo, que jamás
recibieron respuesta a sus “justificados reclamos, formulados conforme al
derecho canónico establecido por la misma Iglesia”.
Un caso reciente parece
indicar que los ex legionarios de Cristo no estaban equivocados al señalar que
dentro de la Iglesia católica sigue habiendo clérigos del talante moral de Marcial
Maciel, protegidos por una Iglesia que no es congruente con su anuncio de tolerancia
cero para los curas que incurran en acciones pederastas. A esta clase de “pastores”
no hay que buscarlos en países como Irlanda, Estados Unidos y Alemania, donde
las autoridades civiles han procesado a innumerables delincuentes con sotana. Aquí,
en nuestro querido México, se acaba de descubrir el caso del sacerdote Gerardo
Silvestre Hernández, quien fue acusado del abuso sexual de al menos 45 niños y
jóvenes en las regiones indígenas de Oaxaca.
Lo grave del caso es que,
según el testimonio de algunos clérigos, el arzobispo de Oaxaca, José Luis
Chávez Botello, lo protegía desde hace algunos años. Éste clérigo estaba
enterado, desde el año 2009, de varios de los abusos que el cura Gerardo
Silvestre había cometido. Y lo sabía porque siete sacerdotes diocesanos le
informaron sobre los crímenes sexuales del cura pederasta, así como su “afición
al alcohol, al dinero y el poder”. Los denunciantes aseguran que, pese a ello,
Chávez Botello le permitió “que durante más de tres años continuara en
ejercicio”. La supuesta protección que este dignatario católico le proporcionó
a Silvestre Hernández fue de tal magnitud, que “castigó y removió a quienes
escucharon y atendieron a los denunciantes”, pero al cura pederasta “lo premio
con más poder y privilegios”.
Se afirma, asimismo, que no
sólo el arzobispo Chávez Botello tenía conocimiento de los excesos pederastas
de Silvestre Hernández, sino también el gobierno de Oaxaca, quien dejó el caso
en la más vergonzosa impunidad. El caso lo conocía, además, Desarrollo Integral
de la Familia (DIF) y la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH),
instancias que, de acuerdo con las denuncias, prefirieron callar en lugar de llevar
al cura delincuente ante las autoridades competentes.
Hasta hace algunos años, la
Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) negaba la existencia de prácticas de
encubrimiento entre los obispos mexicanos, manifestando en nombre de todos
ellos su “disposición a colaborar con las autoridades encargadas de la
procuración e impartición de justicia”. Los testimonios recogidos por diversos
periodistas e investigadores demuestran que en México sí hay obispos que
protegen a sacerdotes pederastas. El libro “Manto Púrpura: pederastia clerical
en los tiempos del cardenal Norberto Rivera” (Grijalbo, 2006), escrito por la
periodista Sanjuana Martínez, contiene testimonios que demuestran la protección
que recibió del cardenal Norberto Rivera el cura Nicolás Aguilar Rivera,
acusado de abusar de más de 90 niños.
La Arquidiócesis de Oaxaca
ha solicitado a la Procuraduría General de Justicia de ese estado que haga
comparecer a los involucrados en la denuncia para que “aparezca la verdad y
resplandezca la justicia”. Al término de esta investigación –que esperamos sea
imparcial– sabremos si se trata de un nuevo caso de encubrimiento episcopal o
de “un “linchamiento mediático” basado en “infundios”.
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