Por Armando Maya Castro
Fox besa el anillo del papa |
Durante su mandato
presidencial, Vicente Fox Quesada “gobernó” sin el más mínimo respeto al
principio de laicidad del Estado mexicano, otorgando a la Iglesia católica un
trato preferencial frente a las demás asociaciones religiosas establecidas en
México. Los artículos constitucionales, pilares de Estado laico, fueron
violados una y otra vez por el guanajuatense y algunos miembros de su gabinete.
Por algo, el pastor evangélico Adoniram Gaxiola llegó a señalar, en noviembre
de 2002, que en la administración foxista, la relación del Estado con la
Iglesia católica se asemejaba a la que vivió la España del dictador Francisco
Franco.
En la presente campaña
electoral, Vicente Fox Quesada ha vuelto a ser noticia por su apoyo al
candidato presidencial del PRI, el partido político al que con tanta saña
criticó antes de llegar a la Presidencia de la República, lo mismo que a lo
largo de su gestión. De esta manera, Vicente Fox le ha dado la espalda al PAN y
a su candidata, realizando proselitismo político a favor de Enrique Peña Nieto,
quien pactó con el clero católico la reforma del artículo 24 constitucional,
según denunció el senador perredista Pablo Gómez.
Hablar de Vicente Fox
Quesada y de Enrique Peña Nieto es hablar de dos políticos que han se han
caracterizado por su atropello al Estado laico, y cuyas acciones han estado
encaminadas a favorecer por encima de todo a la jerarquía católica. Ambos
podrán negarlo y afirmar que nunca han tenido el objetivo de favorecer a una
Iglesia en particular, pero las evidencias mediáticas ahí están.
Acerca de Fox y sus
atropellos al Estado laico se pueden escribir muchas cosas. Durante su campaña
por la Presidencia de la República, enarboló el estandarte de la guadalupana en
un acto público del PAN, pese a la restricción legal que existe al respecto.
Como presidente de México, otorgó recursos al clero –a través de la Secretaría
de Desarrollo Social– para tareas educativas; hizo diversos planteamientos para
que la Iglesia católica tuviera acceso a la educación pública y a los medios de
comunicación; brindó un trato preferencial a los clérigos de la Iglesia
católica, algo que no hizo con los ministros de culto de las demás asociaciones
religiosas.
En el sexenio foxista, la
derecha y la jerarquía clerical reclamaron para sí el retorno de los
privilegios que la Iglesia católica tuvo hasta la promulgación de las Leyes de
Reforma. Fox nunca le negó nada a la Iglesia católica, quien ha deseado que
desde el gobierno se reprima a las minorías religiosas establecidas en México.
En julio de 2001, el semanario “Quehacer Político” entrevistó a Jesús Tinoco
Amador, a la sazón jefe del Área de Sicología Política e Identidades de la
UNAM, quien declaró que la jerarquía católica veía con buenos ojos una ley que
se pretendía aprobar en Francia, la cual establece que si el líder de algún
grupo religioso comete una infracción, se ve envuelto en crímenes, o tiene
problemas con la justicia, de inmediato se le retira el registro a la
organización; y que si alguien de la misma desea reactivar el culto sin el
ministro principal, todos sus integrantes son enviados a la cárcel por
conspirar.
Durante la visita del papa
Juan Pablo II a nuestro país, en julio de 2002, Vicente Fox acaparó los
reflectores “al arrodillarse y besar el anillo papal en un gesto de sumisión
medieval que sus defensores panistas calificaron de ‘espontáneo’”. ¿Devoción o
maniobra propagandística? Lo que haya
sido, el hecho es que con dicho ósculo el abajeño violentó el Estado laico y
puso a los pies del papa a un país libre e independiente.
Respecto a las reformas
constitucionales que el clero pretende que se realicen a partir de la reforma
del artículo 24 constitucional, me permito recordar las recientes declaraciones
que Roberto Velázquez Nieto, investigador del Archivo Secreto Vaticano, hiciera
al semanario “Proceso”: “Incluso el presidente Vicente Fox prometió hacer esos
cambios mediante su famoso decálogo de campaña, pero fue una mera promesa del
Ejecutivo que se topó con el bloqueo del Congreso. Para la Santa Sede, sin
embargo, ya resulta anacrónico el esquema de recurrir directamente a reformas
constitucionales para lograr sus metas. Actualmente, en sus negociaciones con
los Estados recurre a la vía del acuerdo o concordato”.
Peña Nieto saluda al papa durante la visita de éste a Guanajuato |
¿Y qué decir de Peña Nieto?
El 21 de diciembre de 2009, el destacado y extinto periodista mexicano, Miguel
Ángel Granados Chapa, describía a Peña Nieto como “un practicante católico,
formado en escuelas religiosas hasta el nivel universitario, pues se graduó de
abogado en la Universidad Panamericana, administrada por el Opus Dei, una
organización de gran influencia política en varios países, incluida España,
lugar de su nacimiento”.
El abanderado de la
Coalición Compromiso por México se ha declarado públicamente católico. En
diciembre de 2009, Peña Nieto y su novia Angélica Rivera, en franco desafío al
Estado laico, encabezaron una delegación que visitó el Vaticano. En esa
ocasión, el entonces gobernador del Estado de México, regaló un nacimiento y
artesanías mexicanas a Benedicto XVI, quien bendijo anticipadamente la boda de
la joven pareja. El 27 de noviembre de 2010, en la catedral de Toluca, Monseñor
Constanzo Miranda, arzobispo de Chihuahua, ofició la ceremonia nupcial en donde
Peña Nieto y Angélica Rivera unieron sus vidas en matrimonio.
El 20 de diciembre de 2012,
Roberto Blancarte, especialista en temas de religión del Colegio de México, se
refirió en los siguientes términos a la cercanía de Peña Nieto con algunos de
los jerarcas de la Iglesia católica: “Es bien sabido que el ex gobernador del
Estado de México y los obispos de esa entidad, entre los que se encuentra
Carlos Aguiar, presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, antes
obispo de Texcoco y ahora arzobispo de Tlalnepantla, acostumbran reunirse
periódicamente”. El problema en sí no son estas reuniones, sino que en las
mismas se pone en riesgo la laicidad del Estado mexicano, más aún si tomamos en
cuenta que “desde hace por lo menos seis años la reivindicación principal del
episcopado ha sido la reforma del artículo 24, para incluir el tan ambiguo como
equívoco principio de libertad religiosa, que los obispos católicos definen
como el derecho no sólo a creer en lo que se quiera creer, sino a una serie de
reivindicaciones específicas, que incluyen el derecho de los padres a educar a
sus hijos en la religión de su preferencia”, sostiene Roberto Blancarte.
El tema de la reforma del
artículo 24 constitucional ha sido calificado por algunos representantes de los
medios de comunicación como el regalo de Enrique Peña Nieto al papa. El 16 de
diciembre de 2011, la periodista y escritora Jesusa Cervantes, del semanario
“Proceso”, escribía: “El regalo para la Iglesia católica fue promovido por el
virtual candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, quien creyó que
todos los diputados lo seguirían sin chistar. Por suerte, algunos dieron la
batalla y lograron mantener sin variaciones la ley…”.
Si en el pasado reciente las
diferencias políticas separaban a Fox y Peña Nieto, ahora ya no, pues el
interés de ambos es el mismo: satisfacer las demandas de la jerarquía católica.
Por algo se llevan bien y trabajan en el mismo proyecto político. De ahí que
insista en la necesidad de contar con un verdadero Estado laico, cuyos
gobernantes desempeñen su función sin inclinaciones hacia alguna iglesia en
particular. Sólo un Estado independiente de cualquier tipo de influencia
religiosa puede dar un trato idéntico a todas las iglesias, garantizando a
todas ellas la verdadera libertad religiosa.
Los mexicanos confiamos en
que los diputados de los congresos locales que aún no votan la reforma del
artículo 24 constitucional harán buen uso de su voto, sin seguir líneas ni
atender consigna alguna. El pueblo de México confía en que estas legislaturas
habrán de seguir el ejemplo de los congresos de Morelos, Baja California, Michoacán,
Zacatecas y Oaxaca, cuyos legisladores dijeron no a una reforma que pretende el
desmantelamiento del Estado laico. Está en ellos impedirlo, ¿no cree usted?
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