Por Armando Maya Castro
Por mandato papal, miles de curas pederastas fueron protegidos por sus superiores |
Enérgica.
Así ha sido la condena de la sociedad a los casos de pederastia clerical perpetrados
por miles de sacerdotes católicos a lo largo y ancho del mundo, entre los que sobresalen
–por su cantidad y gravedad– los crímenes de los curas Marcial Maciel Degollado,
Nicolás Aguilar Rivera y Eduardo Córdova Bautista, los pederastas más
peligrosos en la historia de la Iglesia católica mexicana de los últimos tiempos.
Estos casos
nos han llevado a centrar la atención en los autores de estos delitos execrables,
sin tomar en cuenta que existen documentos pontificios que ordenan la secrecía
de los casos de abuso sexual a la justicia civil bajo pena de excomunión, aspecto
que favorece la multiplicación de los casos de pederastia y la impunidad de los
mismos.
A través de
la instrucción Crimine solicitacionis
(“Delito de solicitación”), emitida por la Sagrada Congregación del Santo
Oficio –hoy “Congregación para la Doctrina de la Fe”–, el Vaticano ordenó a "todos
los Arzobispos, Obispos y otros Ordinarios locales, incluyendo aquellos de las
iglesias católicas orientales", ocultar los casos de abuso sexual cometidos
por clérigos de la Iglesia católica en detrimento de los derechos humanos más
fundamentales, contra la vida y la integridad física de los más desprotegidos:
los niños.
Este documento,
cuya autenticidad fue confirmada en agosto de 2003 por representantes de la
Conferencia de Obispos de Estados Unidos, fue aprobado el 16 de marzo de 1962 por
el papa Juan XXIII, quien lo rubricó junto con el cardenal Alfredo Ottaviani,
en ese tiempo secretario de dicha congregación.
"Algunos
expertos aseguran que otros documentos mucho más antiguos hablan sobre el tema,
pero el citado fue evidenciado por varios diarios importantes como The Centinel, The New York Times y por CNN,
y por otros en el mundo entero", escribe Lydia Cacho en su libro Con mi hij@ no: Manual para prevenir y sanar
el abuso sexual.
Tras
explicar que el Vaticano reconoció la autenticidad del documento –escrito en
latín y con el sello papal–, la periodista, activista y escritora mexicana explica:
"El documento se centra en el abuso sexual derivado de la relación
confesional entre un clérigo y un penitente, pero también se refiere a lo que
califica como ‘el peor de los delitos’, concepto que comprende ‘cualquier acto
externo obsceno, gravemente pecaminoso, perpetrado de cualquier manera por un
clérigo, o que éste ha intentado cometer, con una persona de su propio sexo’
(numeral 71), o ‘con jóvenes de cualquier sexo o con bestias brutas’
(bestialismo, numeral 73)" (Lydia Cacho, Con mi hij@ no: Manual para prevenir y sanar el abuso sexual).
El 18 de
agosto de 2003, el diario El País
publicó un reportaje titulado "El Vaticano ordenó a los obispos, en 1962,
ocultar los abusos sexuales". Este trabajo periodístico recogió las
declaraciones de Daniel Shea, un exseminarista y abogado norteamericano que
opinó así de Crimine solicitacionis:
"El documento prueba que existía una conspiración internacional de la
Iglesia católica para silenciar temas de abuso sexual". Shea, quien
entregó el documento a The Observer,
luego de haberlo remitido a las autoridades de Estados Unidos, declaró a otro
medio de comunicación que el documento
papal fue citado como todavía vigente en una epístola del entonces cardenal –y
ahora papa emérito- Joseph Ratzinger, titulada De Delictis Gravioribus (18 de mayo de 2001).
¿Es éste el
único documento vaticano orientado a proteger a los curas pederastas? Por
supuesto que no. Existen otros documentos que se ocupan de la pederastia
clerical y su encubrimiento, entre ellos el motu proprio Sacramentorum Sanctitatis Tutela ("Salvaguardando
la Santidad de los Sacramentos"), emitido por el papa Juan Pablo II el 30
de abril de 2001. En este documento se promulgan “normativas en los casos de
los delitos más graves del clero, que están –o estaban- reservados a la
Congregación para la Doctrina de la Fe, entre ellos la pedofilia”, escribe Pepe
Rodríguez en su libro Pederastia en la
Iglesia católica.
El escritor
español antes mencionado afirma que la normativa papal exigía “a todos los
prelados y superiores de órdenes religiosas que todos los casos de abuso sexual
del clero, sin excepción, [debían] ser comunicados y/o remitidos en secreto al
Vaticano, que [reservaba] a su Tribunal ad
hoc de la Congregación para la Doctrina de la Fe la exclusividad de conocer
y decidir, en última instancia, sobre estas conductas delictivas” (Pepe
Rodríguez, Pederastia en la Iglesia católica, Barcelona, Ediciones B, 2002, p.
327).
Otra
sería la historia y las cifras de pederastia clerical en la Iglesia católica si
el Vaticano se hubiera abstenido de formular este tipo de documentos. Habría
pederastia –pues ésta ha estado presente en esa institución a lo largo de su
historia–, pero no habría elementos claros para criticar a sus máximos jerarcas
de la política de encubrimiento que tanto daño le ha hecho a la niñez católica.
Twitter:
@armayacastro
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