Por Armando Maya Castro
Las recientes canonizaciones de
los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, así como la celebración católica del día
de hoy en honor de la cruz, me estimularon a escribir sobre el supuesto
hallazgo de una mujer que fue declarada santa por la Iglesia católica en el
siglo IX.
Me refiero a Helena de
Constantinopla, la madre de Constantino, el emperador romano que –según la
tradición– antes de su batalla contra Majencio vio en sueños una cruz en el
cielo, al tiempo que una voz le indicaba: "In hoc signo vinces" (con
este signo vencerás); el mismo que promulgó el Edicto de Milán en el año 313
d.C., un decreto de tolerancia que el emperador interpretó como tolerancia
exclusiva hacia una religión: la católica, iglesia a la favoreció otorgándole
innumerables privilegios y restituyéndole el patrimonio eclesiástico que el
Imperio le había confiscado anteriormente.
Los versados en el tema señalan
que fueron dos los motivos por los que Helena fue elevada a los altares: el
primero, haber influido sobre su imperial hijo para que se “convirtiera” al
cristianismo y para que hiciera de la religión cristiana la religión del
imperio. El otro motivo: la “recuperación” de los Santos Lugares.
Respecto a esta última tesis,
Ana Martos Rubio señala en su libro Papisas
y Teólogas: “Pero Elena no solamente fue santa por incitar a su hijo
[Constantino] a favorecer el cristianismo, cosa que parece plausible. Sabemos
con certeza que fue ella quien viajó a Jerusalén, quien recuperó para los
cristianos los Santos Lugares y quien trajo de vuelta consigo un buen trozo de
la vera Cruz".
Respecto a esta leyenda, Ralph
Woodrow, autor del libro Babilonia,
Misterio Religioso, escribió: “En el año cuando [Helena] tenía cerca de 80
años de edad -de acuerdo a la leyenda-, hizo una peregrinación a Jerusalén y
allí, con la ayuda de un judío que conocía de sus gustos supersticiosos, halló
tres cruces. La cruz original fue identificada –así se espera que lo creamos–,
porque se dice que hizo milagros a las indicaciones de Macario, obispo de
Jerusalén. Las otras dos cruces no produjeron milagros. De tal manera que
Helena –siempre según la tradición histórica– halló ¡la verdadera cruz donde
murió Jesús!"
Eusebio de Cesarea, el autor
más próximo a Constantino y a Helena, no dice absolutamente nada de ese hallazgo.
Los que sí lo hicieron –tiempo después– son Ambrosio y Juan Crisóstomo.
"Según ellos, la emperatriz Elena, inspirada por Dios, procedió a excavar
los lugares santos y encontró tres cruces, la de Cristo y la de los dos
ladrones. También halló el 'titulus' o inscripción de la Cruz (‘Jesús nazareno
Rey de los Judíos’), lo que le permitió la identificación de la Vera Cruz”.
La
iglesia católica celebra dos fiestas relacionadas con la cruz. La primera es la
Invención de la Cruz, el 3 de mayo; la segunda, la Exaltación de la Cruz, el 14
de septiembre. Ninguna de estas dos celebraciones fue guardada por los miembros de la Iglesia primitiva, pues para ellos lo importante no era la cruz de madera,
sino el sacrificio redentor que se realizó en ella.
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